No cabe duda que la concepción que tiene de la universidad la actual administración central es meramente tecnocrática, burocrática en la que está totalmente ausente la dirección académica que define el rumbo del quehacer universitario.

Simplemente con ver los diagramas que resumen el supuesto Plan de Desarrollo Institucional, que en el Estatuto Orgánico se denomina Plan General de Desarrollo, puede uno constatar lo miope de esta visión de universidad.

Hay cuatro oficinas que se reparten el control de toda la universidad, tanto de las dependencias administrativas como de las unidades académicas con sus respectivas autoridades personales y colegiadas, incluido el Consejo Universitario. La verdad, la rectoría ni aparece.

El denominado plan se centra en cuatro ejes. Cada eje cuenta con un “equipo líder” y con “agentes transformadores”. En otras palabras, el equipo líder es la parte del aparato que toma el control de otras tantas dependencias administrativas y de gobierno. El primer eje, Gobernanza y Gestión, Incluyentes y con Trato Humano, está a cargo de la Secretaría General y bajo su mando están la Oficina del Abogado(a) General, la Dirección Institucional de Igualdad de Género, la Dirección de Acompañamiento Universitario, la Dirección de Apoyo y Seguridad Universitaria, el Hospital Universitario, el Honorable Consejo Universitario, la Dirección de Recursos Humanos, Calidad (sic), la Defensoría de los Derechos Universitarios y los Sindicatos.

El segundo eje, Corresponsabilidad Social y Solidaria, tiene de “equipo líder” a la Vicerrectoría de Extensión y Difusión de la Cultura y bajo su mando están el Complejo Cultural Universitario, la Dirección de Innovación y Transferencia de Conocimiento, los Complejos Regionales, la Dirección de Servicio Social, el Centro Universitario de Participación Social, el Complejo Deportivo de Alto Rendimiento, la Dirección General de Bibliotecas, Divulgación (sic), Educación Continua, DFE (sic), el Centro Universitario Para la Prevención de Desastres Regionales, la Dirección de Acompañamiento Universitario (que ya tiene dos amos porque también está en el primer eje), la División de Estudios Superiores de Humanidades y de Salud, el Centro de Psicología Integral.

El tercer eje, Educación Desarrolladora para la Transformación, tiene de “equipo líder” a la Vicerrectoría de Docencia y bajo su mando están la Dirección de Educación Media Superior, la Dirección de Educación Superior, la Dirección General de Posgrado de la Vicerrectoría de Investigación (que también ya tiene dos amos), la Universidad para Adultos, la DDI (sic) y ¡¡¡las Unidades Académicas!!! Como dicen en el lenguaje tecnocrático: su cabeza de sector es la vicerrectoría de docencia, ¿quién se fija en que estas unidades incluyen a las autoridades personales y colegiadas de toda la universidad con todas las facultades y atribuciones que les confiere la Ley y el Estatuto Orgánico? La administración no.

El cuarto eje, Modelo de Investigación Abierta y Comprometida, tiene de “equipo líder” a la Vicerrectoría de Investigación y Estudios de Posgrado y bajo su mando están los Investigadores, los Institutos, los Centros de Investigación y los Cuerpos Académicos.

Esta es la estructura de gobierno y de control que la actual administración pretende imponer en la universidad; obviamente al margen no sólo de la letra sino del espíritu de nuestra legislación surgida del consenso alcanzado democráticamente. Estas son las cabezas de sector y todas las dependencias administrativas y académicas se sujetarán y trabajarán para mayor gloria de su “equipo líder”.

Por cierto que no sabemos por ejemplo en qué parte de la estructura está la Coordinación General Administrativa, o la Tesorería General, o la Contraloría General o la Dirección de Administración Escolar. ¿Demasiado poderosas para amarrarlas a una cabeza de sector? Porque si alguna dependencia han tenido que sufrir los estudiantes esa es la DAE, hablando del “trato humano e incluyente”.

Dos cosas saltan a la vista: la supeditación del trabajo académico a una cadena de mando meramente tecnocrático y la parafernalia de dependencias administrativas, algunas de ellas sin nombre, sólo las siglas que no nos dicen nada; y otras que supongo apenas van a nacer, pues no tienen membrete de oficina.

Aunque las 107 páginas que abarca el plan general de desarrollo están plagadas de “paja”, sí hay un proyecto deconstructivo y deshumanizador que los universitarios y universitarias debemos enfrentar para impedir que hundan en el más terrible pantano de la mediocridad a nuestra centenaria casa de estudios.

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