Lo femenino es aquello que en última instancia hace posible la política.

M. M. Matthes

En septiembre de 2023 al iniciarse la primera fase del Sínodo de la Sinodalidad, la Iglesia Católica abrió la puerta para seguir hablando de mujeres diáconos.

Esto ocurrió 53 años después de aparecer la consigna proclamada por el feminismo radical desde principios de la década de 1970 -“lo personal es político”-, tratando de borrar la frontera trazada entre Estado (público, político) y sociedad (relaciones sociales, familia, vida privada) que teniendo sus orígenes teóricos en la Roma de Cicerón y la cristianización de la teología de Aristóteles por Tomás de Aquino en el siglo XIII, se consolidaría -en términos de pensamiento político- con el liberalismo del siglo XVII.

El Sínodo de la Sinodalidad fue convocado 43 años de la entrada del feminismo -en 1980- en la historia del pensamiento político. Cabría inscribir en este contexto las relecturas feministas de la obra de Maquiavelo al calor de la irrupción de la mujer, en tanto que mujer como sujeto político, dentro de la reacción del llamado feminismo de segunda ola (N. Fraser, Fortunas del feminismo) a la separación y hermetismo entre la esfera privada, a la que tradicionalmente ha sido relegada la mujer, y la esfera público-institucional en que son llevadas a cabo las decisiones políticas, históricamente reservada a los hombres.

La primera fase del Sínodo de la Sinodalidad, fue la gran reunión de Francisco para adaptar a la Iglesia al siglo XXI y se cerró con la aprobación de un documento de síntesis que propone que la Iglesia católica siga discutiendo cuestiones como la posibilidad de que las mujeres sean diaconisas (paso previo al sacerdocio).

En el documento mencionado se pide a la Iglesia un fuerte compromiso para acompañar y comprender a las mujeres en todos los aspectos de su vida, incluidos los pastorales y sacramentales. Las mujeres “exigen justicia en una sociedad marcada por la violencia sexual y las desigualdades económicas, y por la tendencia a tratarlas como objetos”.

Muchas mujeres también hablaron de una Iglesia que hiere: “El clericalismo, el machismo y el uso inadecuado de la autoridad siguen marcando el rostro de la Iglesia y dañando la comunión“. Se requiere una “profunda conversión espiritual y cambios estructurales”, así como “un diálogo entre hombres y mujeres sin subordinación, exclusión ni competencia”.

Las opiniones sobre el acceso de las mujeres al diaconado fueron diversas. Para algunos es un paso “inaceptable”, “en discontinuidad con la Tradición“; para otros restauraría una práctica de la Iglesia primitiva; otros lo ven como “una respuesta adecuada y necesaria a los signos de los tiempos” para “renovar la vitalidad y la energía en la Iglesia”.

También están los que expresan “el temor de que esta petición sea expresión de una peligrosa confusión antropológica, aceptando que la Iglesia se alinee con el espíritu de los tiempos”. Participantes del Sínodo pidieron continuar “la investigación teológica y pastoral sobre el acceso de las mujeres al diaconado“, utilizando los resultados de las comisiones especialmente creadas por el Papa y las investigaciones teológicas, históricas y exegéticas ya realizadas.

También se reiteró la urgencia de “garantizar que las mujeres participen en los procesos de toma de decisiones y asuman funciones de responsabilidad en la atención pastoral y el ministerio“, y, por lo tanto, el derecho canónico debe adaptarse en consecuencia.

También señalaron que deben abordarse los casos de discriminación laboral y de remuneración injusta, incluidos los que se dan en la Iglesia, donde “las mujeres consagradas son a menudo consideradas mano de obra barata”. En cambio, debe ampliarse el acceso de las mujeres a la educación teológica y a los programas de formación, incluyendo la promoción del uso de un lenguaje inclusivo en los textos litúrgicos y en los documentos de la Iglesia.

En el Sínodo se advirtió también contra la “persistencia de un estilo autoritario, que no deja espacio para el diálogo fraterno”. Es aquí donde se generan casos de abusos de diversa índole contra personas consagradas y miembros de agregaciones laicales, especialmente mujeres. El problema, señalaron algunos participantes, “requiere intervenciones decisivas y adecuadas”.

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