Programa de radio 22 Mayo
Editorial Ángulo 7
En este espacio vertirmos la opinión de nuestro medio, siempre con una visión contructiva Credito: Elaboración propia

Han surgido dos casos de acoso que se han vuelto virales en redes sociales. El primero involucra a un hombre que manoseó a una mujer en la colonia Huexotitla. El segundo fue el de un hombre detenido en la Feria de Puebla grabando por debajo de la ropa de las mujeres.

Sin embargo, ¿cuántos de estos hechos no se repiten cotidianamente? Es decir, ¿cuántos casos no ocurren en el camión, en los centros de trabajo, en las escuelas, en los hogares, y que, más allá de ser exhibidos, sobre todo, quedan impunes?

El acoso hacia las mujeres es un problema grave y una de las formas más comunes de violencia contra ellas. El acoso comienza desde los comentarios incómodos que los hombres hacen; desde la forma en que saludan, las miradas que lanzan, intentando tener contacto físico, persiguiendo a mujeres, entre otras cosas.

Estos delitos pueden quedar impunes no necesariamente por las autoridades, sino por la presión social que se genera cuando una mujer decide denunciarlo. ¿Por qué no lo dijo antes? ¿Por qué lo dice ahora? ¿Por qué busca exponerlo? Algunos incluso llegan a tacharlas de locas “por algo insignificante”.

Desafortunadamente, el machismo, tanto en Puebla como en México, ha generado impunidad; impunidad que los propios hombres se otorgan con el famoso pacto de silencio. En este punto, todos son cómplices, desde el acosador hasta aquel que sabe que está ocurriendo el acoso y no hace nada al respecto.

Lo más grave es la cosificación de las mujeres, tratándolas como objetos sobre los cuales se puede disponer indiscriminadamente. Esto permite que los hombres se atribuyan el derecho de agredir de esta manera.

El reto recae tanto en la ciudadanía como en las autoridades: erradicar el acoso implica romper con el pacto de silencio y con la visión cosificadora

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