Editorial Ángulo 7
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Recientemente, el secretario de Seguridad Pública, Daniel Cruz Luna, confirmó que el móvil del asesinato de “El Tiburón” en Puebla fue por estar involucrado en actividades ilícitas. Dicho sujeto pertenecía a la policía municipal.

A Alejandro N. lo desaparecieron a finales de febrero pasado. La última vez que se le vio fue en un autolavado de la 11 sur y 79 poniente de Puebla capital. Allí, un comando armado entró y lo privó de la libertad junto a dos trabajadores del lugar.

Posteriormente, fue ultimado Adán N., exelemento de la policía estatal, y que se encontraba en proceso de baja por su “mal actuar”. Los hechos ocurrieron en Peri Plaza, también en la capital poblana.

En dicho acto, cuatro policías municipales quedaron heridos, mientras que los agresores huyeron del lugar. Aunque el secretario Cruz Luna dio una explicación sobre los hechos, queda en duda el actuar de la policía poblana, encargada de salvaguardar la seguridad de la ciudadanía.

Sabemos que los policías se someten a pruebas de confianza para formar parte de las corporaciones; no obstante, valdría la pena saber cuántos elementos las pasan y cuántos las reprueban.

Y es que hay ejemplos de funcionarios que se enquistan en el poder. El más reciente es el de Uriel Carmona, fiscal de Morelos. De acuerdo con la Secretaría de Gobernación federal, de cuatro pruebas de confianza, todas la reprobó. Aun así, el fiscal se mantiene como titular de la fiscalía.

No es más fácil limpiar una institución de seguridad después de que durante muchos años se propagó la corrupción de los gobiernos neoliberales. Es un reto complicado. Pero ese es precisamente el reto de la SSP de Puebla, para evitar que más casos como el de “El Tiburón” sigan existiendo.

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