“Para el sistema los políticos son prescindibles y desechables, mientras la maquinaria esté intacta”.
Abel Pérez Rojas

Cuando en México se detiene a algún funcionario corrupto de alto calibre –el caso más reciente es Javier Duarte- se desata una especie de purga que sirve como válvula de escape de la ira popular.

Es entendible, son tantas décadas de prepotencia, abuso y complicidad, que cualquier asunto de esta naturaleza unifica voces y provoca que hasta los más parcos manifiesten su hartazgo.

Sin embargo, pasado el espectáculo mediático que suele acompañar a cada una de estas detenciones de relumbrón, las cosas siguen como de costumbre: unos cuantos enriqueciéndose a manos llenas al amparo del poder, de las relaciones o el fuero, mientras millones siguen su viacrucis del día con día.

Todo esto es un ciclo que se repite infaltablemente en cada sexenio, de tal manera que cada administración tiene muy bien identificada la ruta: alguna detención espectacular al inicio de la gestión –para dar pie a que la sociedad crea que ahora sí las cosas van en serio- y siempre tener en la lista de espera a más de algún político dispuesto a caer en desgracia para recurrir a su detención en caso de que los índices de popularidad estén a la baja –como es el caso del presidente Peña- o cuando la ira amenace con desbordarse por el aumento de los precios –como el gasolinazo- o para desviar la atención de algún otro tema que no convenga tener mucho tiempo en las ocho columnas de los medios.

El fenómeno es cíclico y puede repetirse cuantas veces sea necesario porque finalmente los políticos son desechables y prescindibles.

Los rostros y los nombres pasan –como en su momento fueron los Gordillo, los Hernández Galicia, ahora los Duarte y mañana los que vengan-, pero lo que importa, claro, para los dueños del show, es que la maquinaria siga intacta para que ellos -ahora convertidos en corporaciones dinásticas-, puedan seguir moviendo los hilos sin despeinarse, y como buenos titiriteros nos cuenten historias de fantasía.

Ver las detenciones de políticos corruptos bajo este contexto nos permite vacunarnos del jolgorio oficial y del desánimo popular que emerge después de algunas semanas.

¿A poco no queda un vacío que indigna después de ver que nada cambia al concluir la pasarela mediática del villano favorito del momento?

Es verdaderamente patético ver como una y otra vez se le apuesta a la mala memoria del pueblo para repetir cuantas veces sean necesarios los libretos que conforman los usos y costumbres de la política mexicana.

Lo peor es que siguen funcionando, y al parecer les seguirán dando resultado mientras predominen entre nosotros la ignorancia y la miseria.

Vale la pena pensar y actuar a profundidad para que cada uno de nosotros no engrose las filas de quienes le dan cierto margen de creencia a estas burdas puestas en escena.

¿Usted es de los que cree que por sí solas las detenciones de políticos corruptos van a cambiar las cosas?

¿Qué le parece?
Abel Pérez Rojas (@abelpr5) es escritor y educador permanente.

*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7.

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Nació en Tehuacán, Puebla, el 6 de enero de 1970. Es poeta,conductor de programas de radio, académico y gestor de espacios educativos. Funda y coordina Sabersinfin.com