Círculo de Escritores Ibero Puebla
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Por Melissa I. Mendoza Bernabe 

Cada período histórico se caracteriza por cambios que responden a las necesidades y realidad de su tiempo. Estos parámetros nos permiten comprender el paso de la historia en el camino de la humanidad, desde el nivel micro (la cuadra de una colonia) hasta el nivel macro (país, continente y mundo). Asimilar esta gran imagen es fundamental para visualizar cómo múltiples factores inciden en nuestro presente, siendo algunas consecuencias de acciones pasadas y otras que apenas se están construyendo para el futuro. 

Generalmente, no somos conscientes de todos estos cambios. La percepción del tiempo y la demanda de ser multitareas en este momento histórico poco permiten asimilar estas transformaciones. Es más común reconocerlas cuando existe un efecto real en el entorno, como la variación de precios en algunos productos o el uso habitual de alguna aplicación que antes parecía innecesaria. Todos estos sucesos son propios de los pasos que va generando la humanidad desde la individualidad permeando en la colectividad

La palabra “desarrollo” curiosamente no solo se aplica a seres vivos; la definición nos permite usarla para objetos, personas, plantas, entre otros. Sin embargo, lo que quiero destacar es la intención de la palabra en sí. Desarrollo implica, dentro de nuestra imagen mental, un crecimiento, algo que se transforma y llega a una versión diferente para mejorar. Al mencionar “desarrollo humano“, podemos entenderlo desde la unidad (una persona) hasta la totalidad (la especie humana). 

Particularmente, el desarrollo de la humanidad invita a la reflexión de preguntarnos ¿Qué nos puede indicar la mejora de la humanidad? Como mencioné al principio, podríamos tomar algún invento para evidenciar que la especie humana se ha desarrollado, pero la pregunta sigue vigente ¿Es realmente así? ¿Cómo podemos garantizar que todos los avances que hemos logrado como humanidad nos han llevado a una mejor versión? La pregunta es una invitación para analizar lo que hacemos y desde dónde lo hacemos, ya que no implica únicamente una acción individual, sino es la suma de muchas acciones, decisiones e intenciones de la humanidad como tal. 

El punto central que quiero expresar es reconocer la fuerza y el objetivo primario del desarrollo humano, es decir, que nace en pro de los que lo están creando para que los que vienen detrás puedan usarlo, disfrutarlo y continuar mejorando las condiciones para los próximos. Es pensar en que lo que hago hoy es para el presente, pero tendrá vida y significado para el futuro. Maturana (1995) explica que la emoción define la acción humana y, por ende, su relación y sentido. En otras palabras, lo que mueve a un quehacer será lo que marque el tiempo y el transcurso del desarrollo de la humanidad

Dado esto, podemos preguntar nuevamente ¿Qué vale la pena dejar? Sin demeritar ninguna respuesta que tenga la intención de poner algo en servicio para los que viven hoy y seguirán mañana, pienso en que más allá, el valor de hacerlo por el otro, por los que no conocemos y que en unos años seguirán en la tierra, es uno de los valores humanos que desde mi punto de vista cargan de un sentido fuerte a las acciones, especialmente me refiero a la empatía

Opto por la empatía como un valor primario porque nos lleva a pensar en el desconocido, en el anónimo, en lo que aún no existe y que dentro de esa ambigüedad queremos el bien para ellos y para esa realidad que aún no es tangible. No obstante, no solamente imagina escenarios distantes, también te relaciona con lo más cercano, es decir, te invita a mirar lo que siempre ha estado ahí y de lo cual podemos hacernos cargo. La empatía es proximidad, es dar la mano, reconocer, sentir y accionar. Por eso, la considero como la energía con la cual deben cargarse las acciones del presente para mover al futuro a un lugar donde, además de invenciones óptimas para facilitar el día a día, exista un entorno que busca cuidar a los demás. Para que un futuro exista, hay que cuidar a los que están en el presente como queremos que cuiden a los demás, la empatía es una serie de pasos conjuntos y congruentes para construir una realidad para y con los demás. 

Referencia: 

Maturana, H. (1995) La ciencia y la vida cotidiana: la ontología de las explicaciones científicas en Watzlawick, P. y Krieg, P. (Eds.) El ojo del observador (pp. 157-194) Gedisa. 

La autora es académica de la Universidad Iberoamericana Puebla. 

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*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7.

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