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Leer el manifiesto llamado de “los 650” por el número de firmantes que se nos dice lo suscribieron y publicaron el 17 de septiembre, me generó la misma sensación que el manifiesto de los intelectuales del 16 de julio. Los argumentos son los mismos, por tanto mis sensaciones son las mismas. La ultraderecha neofascista, ahora acampada en la Avenida Juárez de la Ciudad de México, sostiene que con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador lo que está emergiendo en México es una dictadura comunista. La derecha neoliberal, más elaborada como para repetir semejante burrada, sostiene que está emergiendo un régimen autoritario de carácter populista que “tiene que parar”. Si en la primera embestida de intelectuales neoliberales suscribieron el argumento treinta personas, ahora en esta segunda embestida lo suscriben 650.

Este documento lo firman los treinta neoliberales más 620 políticos en el sentido amplio de la palabra, artistas, académicos. La mayor parte de ellos estuvieron vinculados a los beneficios y privilegios del régimen neoliberal. Entre los primeros me es posible identificar a Agustín Basave, Juan Francisco Zavala, Jesús Reyes Heroles hijo, Claudio X. González, Rubén Aguilar Valenzuela, Jorge G. Castañeda, Raúl Padilla, Santiago Levy, Ricardo Pascoe, José Woldemberg. Entre los últimos a Antonio Lazcano, Raúl Trejo, Roger Bartra, Sara Sefchovich. Ciertamente entre los firmantes hay personas muy respetables en el mundo de las artes y de las ciencias como Mario Lavista, Eduardo Matos, Enrique Florescano, Olivia Gall, José Antonio Crespo y muchos otros más que dejo de mencionar por razones de espacio. Algunos de los firmantes (barrunto que son los inspiradores y animadores del manifiesto) forman parte de lo que Andrés Manuel llama “intelectuales orgánicos” usando una categoría de Antonio Gramsci: Héctor Aguilar Camín, Enrique Krauze, Roger Bartra, Jorge G. Castañeda, Denisse Dresser para citar algunos. Otros más, sin ser beligerantes intelectuales orgánicos, formaron parte de la elite intelectual privilegiada por el sistema neoliberal. Finalmente están los que provienen del mundo progresista y crítico del orden autoritario instaurado por el PRIAN. Pese a éste último matiz, ninguno de ellos animó un manifiesto tan vigoroso como éste de los 650 cuando José Gutiérrez Vivó o Carmen Aristégui sufrieron la represión de Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto.

En efecto, tengo 50 años de observar el proceso político de México y nunca vi a un grupo de intelectuales y artistas mostrando tal músculo contra un régimen supuestamente autoritario, como el que ahora supuestamente está instaurándose en el país. Y tenían motivos: el golpe al diario Excélsior en 1976, el asesinato del prestigiado periodista Manuel Buendía en 1984, la férrea censura y autocensura durante el príato y el prianismo, la implacable dictadura mediática impuesta por las grandes televisoras en el régimen neoliberal. Hay hipocresía en algunos de los firmantes del manifiesto “de los 650” y amnesia o nostalgia en el resto de los que lo suscriben. El manifiesto parte de un supuesto absolutamente falso: en México no existe libertad de expresión o ésta se encuentra bajo asedio. Basta tomarse el trabajo de escuchar a la mayor parte de los programas de noticias o de comentario político en la radio y la televisión o de leer a la inmensa mayoría de los columnistas de los principales medios impresos, para darse cuenta de que en efecto lo que dice López Obrador es cierto: nunca antes, con excepción del período de Francisco I. Madero, un presidente fue tan criticado, hostigado, vilipendiado e insultado como el presidente actual de México. ¿Por qué entonces se habla de una naufragante libertad de expresión en el país? Haciendo a un lado el encono de los damnificados por la suspensión de jugosos contratos gubernamentales con las revistas neoliberales Nexos y Letras Libres, hay un motivo palpable: las fuerzas progresistas y antineoliberales tienen hoy una tribuna poderosa en las conferencias de prensa mañaneras del presidente López Obrador. Además, los argumentos del presidente son reproducidos millones de veces a través de las redes sociales, porque existen ahora youtubers, twitters y personas comunes y corrientes que usan dichas redes sociales. Todos ellos también expresan sus propios argumentos en contra de los propagandistas neoliberales. En suma, no solo Andrés Manuel, sino millones de los adherentes de la 4T ejercen el derecho de réplica y a veces hasta aplastan con aludes de tweets, muros de facebook, grupos de whathsapp y hasta correos electrónicos los argumentos de las derechas opositoras al gobierno. Ha terminado el pensamiento único propio del viejo régimen neoliberal y eso molesta grandemente a los hipócritas, amnésicos y nostálgicos.

Las derechas y sus propagandistas tienen plena libertad de contradecir, atacar y hasta insultar al presidente y demás funcionarios del gobierno. Y el otro lado de la cancha también ejerce esas libertades. Disculpen ustedes, pero en el medio siglo que llevo de observar lo que sucede en este país, nunca había visto tanta libertad de expresión.

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