¿Hay alguna manera de crear una visión de conjunto de cambios y permanencias en la cultura política de México en los años 2018 (inicio del sexenio de Carlos Salinas de Gortari)-2023 (inicio del último año del sexenio de Andrés Manuel López Obrador)? ¿Qué tendríamos que buscar y cuál sería el eje del análisis? ¿Se trataría de las relaciones entre los sectores económicos? ¿Se trataría de relaciones entre los partidos políticos? ¿De las relaciones entre los tres poderes? ¿Del papel de las iglesias, de los medios de comunicación tradicionales, de las redes sociales? ¿De la presencia de las ideologías? ¿Cuáles ideologías? ¿De la correlación entre ideologías políticas y ciudadanía? ¿Para nuestras indagaciones sería posible establecer un eje rector o necesariamente trataríamos de ejes múltiples? ¿Estamos obligados a mantener un conjunto de temas interesantes, pero con pocos o escasos nexos entre sí, y entre periodos? ¿Hay preferencias por algún modelo de nación e ideologías tradicionales o emergentes las cuales se han modificado a partir de las intensas luchas desatadas desde finales del siglo XX? El entorno secular ¿en qué medida ha acomodado lo religioso? ¿Lo ha vuelto irrelevante o lo ha obligado también a transformarse? Desde esta perspectiva, ¿la vivencia religiosa responde también a las tensiones inherentes de las problemáticas de la sociedad y Estado?

Parte del problema a resolver tales incógnitas estriba no sólo en su complejidad inherente, con los obligados vínculos con la historia económica, social, cultural y política, o con las acotaciones temporales imprescindibles, sino en la polarización que se han construido por motivo de ideologías arraigadas y las consiguientes escisiones incluso al interior de los grupos de creyentes.

Nada se ganaría con intentar reducir a uno lo que es plural. Por lo cual no sería sensato pretender soslayar las dimensiones múltiples del fenómeno político en un lugar dado ni tampoco diacrónicamente. Hay exigencias emanadas de la experiencia política que le dan una particular arquitectura, orientada a la vivencia de las creencias y la depuración de las prácticas.

La simultaneidad de transformaciones en los diversos subsistemas (cultural, político y económico) con una misma narrativa (la 4T con sus pros y contras) obliga a elevar la mira para hallar la causa fundamental que puede articular fenómenos paralelos más allá de fronteras de lengua, cultura e identidad nacional. En este contexto, parece cada vez más necesario que veamos la historia político-cultural económico de los siglos XX y XXI en México como parte de una extensa transformación que afecta prácticamente a todo el mundo.

Aunque hay variedad en el ritmo de cambios y hay particularidades de cada caso, ¿hay valores y experiencias compartidos? ¿En qué medida el fenómeno de la competencia internacional obliga a poner un trasformador énfasis en el papel del Estado como articulador de las energías nacionales e internacionales?

¿Ha llegado el momento de conjuntar la modelización matemática y los métodos empíricos de la probabilidad y la estadística de los estudios económicos con la tradición de la economía política, esto es, con los estudios de la producción, la distribución y el consumo de bienes y servicios, teniendo en cuenta las relaciones de poder que las subyacen, así como la ley, las costumbres, el tipo de administración pública y el papel del Estado? ¿Cómo el sistema económico mundial puede fundarse en una filosofía moral para explorar la administración de la riqueza mundial?

Estas son solo algunas de las preguntas que deben considerarse en el llamado “segundo piso” de la Cuarta Trasformación mexicana.

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