Fermín Alejandro García/Cuitlatlán/La Jornada de Oriente
La visión que han difundido los morenovallistas de que la Secretaría General de Gobierno (SGG) ha quedado en manos de un operador del más alto calibre en la figura de Diódoro Carrasco Altamirano solamente se lo creen algunos incautos de Puebla, ya que en Oaxaca –en donde fue senador, gobernador y diputado federal– el político panista vive en el descrédito y se le responsabiliza del actual caos que se sufre en esa entidad, que tiene frenada la economía, el desarrollo y la estabilidad social.
Para nadie es un secreto que el actual gobernador de Oaxaca, Gabino Cue Monteagudo, es una hechura de Diódoro Carrasco, ya que el mandatario tiene a funcionarios clave que son del grupo político de Carrasco y que muchas de las decisiones del Poder Ejecutivo primero se le consultan al nuevo titular de la SGG de Puebla.
En Oaxaca se ve a Diódoro Carrasco como un político que no sabe ganar elecciones, luego de que en 2012 fue derrotado en la contienda por una senaduría; como un personaje que en público se muestra cordial, pero en privado es explosivo y visceral; que es un traidor, ya que sus principales cargos los obtuvo en el PRI y acabó en el PAN para obtener una curul en San Lázaro; y que ha estado atrás del gobierno de Gabino Cue, el cual es calificado como el peor y el más inestable de los últimos años.
El papel que jugará Diódoro Carrasco en Puebla será la de ser un operador político de mano dura, para amedrentar y obligar a alcaldes de todos los partidos a apoyar la campaña electoral del PAN, además de dar un último impulso al proyecto presidencial de Rafael Moreno Valle Rosas, el cual está en una etapa crítica por no despegar en el electorado del país.
De alguna manera el nombramiento de Diódoro Carrasco muestra la incapacidad de Moreno Valle de reclutar a operadores político de alto nivel, ya que su fama de gobernante autoritario provoca que muchos rehúyan a colaborar con él.
Es cierto que Diódoro Carrasco fue subsecretario y secretario de Gobernación federal, pero fue en el sexenio de Ernesto Zedillo en el cual la apatía del presidente hacia la política y la falta de operadores eficientes, hizo que muchos conflictos sociales se agravaran y ello contribuyó a que el PRI perdiera Los Pinos en los comicios del año 2000.
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