Con retraso y fragmentada, pero con ilusión, caravana migrante cruza Puebla
Con retraso y fragmentada, pero con ilusión, caravana migrante cruza Puebla. Foto: EsImagen
Con retraso y fragmentada, pero con ilusión, caravana migrante cruza Puebla
Con retraso y fragmentada, pero con ilusión, caravana migrante cruza Puebla. Foto: EsImagen

No han dormido en un día desde que salieron de Veracruz la mañana del sábado, no quieren detenerse, vienen retrasados y fragmentados por culpa del gobierno, que les prometió transporte y no les cumplió. Dejaron a su familia, amigos y su país para llegar a otro, con la ilusión de que su vida será mejor.

La gran mayoría son de Honduras, pero también hay guatemaltecos, salvadoreños y hasta mexicanos que vieron en la “caravana migrante” la mejor oportunidad para llegar a la frontera con Estados Unidos.

No hay líderes visibles y, quienes se comportan como tal niegan serlo. Nadie sabe cuántos migrantes son, cuántas mujeres, hombres o niños hay.

Los camiones que prometió el gobernador panista de Veracruz, Miguel Ángel Yunes Linares, no llegaron y los aproximadamente mil 500 migrantes que se irían en ellos a la Ciudad de México tuvieron que separarse para llegar por sus propios méritos.

Un contingente de mil personas llegó a Puebla la noche del sábado, otro lo hará el lunes para partir de nuevo en uno solo hacia la capital del país tras 21 días de viaje desde que la caravana dejó Honduras.

En el polideportivo Xonaca durmieron 400, el resto lo hizo en la parroquia de la Virgen de la Asunción, en La Libertad, donde la mañana de este domingo se reunieron todos en espera del grupo que salió retrasado.

Con retraso y fragmentada, pero con ilusión, caravana migrante cruza Puebla
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Huyen de la delincuencia y el gobierno

En el parque de la colonia Aquiles Serdán esperan mientras unos comen, otros duermen, algunos participan en la misa del mediodía o solo descansan en el pasto mientras recuerdan lo que han dejado atrás y con incertidumbre imaginan lo que les espera.

Hay quienes se niegan a hablar porque temen que las noticias lleguen a su país y el gobierno de Juan Orlando Hernández Alvarado tome represalias contra los seres queridos que dejaron en casa.

Una pareja con dos hijos (una niña y un niño) comen hojaldras; señalan que huyeron de la inseguridad y la delincuencia. “Allá la gente mata por gusto” –afirma ella– “si tienes un negocio, te piden una cuota; si tienes dinerito, te roban o se llevan a tus hijos”.

“La Mara (Salvatrucha) –organización criminal nacida en 1980– se lleva a los jóvenes, para llevar droga o para robar, los propios soldados son parte de ellos y el gobierno no hace nada”, señala Roberto, que trabajaba como albañil y cuenta el clima social de Honduras parecido al de México.

Estados Unidos ayuda al presidente, él dice en los medios que apoyan a la gente, pero no dan nada; muchos niños mueren porque en los hospitales inyectan agua en lugar de medicinas y en las escuelas no hay clases porque los maestros protestan y el gobierno les echa a los policías”, relata.

La pareja de no más de 35 años de edad coinciden en que el objetivo es llegar a la unión americana, pero si su sueño se ve frustrado se quedarán en México, porque pregunta él: “¿para qué regresamos a Honduras?, para morir”.

Trabajo precario e insuficiente

Lucía es estilista, tenía su negocio desde hace 3 años, pero lo que ganaba no le alcanzaba para mantener a sus tres hijos y su madre, que padece diabetes y es sorda.

Cuenta con los ojos humedecidos que la lección más importante que ha aprendido en el último mes fue el “valorar lo que se tiene”. Confía mucho en dios, refiere que él “abrirá la frontera” si lo quiere y, si no, se quedará en México, pero ve imposible regresar a su país.

Rafael estudió una carrera técnica en Informática, aunque sin empleo fijo y al mes reunía unas 2 mil lempiras (mil 650 pesos mexicanos) de trabajos que hacía por su cuenta y, a pesar de que es soltero y vivía con sus padres, se rindió de intentar superarse en su país.

Ahora viaja solo y su intención por el momento es solo llegar a la Ciudad de México, conseguir un empleo y estar tres o cuatro meses, para después partir en busca del “sueño americano”, pues considera que en caravana no se podrá cruzar la frontera.

Como tiene dos tíos y un primo en el país vecino, llegará solo y les pedirá ayuda para cruzar. Ese es su plan y lo explica muy convencido de que funcionará. Tampoco piensa volver y lo resume en una frase: “prefiero morir en el camino que morir en Honduras”.

Manuel también sabe que morir en el viaje es una posibilidad; cuenta que en Chiapas falleció un hombre al caer de un camión en el que se trasladaban y saliendo de Guatemala vio morir a otra mujer que ya venía enferma. Cree que la caravana es una familia y se apoyarán para continuar.

Se consideran familia

Paradójicamente, en medio de esa gran familia se formó otra. En la misa que se celebraba se casó un hondureño de nombre Isaac Reyes con Janeth, una joven poblana con la que tenía 12 años de relación, sin imaginar que el día de su boda, la iglesia que eligieron para unirse recibiría a la caravana migrante.

Ropa, zapatos, fruta y pan de muerto proveniente de las ofrendas, cobijas y productos de higiene personal fue lo que más recibieron los migrantes como apoyo por parte de los poblanos; mientras unos entregaban la ayuda al personal de la parroquia, otros más llegaban a repartirlo en persona, deseando a las familias éxito en el viaje y una vida mejor que la que han abandonado.

Los mexicanos son buenos; no somos delincuentes, algunos nos llaman así, pero solo queremos trabajar, de lo que sea; no dejamos Honduras por gusto, nadie deja su país por gusto, lo dejamos porque allá no se puede vivir”, explica Julio al admitir que extrañará su país, pero no la situación en que estaba.

Tiene tres hijas y una esposa que no vienen con él, pero que promete apoyar desde Estados Unidos. Cultivaba café y ahora espera trabajar en otra cosa, aunque no sabe en qué; desconoce qué tan lejos está Puebla de su destino y no sabe qué va a hacer si no logra cruzar.

Se despide, está empezando a llover y es parte del grupo que deberá ir a otro albergue o buscar un lugar para dormir, porque la parroquia ya está llena.

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