En el terreno de la política la mayor parte de los debates son complejos porque involucran cuestiones de acción. Las cuestiones de acción responden a dos modelos principales: la deliberación sobre qué hacer y el enjuiciamiento de una responsabilidad.

La pregunta “¿por qué no apostamos más al humanismo y al juicio práctico?” formulada por el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en el discurso de celebración por 4 años de transformación, del 27 de noviembre de 2022 fue formulada en plural e invita a una deliberación colectiva y la atribución de una responsabilidad igualmente colectiva en lo que se refiere al “humanismo mexicano”.

El presidente de México convocó a debatir su propuesta de llamar al modelo de gobierno que está aplicando como “humanismo mexicano”. Él mismo argumenta que “la política es, entre otras cosas, pensamiento y acción; y aun cuando lo fundamental son los hechos, no deja de importar cómo definir, en el terreno teórico, el modelo de gobierno que estamos aplicando.”

Argumenta -el presidente- que llamarla “humanismo mexicano”, radica en la necesidad de “buscar un distintivo” que considere y conjunte “que nada humano nos es ajeno, sino porque, nutriéndose de ideas universales, lo esencial de nuestro proyecto proviene de nuestra grandeza cultural milenaria y de nuestra excepcional y fecunda historia política”.

Dicho lo anterior y para proceder lógicamente es necesario esclarecer el concepto “humanismo mexicano” y para ello es necesario darle la palabra al autor de la propuesta y saber que entiende AMLO por humanismo mexicano. Lo hace a partir de la pregunta que el mismo formula “¿cuáles son los principios políticos, económicos y sociales del humanismo mexicano que postulamos y que inspira a la Cuarta Transformación?”

Sus respuestas son:

1) “En lo político no aceptamos el derrotismo, estamos a favor de lo que expresó el Padre de nuestra Patria, Miguel Hidalgo y Costilla: “el pueblo que quiere ser libre, lo será”, y de igual manera, en el terreno de la democracia, consideramos básico actuar como el insigne presidente Francisco I. Madero, que en el Plan de San Luis llamó al pueblo de México, el 20 de noviembre de 1910, a tomar las armas contra dictadura porfirista, porque según sus convicciones, y lo cito textualmente “México estaba gobernado por una tiranía que ha pretendido [sostenía] justificarse a sí misma con el beneficio de la paz y de la prosperidad material; pero esa paz no descansa en el derecho, sino en la fuerza, y esa prosperidad solo beneficia a una minoría, no al pueblo ni a la nación”.

2) “De este criterio se desprende también nuestro fundamento de política económica, pues sostenemos que el progreso sin justicia es retroceso. Nuestra tesis es que no basta el crecimiento económico, sino que es indispensable la justicia. En la nueva política económica, moral y social (…) se ha desechado la obsesión tecnocrática de medirlo todo en función de indicadores de crecimiento que no necesariamente reflejan las realidades sociales (…) consideramos que lo fundamental no es cuantitativo sino cualitativo; es decir, la distribución equitativa del ingreso y de la riqueza. El fin último de un Estado es crear las condiciones para que la gente pueda vivir feliz y libre de miserias y temores (…) más allá del simple crecimiento económico, es fundamental desterrar la corrupción y los privilegios para destinar todo lo obtenido y ahorrado en beneficio de la mayoría del pueblo y de manera específica, en beneficio de los más pobres y marginados.

3) “La estrategia central del gobierno en el terreno de la política social descansa en respetar, atender y escuchar a todas y a todos, pero otorgando preferencia a los pobres y humillados (…) mi lema de campaña por la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México en el año 2000 que “por el bien de todos, primero los pobres”. Esta frase debiera ser la esencia de la actividad política porque es sinónimo de humanismo y una forma distinta de entender la importancia del poder, cuyo ejercicio, como lo he dicho muchas veces, solo es puro y virtuoso cuando se pone al servicio de los demás. Pero atender a los más pobres es también, por si fuese poco, ir a la segura para contar con el apoyo de muchos cuando se busca transformar una realidad de opresión y alcanzar el ideal de vivir en una sociedad mejor, más justa, igualitaria y fraterna. ¿Quién defiende realmente a un gobierno democrático? El pueblo, básicamente el pueblo. (…) Ricardo Flores Magón (…) tenía una frase que me gusta mucho, y la repetí y la repetí y la sigo repitiendo, decía: “Solo el pueblo puede salvar al pueblo” y otro oaxaqueño, el presidente (…) Benito Juárez, un indígena zapoteco, decía: “Con el pueblo, todo; sin el pueblo, nada”. Por eso, ¿quién respalda la Cuarta Transformación?: el pueblo.”

Y algo básico y esencial: nada se logra sin amor al pueblo, quizá en otros tiempos se podía fingir, simular, ir en campaña a pedir votos, abrazar a la gente y luego llegar al cargo y olvidarse del pueblo, a lo mejor en otros tiempos, ahora ya no, el consejo a los jóvenes es que si quieren dedicarse al noble oficio de la política, no olviden que lo principal es tenerle amor al pueblo, querer al pueblo, profundo amor al pueblo, nada se logra sin amor al pueblo”.

La auténtica política es profundamente humana en su fundamento, en su esencia y, sobre todo, cuando se practica en bien de los demás y en especial de los pobres.

Al final de su discurso el presidente profiere lo siguiente:

“Amigas, amigos entrañables: Sigamos haciendo historia. Continuemos impulsando el cambio de mentalidad, la revolución de las conciencias. Hagamos realidad y gloria el humanismo mexicano.

En nuestra próxima entrega responderemos a las siguientes preguntas ¿qué es el humanismo mexicano?, y ¿si es valioso para los mexicanos y la humanidad dicho concepto?

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