La historia de Dios está asociada a la historia de la teología, de los mitos y las religiones. Aquí solo consideraré la relación de la historia de los mitos (narraciones), sus interpretaciones y la teología.

Jenófanes de Colofón, fue el primer teólogo de la historia de la cultura; el primero que trató el problema de Dios. Según Sexto Empírico, Jenófanes afirmó: “Homero y Hesíodo han atribuido a los dioses todo cuanto es vergüenza e injuria entre los hombres, y narrado muy a menudo acciones injustas de los dioses: robar, cometer adulterio y engañarse unos a otros.” Jenófanes criticó el antropomorfismo de los dioses tradicionales a la par que predicaba un nuevo y único dios -que no respira y es ingénito, inmóvil y que todo lo mueve con la fuerza de su mente-, de características próximas a la divinidad de la teología del posterior cristianismo.

Otros griegos antiguos (Teágenes de Regio, Estesímbroto de Tasos, Glaucón, Metrodoro de Lámpsaco, Zenón de Citio, Cleantes de Assos y Crisipo de Cilicia, Plutarco de Queronea, Numenio de Apamea, Cronio, Plotino, Porfirio, Siriano de Alejandría y Proclo de Constantinopla) mostraron un vivo interés por la interpretación de la tradición mítica. Los relatos de Homero y Hesíodo fueron sometidos a crítica, dándose así diversos intentos de interpretación y análisis que no estaban exentos de participación en las ontologías de la época: monismo, pluralismo y metempsicosis pitagórica. Para Jenófanes y sus seguidores, los mitos eran reinterpretados atribuyéndoles un carácter moralista que preservara la figura de las divinidades y permitiera construir mediante ellas una teología, o justificar un sistema de creencias establecido.

Para otros griegos (Hecateo de Mileto, Herodoro de Heraclea, Heródoto, Sócrates-Platón, Evémero de Messina, Palefato, Lucrecio, y Marco Tulio Cicerón) reducían los mitos a algo externo al mismo, ya fueran alegorías, que habían dejado de ser comprendidas, o bien historia deformada por la imaginación de las gentes. Su postura es crítica, polémica y, en ocasiones, agresiva con las creencias míticas, en tanto que las consideraban como una suerte de ofensa a la razón y de ultraje al entendimiento. La meta que perseguía esta corriente interpretativa no era sino desproveer a los mitos de cualquier elemento fantástico o milagroso, con el fin de captar la realidad histórica subyacente a los acontecimientos que plasmaban los mitos.

Platón reconoce la utilidad y el poder de los mitos cuando éstos están en manos de “buenos gobernantes” (la famosa “mentira piadosa” platónica). Platón utilizó el mito en sus diálogos como medio de expresar “lo que está más allá y lo que está más acá del lenguaje filosófico”, y en Timeo explicitó que, en lo que concierne a los dioses y al nacimiento del mundo, es imposible aportar razonamientos enteramente coherentes, y era necesario contentarse con una fábula verosímil. Con Platón nace la utilización de los mitos con intencionalidad política y pedagógica.

Evémero de Messina mantuvo la teoría de que los dioses eran una magnificación de figuras históricas relevantes, esto es, que los dioses eran hombres que fueron divinizados en tiempos remotos a causa de su poder y su sabiduría; de esta manera, Zeus pudo ser el nombre de un poderoso rey. Esta doctrina, conocida como evemerismo, es la primera tesis radical de reducción historicista de la que tenemos conocimiento en nuestra cultura, en relación con la cuestión de la hermenéutica mitológica. Para Evémero los dioses eran seres humanos que fueron divinizados en consideración a sus méritos, y cabe señalar que tal asunción encuentra su basamento en la observación de los regímenes políticos de la época, especialmente en la denominada “monarquía divina” (la atribución a los monarcas de un estatuto divino), institución habitual en la época helenística.

Marco Tulio Cicerón, en su obra Sobre la naturaleza de los dioses, expuso críticamente las interpretaciones epicúreas y estoicas de la Teogonía hesiódica. Según Cicerón, las interpretaciones de los estoicos Zenón, Aristón y Crisipono son las ideas de unos filósofos, sino los sueños de gente que delira”. Cicerón, siguiendo explícitamente a Epicuro, postula que todos los hombres tienen, por su propia naturaleza, una idea anticipada e innata de los dioses (prolepsi o presciencia), y que la existencia de las divinidades debe admitirse por razones de tradición, educación y por convención social. Para Cicerón,la misma naturaleza que nos dio el conocimiento de los propios dioses, imprimió también en nuestras inteligencias la idea de la eternidad y felicidad de los mismos”.

Las tres claves alegóricas desarrolladas por los autores antiguos continuaron siendo utilizadas a lo largo de la Edad Media, en la que la tradición clásica siguió formando parte de la herencia cultural.

Las interpretaciones medievales y renacentistas presentan una peculiaridad distintiva: las numerosas fuentes de datos constituidas por los escritos y manuales de los mitógrafos, junto a la repercusión de éstos como modelos en las representaciones pictóricas y escultóricas de los dioses paganos, unos dioses convertidos ahora en personajes que, negada su consideración de auténticas divinidades, campaban a sus anchas en la literatura y la pintura (lo cual posibilitó la pervivencia cultural de las divinidades antiguas).

Será Durkheim quien, posteriormente, pondrá el acento en la consideración de que la religión y la mitología son una creación del grupo social.

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