Que agradable resulta ese aroma que respiramos cuando pasamos por una cafetería donde se están tostando los granos de café. Aquel perfume nos embriaga y conduce al cielo, bien quizá al infierno, todo depende del lugar al que queramos viajar

Esta bebida y el café tienen una larga historia que data de por allá del siglo IX en Etiopía. Se dice que su nombre proviene del reino de Kaffa en Etiopía, donde le llamaban “qahwa”. Desde su brinco a la península de Arabia y luego a Siria, Constantinopla, Turquía y más tarde por Europa en España, Inglaterra y Francia, el grano de café estaría mediado por los árabes, quienes celosamente hervían y tostaban los granos de café para impedir que germinara en otros lugares. Finalmente, la planta de café habría salido y se sembraría en Holanda y tiempo después se expandiría hasta llegar a América.

En aquellos viajes y permanencia del café por Inglaterra, se establecería la primera cafetería en Londres en 1652, sin embargo, al cabo de unos años estos espacios donde se tomaba café resultarían problemáticos. Pero veamos por qué.

Según Salvador Novo, “el café aspira como Mahoma, a la dominación”, “el árabe bebe un café cuya preparación es complicada, porque el café lo vuelve más árabe.” “Los pueblos saben elegir lo que les eleva.” Sobre esto, los primeros cafés que se establecieron fueron poco a poco punto de reunión de políticos, literatos, poetas y artistas, entre otros. Eran espacios donde se discutía y se abría paso a las ideas, algo que no fue del agrado del rey de Inglaterra Carlos II por considerarlos lugares donde se conspiraba, de modo que en 1675 mandó cerrarlos, sin embargo, aquel intento fracasó.

Aquellas tertulias que tenían lugar en los cafés, hacían que los hombres pasaran largas horas en las mesas de los cooffe houses donde había periódicos y gente que discutía y criticaba al gobierno y donde además había de hombres de negocio, eran, según Leopoldo Costa “las universidades de a penique” que por el precio de una taza de café se escuchaba y participaba de las charlas que ahí tenían lugar.

Tantas horas de los hombres en los cafés hacía que no estuvieran en sus respectivas casas, sobre lo cual se publicaría una petición en 1674, que no se sabe si fue escrita realmente por mujeres o por hombres, pero en la que se decía que aquella bebida ocasionaba ciertos inconvenientes sobre el sexo de los hombres que los debilitaba por el exceso de la bebida, esto es, disminuía su virilidad. Sobre lo cual, se publicaría otro escrito donde los hombres indicarían que eran calumnias inmerecidas sobre el café contenidos en un panfleto.

Sea verdad o sea mentira, el café es uno de los grandes placeres de la vida y así continuaría su viaje por otras partes del mundo haciendo historia…

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