Editorial Ángulo 7
En este espacio vertirmos la opinión de nuestro medio, siempre con una visión contructiva Credito: Elaboración propia

Sin duda, las candidaturas plurinominales son las más peleadas en todo proceso electoral. Y lo son, porque permite tener cierta “flexibilidad” en el momento de hacer campaña política; no obstante, en lo que va de la campaña a pocos se les ha visto ganando el voto.

Esa práctica pone sobre la mesa, quizá, el compromiso que tienen ese tipo de candidatos con el partido. Y es que, con tan solo conseguir poco más del tres por ciento de votos en la elección, por lo menos el primer lugar podría entrar como representante plurinominal.

Esto contra viene los principios de la democracia, pues este tipo de candidatos no son elegidos directamente. Dependen de la votación de quienes, si andan a ras de suelo repartiendo propaganda, platicando con la gente, con colectivos, vaya, buscando el voto de la gente.

Públicamente sólo se ha visto a Julio Huerta (una sola vez) haciendo proselitismo y al priista Lázaro Jiménez Aquino, quién si se le ha visto repartiendo propagando (en algunas ocasiones). Cabe señalar que son 135 candidatos divididos entre nueve partidos.

Otros, por ejemplo, Rafael Micalco y Lidia Ocaña, PAN y el PRI, no hacen campaña por estar seguir en el cargo como legisladores locales.

De alguna manera, el actuar de estos candidatos no pone piso parejo y pone más en tela de juicio la creación de grupúsculos al interior de los partidos. Por ello, para romper con ese esquema, el reto es que se involucren en las campañas y muestren músculo para impulsar los proyectos de partido.

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