Dedicado a mi tía María Luisa Viveros con quién platiqué varias veces en torno a Agustín de Tagaste.

Para el año 2023 el calendario marca para el día llamado viernes santo la fecha 7 de abril y el 10 de abril para el domingo de resurrección. La redención del hombre y la resurrección de Cristo son los eventos centrales de la semana santa. Estas dos efemérides nos permite responder las siguientes cuestiones: ¿Qué hizo posible la concepción de una historia que englobara al conjunto de la humanidad? ¿Qué hizo posible una concepción universalista de la historia que se concretara en la adopción de un marco cronológico único para todos los acontecimientos, como lo es el calendario vigente? Las respuestas son filosófico-teológicas y tienen íntima relación con la semana santa.

La semana santa como parte de la tradición occidental está estrechamente vinculada con el filósofo Agustín de Tagaste (354-430) quién introduce en la filosofía la idea del progreso y de la historicidad del hombre como carácter fundamental de su estructura. Desde la filosofía de Agustín se socializa el vigente calendario.

Para Agustín la semana santa es la razón de tres aspectos del manejo del tiempo: la idea de la unidad de la historia universal, la periodicidad de la historia desde el principio hasta el fin de los tiempos, y la concepción de la marcha progresiva del género humano elevándose por “edades” sucesivas de la ignorancia a la verdad, del tiempo a la eternidad -el no tiempo-.

El que este 2023 celebremos la semana santa del 2 al 9 de abril se debe a la adopción del calendario gregoriano. Este es un calendario originario de Europa, actualmente utilizado de manera oficial en casi todo el mundo y es así denominado por su promotor el papa Gregorio XIII (1502-1585). El vigente calendario sustituyó en 1582 al calendario juliano, utilizado desde que Julio César lo instaurara en el año 46 a.C. El papa promulgó el uso del calendario actual por medio de la bula Inter Gravissimas. El germen del calendario gregoriano fueron dos estudios realizados en 1515 y 1578 por científicos de la Universidad de Salamanca, que fueron remitidos al Papa. Del primero hizo caso omiso y el segundo -63 años después- fructificó en el actual calendario occidental. Los primeros países en adoptar el calendario gregoriano fueron España, Italia y Portugal en 1582. Gran Bretaña y sus colonias americanas no lo hicieron hasta 1752, 170 años después.

Durante el siglo XVI, en la medida en que la realidad física no era más una entidad sagrada y de que el hombre ganaba presencia como la criatura más relevante de la creación -debido a que era agente de un acto histórico- la mirada de los hombres se hacía histórica. La historia del hombre era la historia de su salvación. Esta mirada era obligada después de aceptar la noción de un Dios único, creador del universo y la fórmula de la creación ex nihilo. Si el universo y el hombre tenían un principio, deberían tener también un final. Hechos irrepetibles serían la creación, el fin de los tiempos y la caída, la redención del hombre y la resurrección de Cristo. Redención del hombre y resurrección de Cristo son los eventos centrales que se recuerdan en la semana santa.

La concepción monoteísta actual es el resultado de los esfuerzos del pasado por construir una conciencia histórica, una idea de historia. En la concepción monoteísta se manifiesta la larga y múltiple experiencia humana.

Con las anteriores tesis se abrió la posibilidad de una concepción del tiempo orientado con un sentido progresivo, un pasado (que va de la creación a la caída, y a la redención) y un futuro (que va de la redención al fin de los tiempos). Así se fue desarrollando una concepción de la historia como un drama cósmico que se desarrolla entre un comienzo y un fin y que tiene como punto culminante la aparición del Salvador. En la justificación de esta visión jugó un papel importante Agustín de Tagaste (354-430 d.C.). Con Agustín aparece la posibilidad de la historia universal al introducir al Imperio romano en el horizonte de la metafísica de la historia.

La idea de la unidad de la humanidad hacía posible por primera vez la concepción de una historia que englobara al conjunto de la humanidad: una concepción universalista de la historia que se concretó en la adopción de un marco cronológico único para todos los acontecimientos. A partir del supuesto teológico del progreso (la inmanencia de la verdad final y total de las intuiciones formuladas en el pasado) Agustín de Tagaste formula por primera vez la idea de un progreso interno en la evolución de las ideas religiosas. Tal idea le da sentido a la historia.

Con Agustín de Tagaste la historia profana se carga de un fin providencial. Se volverá semejante a Dios o se degradará conforme se vuelva hacia los bienes espirituales o hacia el cuerpo. De allí el carácter eminentemente histórico del ser del hombre. El hombre tiene una historia a causa de su libre albedrío que en cierta medida lo hace capaz de determinar el lugar que ocupará en la jerarquía de los seres: es capaz, por decisión de su libre arbitrio, de crecer o decrecer en tanto que participación divina. Agustín dará el paso decisivo al introducir el Imperio romano en el horizonte de esta metafísica de la historia. Sin embargo, la historia, en Agustín, dejaba de ser objeto de una ciencia verdadera; le preocupaban las cosas humanas pero esa preocupación no tomaba la forma de un relato verídico de los acontecimientos o de un análisis coherente de las relaciones reales.

Otra aportación de Agustín de Tagaste fue la refutación del eterno retorno, sin la cual no habría el concepto moderno de la historia. Tal refutación se funda únicamente en el argumento sobrenatural de la Pasión y de la Resurrección de Cristo. Con ella se introduce la noción de un tiempo orientado en un sentido progresivo, un antes y un después, un pasado que va de la creación a la caída, de ésta a la redención y un porvenir que va de la redención al fin de los tiempos: la historia profana está sostenida por la historia sagrada. A pesar de la subordinación de la historia profana a la historia sagrada “dio nacimiento a tres ideas directrices de la conciencia histórica moderna: la idea de la historia como “educación del género humano”, la idea de una evolución de la humanidad comparable a las diversas edades de la vida y, finalmente, la idea de la historia universal.

Así pues, en la celebración de la semana santa podemos reconocer el proceso de evolución de la conciencia histórica. El cristianismo dejo sentadas las bases para comprender el pasado y el porvenir en tanto que perspectivas ordenadoras de la existencia, y mostrar en la historia la revelación y la realización de un orden de fines trascendentes a los de la naturaleza y el cosmos.

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