En nuestro país, celebrar la Noche Buena y las posadas que preceden a esta festividad son una tradición que data de hace varios años, se trata de un legado de los españoles católicos y parte también de la evangelización, no obstante, esta celebración también está relacionada con la fiesta que celebraban los aztecas en la época invernal, por el advenimiento de Huitzilopochtli, dios de la guerra.

Hasta hace algunos años, en estas celebraciones no faltaban las piñatas (de las cuales hablaremos en otro artículo), los aguinaldos con dulces de colación y cacahuates, además de los faroles hechos de papel de distintos colores y luces de bengala que iluminaban las noches. Las posadas eran el lugar y espacio para reunir a la familia en alguna casa o bien a la gente en el atrio de un templo. En aquellas noches frías, todo comenzaba por ordenarnos en filas para cantar la letanía y llevar a los peregrinos pidiendo posada. Previo a comenzar los cánticos, a las personas se les entregaban pequeñas velas encendidas de distintos colores, ese era el momento donde comenzaba lo interesante y tenebroso, pues siempre había que cuidarse de la persona que iba detrás de ti, cuántas veces no terminamos las mujeres con los cabellos dañados porque el niño que estaba detrás se había distraído y había quemado las hermosas cabelleras.

Los cantos se hacían fuera de casa y al final se tocaba a la puerta del dueño pidiendo posada para los peregrinos que venían cansados. Una vez que nos abrían las puertas, nos repartían los tradicionales buñuelos de rodilla espolvoreados con azúcar, tamales y por supuesto y para entrar en calor, la bebida del ponche elaborado con frutas, piloncillo, y canela ya para los adultos con su piquete (alcohol).

El ponche, es una preparación que tiene su antecedente en la caña de azúcar, y a su vez en la bebida alcohólica producida por la fermentación de la caña, la melaza. A decir de Beatriz Scharrer, la caña de azúcar es muy antigua, 15 mil años antes de Cristo y su domesticación está determinado en Melanesia, de ahí pasaría a China y posteriormente a la India. Fue en China donde “se dio un proceso de descubrimiento de técnicas de refinación”, esto independientemente de lo que se practicaba en la India donde se conocían distintos tipos de azúcar. En la India se hacían bebidas con azúcar y otros ingredientes como té. Sin embargo, y a decir de Françoise Aubaile-Sallenave, una de las primeras menciones del ponche es con los ingleses, quienes al instalarse en América, en Barbados en 1627, aprenderían el cultivo de la caña de azúcar y en Brasil conocerían su destilación y al “kill devil” (matadiablo) que tomaban los esclavos negros que cultivaban la caña de azúcar, siendo esta una bebida barata, siendo la palabra “rum o rhum” que aparecería después. A este “kill devil”, los ingleses que navegaban agregarían jugo de limón, azúcar y agua tratando de suavizar el sabor. Tiempo después aparecería el “bolle ponche”, palabra inglesa para referirse a una bebida que se acostumbraba por los ingleses en las Indias Orientales hecha con azúcar, jugo de limón, ron, macis (arilo de la nuez moscada) y bizcocho asado.

Con el tiempo, esta bebida se daría a conocer en otras partes, y por supuesto en nuestro país. Ya en el “Nuevo cocinero mexicano” del siglo XIX, se hablaba del ponche, pero no la tradicional bebida que conocemos actualmente, sino de ponches de café, de té, de huevo y hasta de maíz, todos incluían azúcar y algunos contenían ron. Se trataba de bebidas que había que tomar calientes. Es en recetarios del siglo XX donde ya se encuentra el ponche con frutas, con trozos de caña de azúcar, ciruelas, naranjas, canela, tejocotes, piloncillo y, por supuesto, ron.

Vayamos pues a tomar un ponchecito caliente con su piquete que, el frío está bueno.

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