Editorial Ángulo 7
En este espacio vertirmos la opinión de nuestro medio, siempre con una visión contructiva Credito: Elaboración propia

Estamos cada vez más cerca de que se lleve a cabo el proceso que definirá a quienes serán los representantes populares; pero que a su vez llevará a que al interior de cada partido haya un reacomodo y restructuración.

Morena ha tomado como bandera la unidad “vamos juntos por la unidad, “hay unidad en Morena”, “siempre con la unidad”, etcétera, etcétera. Pero ¿qué es la unidad? ¿realmente hay garantía de que no haya ruptura interna?

Pareciera que Morena ha caído en una dinámica de resolver dicha acción asegurando un cargo para todo aquel que no esté conforme con que no fue elegido para un cargo, alejándose de que se ponga por delante el reconocimiento y honestidad.

Asimismo, se toma como abandera el “haber luchado con el presidente –Andrés Manuel López Obrador, incluso –hacen énfasis- antes de haber llegado a la presidencia”. En realidad, es crear una imagen del partido que ya depende él y no de las convicciones por la transformación.

El caso más emblemático es el de Marcelo Ebrard Casaubón quién hizo alarde de haber luchado con AMLO desde que fue jefe de gobierno y demás, y terminó por amagar con que se iría del partido después de que Clauia Sheinbaum fuera la elegida por las encuestas, y hoy se dice será el dirigente de bancada del partido guinda en el senado.

Todos se adjudican el haber sido fundadores, el haber trabajado más, el tener más experiencia en lugar de poner por delante, y reflexionar, sobre su responsabilidad individual de aportar al movimiento; preguntarse, “si tal compañero fue elegido en las encuestas ¿Qué hice mal?”.

Para poder cambiar algo el primer paso es aceptarlo, por lo que el reto para el partido de cara al proceso electoral, es fortalecer la unidad, no con puestos, sino con autocrítica; hacer valer las convicciones de la transformación, por encima del interés individual.

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