Orígenes

La referencia más antigua a lo femenino como “ser en el mundo” se refiere al oriental “yin” de la cosmovisión Taoísta. “Padre-Madre, respiración del universo” son las primeras palabras de una oración inscrita en arameo en una roca en el Monte de los Olivos y se supone que de esta se derivó la versión ecuménica del “Padre nuestro”… de ser así, se cercenó desde muy temprano a la madre de una visión occidental del mundo que prescinde de lo femenino. El arameo es lengua originaria de la antiquísima Mesopotamia. Hasta nuestros días pasamos de una antigüedad que no podía entenderse sin la feminidad como principio, hasta un presente donde se le concede apenas, un día de atención: el Día de la Mujer. Cabe decir que el día de la mujer además se arranca a la modernidad desde la lucha de mujeres rusas en el siglo veinte. Hoy se disputa ideológicamente el origen y las causas de la conmemoración. Pero no es el objetivo de este texto. Su objetivo es preguntar por un olvido, un corte, un silencio ¿por que el padre nuestro no se llama el padre-madre nuestros? ¿Por qué el yin, principio femenino para alcanzar lo incomunicable (el Tao) se perdió? Respuestas hay muchas a estas preguntas. Pero, por qué (algunos) antiguos no padecían este olvido, este corte. Desde el punto de vista taoísta, el acceso a lo innombrable, puertas eternamente abiertas que se trascienden dejando atrás el lenguaje, implica una visión, conciencia y comprensión biunívoca entre un mundo que es necesariamente, imprescindiblemente… diferente. La necesidad de la diferencia, no habla de complejidad ni diversidad sino de los imprescindibles, es decir, de aquello otro sin lo cual, la comprensión solo puede ser incompleta, pero no solo incompleta, sino errónea. Y vivimos en una comprensión errónea del mundo.


El señalamiento contemporáneo de lo patriarcal como hegemonía y dominación es la actualización de un llamado milenario, inmemorial para mejor decirlo, de que la incompletud de lo completo es un error que deriva en el extravío total de la comprensión. De esto se deriva que la comprensión incompleta en la que vivimos como si fuera completa, debe llamarnos a detener el rumbo de, prácticamente, todo lo que hacemos.

Es un error comenzar el padre nuestro como si no hubiera madre, es un error vivir la masculinización del mundo como si la feminidad no fuera necesaria para su constitución. De esa masculinización cercenadora es que se deriva un tipo de hermafroditismo mental, social, cultural y político.

Tal cuestión, nos tiene cayendo en un error solamente lucrativo para el sistema de consumo: la genitalización de la sexualidad (tratada en amplitud por Herbert Marcuse en Eros y Civilización). De la genitalización de la persona, derivamos la cosificación de la persona. La cosificación es, en tanto denuncia, señalar la incompletud usurpando el lugar de la completud. Por supuesto, que en occidente capitalista perviva por lo menos, un día donde el principio femenino es el centro del mundo, nos provee de esperanza. Pero no hay que olvidar qué tal esperanza es producto de la lucha de mujeres con conciencia de clase.

Sin entrar en más detalles, no me queda más que compartir un pequeño cuento (La mitad de todo), más bien personal, escrito ya hace tiempo ( 18 de junio de 2017) en un día en que sentí en el cuerpo la conciencia de la incompletud.

Recuperemos el principio femenino cercenado de nuestra historia, lengua y concepción, incompleta, del mundo y la vida. No está demás decir que para el taoísmo, el universo es hijo de “la mujer misteriosa”.

La mitad de todo

No creerás lo que pasó. Quizá termines por pensar que estoy loco. Yo mismo estoy asustado, porque creo que no hay más explicación que una enfermedad mental, un tipo de horror hermafrodítico. Estoy viendo todo a la mitad, así lo escucho y lo siento. Alguien decía “bue…” y deduzco que esa persona quería decir “bueno”, o decía “perd” y quería decir “perdón”. El resto de la palabra se desvanece. No sucedía sólo con las palabras, es decir, no sólo dejaba yo de oír cada palabra antes de la mitad. Imagínate, entro a la reunión y todos tienen un ojo, un brazo, una pierna. La otra mitad no la podía ver. Imagina estas mitades como quieras, borrosas, huecas, simplemente ausencias medias. Siempre son distintas mitades, a veces más grotescas pero siempre surreales. Disimulé. Uno inmediatamente sabe que eso no puede ser y si lo ve es porque se está mal de la cabeza, de los ojos, de la conciencia, no se. Aparentemente, en el rabillo de mi ojo, todo estaba completo pero una vez que ponía mi atención en algo o alguien, faltaba la mitad. Frente a mis ojos, platos, cuchillos, mesa, botella de vino, todo, estaba partido y falto de la mitad.

Veo que algo está mal en mi cabeza. Así que tengo sentimientos encontrados porque no he tenido el valor de ir al espejo. Te lo digo porque tiznemos una relación de pareja y tienes que saberlo.

Eso no es lo peor.

La alucinación empeoró porque aunque no estás aquí, escuché tu voz, se abrió la puerta, y contigo venía la mitad que le hacía falta a todo.

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