*Por: Mtro. José Leopoldo Castro Fernández de Lara

Al cabo de dos años de cambios en nuestras vidas existen varias formas de integrar (o no) lo que se ha modificado en nuestras vidas: por un lado, están quienes eran propensos al miedo, orden y/u obediencia y decidieron modificar sus rutinas y con ello su estilo de vida para adaptarse a las peticiones que desde las instituciones se promovieron y que terminaron aislándonos por tu propio bien. Todavía hay personas que consideran que somos peligrosos y que es mejor vivir separados pues el contacto supone riesgos para la vida. Quienes piensan así llevan un tiempo y tal vez llevaban un tiempo desde antes de la pandemia- buscando mejorar su casa, su espacio de trabajo y creando lugares seguros para existir en donde la conservación es lo más importante: comer bien, tener dispositivos que les permitan divertirse de mejor manera (una mejor tele, un mejor celular) o utilizar la tecnología para sustituir el contacto (teletrabajo, compras a casa para no salir a la calle, etc.).

En este grupo de personas se ha reforzado como una protección mental que reduce la disonancia cognitiva el juicio hacia los que sí salen, los que no usan el cubre bocas o los que no se vacunan pues les parece que son personas inconscientes o como mínimo poco cuidadosas -algo así como lo que le pasa a una persona que piensa que el divorcio es algo malo y sigue casado a pesar de no ser feliz en ese estado y critica a quienes si se divorcian-.

Hay otro grupo que actúa completamente al revés: piensan que no existe el virus o que es irrelevante y viven su vida al margen de la convención social (se suben al autobús y no usan el cubre bocas, se enojan cuando alguien les pide que se pongan gel, no se vacunan porque creen que les van a meter un chip o que hay una conspiración).

En este segundo grupo existe una infantilización de la realidad con pensamiento mágico que termina también aislando a las personas y simplificando las categorías de nosotros-ellos en oposición a los que tienen miedo.

En ambos grupos existe una percepción de que no les afecta la pandemia como a los del otro grupo. Ya a este punto es importante resaltar que no existen estos grupos es toda una forma de dar sentido a las propias conductas y evitar el juicio sobre sí mismo. La propia estructura mental nos invita a crear y profundizar en la dualidad a través de la creación de categorías (los que se protegen-no se protegen, los que se vacunaron-no se vacunaron, los que cumplen-los rebeldes, etc.) cuando la gran oportunidad de esta situación era disminuirla y descubrir que una enfermedad como esta nos permite acercarnos a la unidad a través del encuentro con otros mientras eliminamos categorías.

¿cómo? Descubriendo que todos tenemos miedo, que todos queremos vivir, que no importa si eres hombre, mujer, joven, viejo, guapo, feo, rico o pobre todos queremos y buscamos lo mismo: ser felices y evitar el dolor. Esta es una oportunidad más que tenemos como grupo social y como individuos de eliminar la distancia con otros seres humanos: con nuestros vecinos, con nuestra familia, compañeros de trabajo y tantas relaciones que aparecen naturalmente en nuestras vidas.

El problema es que seguimos operando con las categorías de antes y una nueva realidad nos invita a crear nuevas categorías y recursos para que nuestra vida se vuelva más vida. Pensar que la pandemia no me hizo nada o no tuvo efecto en mi o que me arruinó la vida es lo mismo pues me inhabilita para integrar los distintos aprendizajes que me podrían servir para mejorar y crecer en mi experiencia humana.

La invitación fue y sigue siendo a integrar la experiencia que después de la crisis va tomando forma en nuestras vidas a través del reconocimiento de nuestra vulnerabilidad y la certeza de que no somos eternos, que nuestra vida en esta tierra tiene fin y por lo mismo es necesario aprovecharla de una manera que nos de crecimiento y dicha y no solamente supervivencia.

No hay reglas para vivir el futuro. Tampoco hay vuelta al pasado; no hay vuelta a la normalidad. Hay creación de algo nuevo que nos permita ser mejores no en términos de éxito sino de sentido. Este sentido es personal pero no se crea solo, requiere de mi participación, de tomar mi vida y ver qué quiero hacer con ella, de preguntarme nuevamente las cuestiones que había dado por ciertas y aprender a navegar en la incertidumbre de la libertad.

*Psicólogo, Psicoterapeuta Gestalt, Maestro en modelos y áreas de investigación en ciencias sociales. Sus temas de interés son la consciencia, la creatividad y el desarrollo humano. Actualmente se desempeña como Coordinador de la Licenciatura en Psicología. Sus temas de interés son los movimientos sociales, las representaciones sociales y en general la psicología social. Instagram: @psicologo.consciencia

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