¿Cómo entender el derecho de los niños a la educación? ¿Cómo se relaciona este derecho con la democracia y con la excelencia intelectual? ¿Cómo proporcionar a los niños oportunidades para que cada uno de ellos de lo mejor de sí, para que logre algo que valga la pena y para que se sienta orgulloso de ese logro? Responder estas preguntas, entre otras, nos ayuda a definir el sentido de “derecho a la educación”.

Debe partirse de que los objetivos de la educación pública deben ser iguales para todos y básicamente son tres: el desarrollo y el perfeccionamiento personal, mental, moral e intelectual (todos deben aspirar a sacar el máximo provecho de sus capacidades, han de poder aprovechar las oportunidades de desarrollo personal que brinda la sociedad), una preparación adecuada para asumir los deberes y responsabilidades de la ciudadanía y proporcionar las habilidades lingüísticas básicas comunes -que incluye la habilidad para estudiar- a todo trabajo (no labor) en el seno de una sociedad en permanente cambio.

Los niños están llamados a vivir y ganarse los satisfactores de sus necesidades de una manera inteligente, responsable y a disfrutar en la mayor medida posible de toda la felicidad que puede hacer plena una existencia humana.

Así pues, la educación pública debe constituirse en instrumento para orientar a los niños para las tres exigencias comunes a todos los ciudadanos: prepararlos para ganarse la vida, permitirles entender las exigencias y modos de actuar en una sociedad tecnológicamente desarrollada y familiarizarlos con el trabajo intelectual. Para ello la igualdad y la excelencia en educación deben formar parte de la intencionalidad del sistema educativo mexicano. 

La igualdad en la educación es predicada bajo la creencia de que en una democracia todos los ciudadanos tienen derecho a los instrumentos necesarios para una activa y bien reflexionada ciudadanía. La excelencia en la educación viene de un compromiso con el aprendizaje, que va de la adquisición de las capacidades básicas de leer, escribir, solucionar problemas, pensar creativa y críticamente.

La igualdad no significa que todos los niños aprendan las mismas cosas de la misma manera, aunque si requiere mínimos márgenes comunes de comprensión. Requiere que las diferencias de capacidad para aprender, de intereses y de propósitos no sean utilizadas para disminuir las oportunidades de aprender o de tener acceso al conocimiento.

Exagerar la desigualdad y desatender la excelencia sirven para minar uno de los más importantes propósitos de la educación de los niños para una ciudadanía inteligente y activa basada en habilidades y conocimientos compartidos. La excelencia de solo algunos no debe obtenerse a expensas de otros. Aceptar la desigualdad corrompe el compromiso con el aprendizaje.

Buscar la igualdad es alentar que los estudiantes exploten todas sus capacidades de aprendizaje y buscar la excelencia. Al buscar la excelencia se le da contenido a la igualdad ya que hacemos un compromiso con la calidad.

Buscar la igualdad y la excelencia implica proporcionar oportunidades para que cada niño de lo mejor de sí, para que logre algo que valga la pena y para que se sienta orgulloso de ese logro. Esto es lo que define el sentido de “derecho a la educación”.

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