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Con la mirada y la mente puestas en el 2 de junio de 2024, el presidente López Obrador no ha dejado espacio a permitir, a sospechar, que la calle es de la oposición a la 4T, nada de eso, el acto del sábado 18 de marzo en el zócalo de la Ciudad de México es una prueba más de cómo viene construyendo la operación donde la toma de la calle es tan sólo uno de los rasgos a observar.

Un día antes Andres Manuel estuvo en Tabasco y habló de Adán Augusto, como lo ha venido haciendo de Claudia o de Marcelo, las tres fichas, corcholatas coloquialmente llamadas por él, en el camino de la sucesión.

En el pasado al candidato le dio buen resultado “tomar las redes sociales”, ahora además toma la calle y convoca en un acto simbólico a sus seguidores a defender la postura ideológica de un acto que para los mexicanos no sólo es histórico, sino piedra de toque de la soberanía nacional, la expropiación petrolera es mucho de eso.

El cardenismo llevado a ideología, el cardenismo como institucionalización del deber ser de la presidencia del pueblo, la punta de lanza aglutinante del pasado que ahora es enarbolada como señal de arranque de todo aquello que sirva para retener la Presidencia en el 2024.

Y si para ello debe romper con el pasado, Andrés Manuel está dispuesto, así lo demostró, en el presidium ni un tufo del cardenismo actual, de la izquierda tradicional, de los herederos de Lázaro Cárdenas del Río, aunque la convocatoria haya sido en su honor.

A muchos no les cabe la escena, nadie podría suponer que AMLO llegara a la Presidencia sin los antecedentes labrados por Cuauhtémoc Cárdenas, de ahí que no se comprenda la ausencia de alguno de los herederos en este acto lleno de simbolismos.

Visto así el escenario no se puede pensar menos que la institucionalización ideológica del cardenisno no necesita de los herederos de apellido, más bien de la concentración de intereses en aras de impedir el avance del neoliberalismo, en este caso, como arma frente a la presunta y ridícula intensión de violación militar de la soberanía nacional.

Al Presidente le está dando resultado todo lo que viene proponiendo. Quizá porque lo ha planeado bien, tal vez por la ausencia de una oposición con inteligencia novedosa y propuestas que animen no sólo a defender al INE, coaligadas con los intereses de los grupos de poder.

Pareciera que Andrés Manuel ha entendido muy bien que el principal “grupo de poder” alejado de la operación política había sido el pueblo, de ahí que todo lo que dice y hace esté enfocado a un común denominador.

Ya lo dijo en Tabasco cuando le gritaron “Adán presidente”, “no habrá dedazo, será el pueblo quien elija al candidato, no el presidente, no el partido, el pueblo”.

Y entonces viene la advertencia al día siguiente ante los miles de seguidores: “¡Nada de zigzaguear! Sigamos anclados en nuestros principios, reafirmemos la decisión y el rumbo que hemos tomado desde que inició el Gobierno. No a las medias tintas, no aceptaremos nunca que en México se imponga una minoría a costa de la humillación y el empobrecimiento de las mayorías”.

Dicho de otra forma, cualquiera de los elegidos, sentados en el presidium puede ser el designado, pero los principios institucionalizados por Andrés Manuel no deberán ser violentados, aunque para ello haya sido necesario dejar fuera al “ingeniero” y retomar las viejas prácticas, exitosas por siete décadas del priismo. A fin de cuentas hechos, actos cargados de simbolismo, el cardenismo sin el nieto de Cárdenas en el gabinete.

O por lo menos, así me lo parece.

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Video: https://youtu.be/nMPBUbS6m0w

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