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La Procesión del Viernes Santo en Puebla data de la época virreinal, fue suspendida a mediados del siglo XIX, mucho tuvieron que ver las Leyes de Reforma y las posteriores prohibiciones por aquello de la suspensión de relaciones con el Vaticano.

Pero los poblanos conservaron los monumentos, la imaginería y los espacios donde se practicaba y daba testimonio de fe la feligresía católica.

La recomposición de relaciones con el Vaticano tuvo su principal culminación cuando la visita del Papa Juan Pablo II en 1979 a Puebla para presidir la celebración del Celam y entonces empezó a fraguarse el intento de volver a practicar actos de fe públicamente.

La Upaep fue pionera en la organización de la Procesión debido a la participación de Eduardo Merlo, quien reunió toda la historia de esos eventos y con la bendición del entonces arzobispo Rosendo Huesca se organizó la primera Procesión de Viernes Santo en esta nueva etapa en 1992.

Cada año son más y más los asistentes, las imágenes y las cofradías arrastran y el evento se ha convertido en un acto de fe pública, único en el país, y felicitado por los prestadores de servicios turísticos, por obvias razones, económicas claro está.

Algunos políticos se han acercado a la procesión a título personal, como fue el caso de Luis Bank, quien se unió cuando fue Presidente Municipal interino.

Pero lo que ha pasado el 7 de abril merece un análisis bajo la óptica política y no tanto religiosa.

El rector de la Upaep Emilio Baños presidió la reunión del 21 de febrero donde se anunció el evento, a su derecha estuvo el Presidente Municipal, a su izquierda el arzobispo Víctor Sánchez y entonces empezaron las especulaciones, Rivera busca ser gobernador y nadie puede tapar el sol con un dedo, de su estrecha relación con la universidad fundada hace 50 años.

Tampoco puede ocultarse el alejamiento de don Víctor con Eduardo Rivera en los últimos meses por un asunto de “formas” en cuestiones administrativas municipales, que dieron origen a versiones y cotilleos.

Pero he aquí que en política no pueden dejarse espacios vacíos, se llenan en automático, y el gobernador Céspedes Peregrina, católico, quiere recomponer todas las relaciones en el Estado de Puebla y pidió que le dejaran estar presente en la procesión. Visitó al arzobispo el 21 de marzo, un mes después, y se hizo el anuncio público, curiosamente ni Emilio Baños, ni Eduardo Rivera, estuvieron en la reunión…

Y llegó el gran día, y salieron juntos, el arzobispo Víctor Sánchez, a su derecha el gobernador y su esposa, a su izquierda Rivera y su esposa, atrás Emilio Baños.

Dos ópticas, don Víctor ha tenido la habilidad de superar las diferencias de los políticos y muestra la capacidad de reunir, de saber unir a los opositores; y la otra, los reflectores no fueron para una sola persona, para un aspirante a gobernador.

Dicho de otra forma, un acto de fe pudo convertirse en un acto de proselitismo político para un partido, para un aspirante.

Bien dice el refrán “No se puede estar en misa y repicando la procesión”.

Aunque muchos no pudieron dejar de expresar: “El arzobispo como Jesús, entre Dimas y Gestas”.

La Iglesia en Puebla sigue pesando.

O por lo menos así me lo parece.

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Video: https://youtu.be/UWCJA8s1Npk

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