biografia-columnista-Carlos-Figueroa-Ibarra

En medio del descontento generalizado en diversos sectores de Morena en el país con motivo de la designación de las candidaturas para el proceso electoral del 6 de junio próximo, he escuchado decir que este descontento se debe a aspiraciones individuales frustradas. En pocas palabras: “protesto porque no me tocó”. Me parece que es una simplificación extrema de lo que en realidad está sucediendo en Morena. Haciendo a un lado motivaciones sustentadas en meros apetitos personales, lo que hoy hemos visto en Morena en la selección de candidato/as es un proceso opaco, centralizado y nada democrático. Pero el asunto va más allá de esto. Las noticias que llegan de todas las entidades del país revelan que serán candidato/as no pocos personajes que encarnan lo viejo cuando se supone que Morena está construyendo lo nuevo. Los procedimientos que ha usado la Comisión Nacional de Elecciones también se parecen mucho a los métodos viejos que se suponía deberían desaparecer en el nuevo partido. Las encuestas cuando se han realizado son parte del mundo esotérico que se ha instaurado en el instrumento político de la cuarta transformación.

Los redactores del Estatuto de Morena lo hicieron con el espíritu de construir un partido en el que se objetivara la voluntad política de construir lo nuevo. ¿Qué es lo nuevo? El ánimo inclaudicable de superar el neoliberalismo, volver al Estado en un instrumento al servicio del pueblo, la separación del poder político con respecto al poder económico, la democracia política como una realidad y no como una simulación, la supresión de las oligarquías políticas, la oportunidad para los ciudadano/as de a pie de ocupar cargos públicos y de representación popular, eliminación de la corrupción, la austeridad republicana, el poder como un medio y no como un fin. Y algo fundamental: la revolución de las conciencias, esa reforma intelectual y moral sustentada en el “no robo, no miento, no traiciono”. ¿Y lo viejo?, muy fácil: todo lo contrario de lo que acabo de enumerar. Son diversos los espacios de disputa que hoy tenemos entre lo viejo y lo nuevo: Estado, gobierno, sociedad y el partido que tendría que organizar la voluntad política por lo nuevo. Genera descontento el que un hasta hace poco tiempo entusiasta partidario de Rafael Moreno Valle (Julio Lorenzini), sea hoy el candidato a la presidencia municipal de San Pedro Cholula. Produce indignación que no lo sea una mujer (Tonantzin Fernández) que desde muy joven ha sido lopezobradorista. Y este malestar no radica en lo esencial en una aspiración personal frustrada. Lo esencial del malestar estriba en que no se puede construir lo nuevo con lo viejo.

No se puede construir lo nuevo con personalidades habituadas a lo largo de su vida a un pensamiento neoliberal y a una visión del poder que no se pone al servicio de los demás. No se puede construir lo nuevo escogiendo candidato/as con los viejos procedimientos oscuros y elitistas propios de los partidos del viejo régimen. Tampoco se puede construir lo nuevo con hombres y mujeres que han dicho que aspiran a hacer de sus vidas algo que gira alrededor de lo nuevo y en el camino terminan abyectamente reproduciendo lo viejo. Digo esto porque estoy lejos de pensar que aquello/as que se han subido recientemente a la nave de Morena, por necesidad encarnan lo viejo. Tampoco pienso que los tripulantes y pasajeros que ayudaron a construir esa nave y se subieron a ella, encarnan necesariamente a lo nuevo. Lo viejo es algo que penetra por todos lados y la decencia es algo que se refrenda cotidianamente. En estos años he visto a algunos morenistas de muchos años paulatinamente convertirse encarnación de lo peor del PRI, PAN y PRD. Antonio Gramsci escribió en sus Cuadernos de la cárcel que la superación de lo viejo implicaba que lo nuevo se viera acompañado en parte de lo viejo. Pero una transformación esencial estaba marcada por el hecho de que lo nuevo absorbía a lo viejo y lo ponía a su servicio. Cuando ocurría lo contrario, cuando en una transformación lo viejo que acompañaba a lo nuevo terminaba tragándoselo, lo que ocurría era un “transformismo”, “una revolución pasiva”, un gatopardismo cuya divisa era “que todo cambie para que todo siga igual”.

En Morena lo viejo y lo nuevo coexisten y están en un enfrentamiento encarnizado. No tengo los datos suficientes como para decir que en esta designación de candidaturas lo viejo ha terminado por imponerse a lo nuevo. Sería aventurado decir que las viejas oligarquías políticas son las que se han impuesto. Pero si puedo decir que buena parte de ellas se están reciclando en Morena y están ocupando el lugar de aquello/as en quienes se ha encarnado la voluntad por lo nuevo. Y si esto sigue así, Morena será un gatopardo.

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