Con experiencia en el manejo de la comunicación política y del poder, el presidente López Obrador cambió el territorio de la narrativa planteado por el The New York Times y lo llevó de la narcopolítica al teléfono celular publicitado la corresponsal del diario. De todos modos, la lectura de las dos notas últimas –del excorresponsal Tim Golden y de la corresponsal Natalie Kitroeff– revelaron el intervencionismo no de la Casa Blanca, sino de la DEA y sin la autorización del Departamento de Justicia como cabeza burocrática del grupo.

El debate sobre la nota de Kitroeff debió centrarse en el incumplimiento de las rigurosas reglas periodísticas de verificación de hechos y de datos, al grado de que el punto más importante hacia la comunidad político-periodística de Estados Unidos fue el contundente desmentido de la Casa Blanca sobre la denuncia del reportaje: Estados Unidos no investiga al presidente mexicano por el tema del narcotráfico. El diario había mentido.

De nueva cuenta se acumulan indicios que revelan un hecho que la ingenuidad periodística de los enviados del Times y otros periódicos estadounidenses suelen olvidar: la relación del Gobierno de Estados Unidos con los presidentes y expresidentes mexicanos es simple y sencillamente de seguridad nacional, como se percibió en octubre de 2020 cuando el severo reclamo de Palacio Nacional por el arresto del exsecretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos Zepeda, obligó al todopoderoso Departamento de Justicia a echar abajo el operativo de la DEA.

El presidente López Obrador –y este es el contexto de la nota de Kitroeff– ha exhibido los métodos imperiales de la DEA, ha obligado a la agencia a someterse a reglas de control que ningún otro país del mundo se ha atrevido y en los hechos le ha quitado el poder para realizar operativos dentro de México. Las dos últimas notas del excorresponsal Golden y de la corresponsal Kitroeff han tenido todo el tufo de manipulación informativa de la agencia antinarcóticos.

El NYT no ha entendido que la relación periodística de medios estadounidenses con México pasa por el complicado filtro del nacionalismo mexicano, como lo demostró en 1998 el monumental estudio del investigador Sergio Aguayo Quezada titulado El panteón de los mitos. Estados Unidos y el nacionalismo mexicano, su tesis de doctorado publicada en el Colegio de México.

Aguayo revisó nada menos que 7,000 textos periodísticos del NYT de 1948 a 1997 y detectó precisamente el papel del nacionalismo mexicano en las relaciones bilaterales, llevado a situaciones de resistencia histórica respecto al enfoque de dominación estadounidense. En 2006, Lorenzo Meyer, historiador de relaciones bilaterales del Colmex, definió el principio de “nacionalismo defensivo mexicano” frente al acoso estadounidense.

Con habilidad en el manejo de los escenarios de comunicación, el presidente López Obrador se aprovechó de la ingenuidad profesional del NYT y su obligación de solicitar comentarios a notas por publicar, pero adelantándole contenido de las denuncias a las personalidades afectadas. En lenguaje político mexicano, aplicó la estrategia se llama control de daños. Y, como el propio presidente mexicano lo señaló, la difusión del teléfono de la corresponsal no fue un error, sino parte de la astucia y lo probó el cambio el escenario de la narrativa de la denuncia de la narcopolítica de México en base a fuentes dudosas de la DEA a la defensa de la privacidad de la periodista. Y la reacción airada de aliados al bloque opositor mexicano de difundir teléfonos privados del hijo del presidente y de la candidata de Morena también le dio la razón a López Obrador de que el NYT era parte de la campaña presidencial opositora mexicana.

Estados Unidos tiene muy claro que el trato con los presidentes y expresidentes mexicanos son un tema de seguridad nacional, aunque algunos sectores mexicanos estén brincando de gusto suponiendo que en la Casa Blanca se elabora un expediente para –en términos muy directos– arrestar a López Obrador una vez que termine su periodo presidencial, pero olvidando el mensaje que dejó el imprudente arresto del secretario de la defensa mexicana por parte de la DEA, la contundente respuesta de Palacio Nacional y la decisión de la Casa Blanca y el Departamento de Justicia para cancelar un expediente judicial tan importante por primera vez en su historia.

Como parte del establishment del poder imperial dominante de Estados Unidos, el The New York Times quedó ya desenmascarado.

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Política para dummies: la política es un juego de tensión dinámica del poder.

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Periodista desde 1972, Mtro. en Ciencias Políticas (BUAP), autor de la columna “Indicador Político” desde 1990. Director de la Revista Indicador Político. Ha sido profesor universitario y coordinador...