La victoria republicana-democrática en México que reivindica la autoridad basada en la soberanía popular es, no sólo un triunfo nacional sino universal.

1821-2022 define la historia del largo camino que dio vida a la soberanía popular en México. Es un proceso donde se han desarrollado varios conflictos a partir de dos conceptos: autoridad versus autoritarismo. Es la historia de dos ideas de legitimación del poder: providencialismo versus laicismo. Se inicia enfrentando dos clases de monarquía, la constitucional versus la absoluta; dos sistemas políticos federalismo versus centralismo; dos ideas de dictadura, la unipersonal (Santa Anna, Juárez, Díaz) y la de partido (PRI); dos ideas de autoridad: soberanía popular versus autoritarismo presidencial. Es la edificación, primero de un Estado y después la construcción de una Nación.

Rastros de estas luchas las encontramos en distintos documentos constitucionales: Cádiz (1812), Apatzingán (1814), el acta constitutiva y la Constitución de 1824, el Acta Constitutiva y de reformas de 1847, Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos del 5 de febrero de 1857 y la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 y sus reformas hasta 2022.

En 1820 los liberales españoles de ambos hemisferios se levantaron en armas y lucharon para que se reconociera la Constitución de Cádiz; ante esta situación el rey español tuvo que aceptar el establecimiento de la Constitución y de las Cortes, con voz y voto, haciendo que en los territorios de la Nueva España los criollos retomaran la lucha por la Independencia de México. El coronel Agustín de Iturbide trato de derrotar a Vicente Guerrero sin éxito, por lo cual le propuso una alianza para lograr la Independencia. El insurgente Guerrero aceptó para obtener la autonomía absoluta de España.

 

En febrero del año siguiente se reunieron -Iturbide y Guerrero- en Acatempan, Gro., donde acordaron las bases del Plan de Iguala, en el que se estableció la declaración de Independencia, bajo la tutela de la Corona española, así como el respeto de la religión católica. Para el cumplimiento de estos acuerdos se formó el Ejército Trigarante, sumándose al plan nuevos caudillos y obteniendo nuevas victorias sobre las tropas del gobierno virreinal, que fortalecieron la independencia. Seis meses después, en agosto, se firmaron los Tratados de Córdoba, en los que se estableció la Independencia de la Nación Mexicana, denominándose Imperio Mexicano, con un gobierno monárquico constitucional.

España no aceptó los Tratados de Córdoba ni la capitulación que había firmado Juan O‘Donojú. Ante esta negativa -en septiembre 27- el Ejército Trigarante entró triunfante a la Ciudad de México, dando así por consumada la lucha de independencia, firmando al día siguiente el Acta de Independencia.

Según Edmundo O´Gorman la independencia se inicia con el llamado Primer Imperio de Agustín de Iturbide y es en este momento que se constituye el inicio de la disputa del ser de México. Dos tendencias rivales disputaran sobre la forma política y social que debía regir a México. Es, en términos filosóficos, un gran debate ontológico semisecular. Ambas tendencias surgidas del monarquismo -unos se inclinarán por el monarquismo liberal, otros por el monarquismo absoluto- formarán parte del grupo de insurgentes; una tendencia mutará al federalismo y, posteriormente, al republicanismo; la otra al centralismo conservando la idea imperial que aún bajo el mando de administraciones federalistas, no dejaba de argumentar a favor del sistema monárquico. El proyecto monárquico, después del fracaso de Iturbide, marchó hacia la dictadura de Santa Anna y ésta al llamado II Imperio con Maximiliano a la cabeza y remató con la instauración de la “república imperial” administrada por los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional.

Por otro lado, el republicanismo-democrático evolucionó con dos revoluciones decimonónicas: la de Ayutla y la de Reforma y se consolidó en la llamada Cuarte Trasformación (4T) en el siglo XXI. Tanto la guerra de reforma (1857-1860), como el inicio del proceso llamado 4T han significado momentos decisivos de la historia de México. Ambos momentos son parte de un proceso político sin posibilidad de transacción. Las dos fuerzas antagónicas tuvieron y tienen noción exacta de la magnitud de la contienda y de su importancia. El saldo de esta guerra ha sido favorable para los reformistas y transformacionistas.

 

Juárez y los suyos pusieron las bases de una sociedad civil al dictar las Leyes de Reforma. La importancia de esta legislación radicó en su ataque al poder político y social del clero al mismo tiempo que iba dirigida también contra las costumbres, los hábitos, los privilegios y más profundamente contra el modo de vivir y de pensar de la mayoría de los mexicanos. Juárez encabezó una revolución en la fue secundado por el esfuerzo de una minoría, muy audaz y muy resuelta. Ése fue su gran mérito: realizar una obra sobreponiéndose al deseo de la mayoría, enfrentándose a viejos hábitos, destruyendo creencias seculares. La actitud de Juárez y los liberales iba en contra del sentimiento de la mayor parte de los mexicanos.

A diferencia de los reformistas, los trasformacionistas lidereados por Andrés Manuel López Obrador, en 2018 triunfan -con el respaldo de la mayoría de mexicanos- la presidencia de la república. López Obrador manifiesta en su toma de posesión: “Reitero: voy a cumplir todos los compromisos de campaña, no le voy a fallar a los ciudadanos y habré de ser fiel en todos mis actos al interés, la voluntad y el bienestar del único que manda en este país: el pueblo de México.” Es así que el gobierno de López Obrador se ha dirigido para eliminar el clasismo, el racismo, la corrupción, la hipocresía, los privilegios y -por medio de la revolución de las conciencias- contra el modo de vivir y de pensar de millones de mexicanos.

Juárez encabezó una revolución en la que fue secundado por el esfuerzo de una minoría, audaz y resuelta. Ése fue su gran mérito: realizar una obra sobreponiéndose al deseo de la mayoría, enfrentándose a viejos hábitos, destruyendo creencias seculares. La actitud de Juárez y los liberales iba en contra del sentimiento de la mayor parte de los mexicanos. López Obrador ha sido capaz de continuar con el proyecto republicano-democrático construyendo una mayoría que dará – como árbol robusto- más y mejores frutos en el futuro.

 

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