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Por: Dr. Alejandro Ortiz Cotte

Enero de 2023 ha mostrado cuatro acontecimientos que nos ayudarán a vislumbrar lo difícil y complicado que será este año: la guerra entre Ucrania-Rusia, el intento fallido de golpe de estado en Brasil, las protestas en Perú, y la violencia excesiva y asesina de policías en contra de Tyre Nichols en Tennessee, Estados Unidos. Estos cuatros acontecimientos nos visualizan dinámicas que estarán presentes en nuestro diario caminar.


De una manera similar como con el Covid, y en su justa dimensión, veremos las consecuencias de la guerra de Ucrania y Rusia de manera más visible en cuanto vaya pasando el tiempo. Consecuencias como: el alza de precios de productos básicos, acaparamiento y encarecimiento de productos, tardanza de circulación de productos, etc.; pero, habrá que poner atención si la guerra escala de nivel, involucrando a otros actores, pues puede haber cambios drásticos a nivel mundial. La tensión global se vivirá en los próximos meses y podría ocasionar más conflictos bélicos o más procesos geopolíticos en torno a los recursos energéticos, que a su vez podría implicar más aumentos en los precios y nuevas políticas públicas que perjudiquen a las poblaciones y solo beneficie a los concesionarios.

La tensión política en América Latina seguirá presente. Ante la primavera política latinoamericana, los grupos conservadores que ven con recelo los nuevos proyectos políticos que están emergiendo en Chile, Colombia y Brasil, al quitarles sus privilegios, buscarán tanto reconfigurarse para volverse enemigos políticos eficientes, como planear actividades en contra de los nuevos gobiernos y sus políticas públicas.

Así lo hicieron con los gobiernos de México, Argentina y sobre todo Perú. Al polarizar a las sociedades, los conservadores y neoconservadores (nueva clase media que tiene miedo de perder los mínimos privilegios que tiene, y que ve cada vez cerca el pertenecer a la categoría de pobres) atacaron -y seguirán atacando- hasta con noticias falsas, para frenar los pequeños avances y resultados que iban o van teniendo los gobiernos (mal llamados populistas), anulando la posibilidad de un debate nacional argumentado. La fórmula es dividir el país, polarizar a la población y llenarlos de noticias falsas. Recordemos que una población mayoritariamente sin información verificada y poca formación es fácilmente manipulable.

El caso de Honduras es singular. Parece ser que la presidenta, en un año en el poder, no ha podido implementar nuevas políticas púbicas en defensa de los derechos humanos. Difícilmente podrá cambiar en poco tiempo, ya que este país lleva década en la pobreza, en la violencia y en una corrupción altísima. Este país demuestra que, aunque existan presidentes o presidentas diferentes, luchan contra sistemas jurídicos corruptos, y sobre todo, sistemas culturales que justifican la corrupción, la violencia y la exclusión. Y esto es muy difícil cambiar en poco tiempo.

El caso del afroamericano Tyre Nichols nos recuerda cientos de casos de abuso policial; es una muestra clarísima que la violencia cotidiana y asesina seguirá en nuestros países de manera fuerte, profunda, cruel y aniquiladora. Muchas de nuestras muertes son por racismo, machismo, homofobia, adultocentrismo, gerontofobia. Y eso favorece al sistema dominante, ya que hoy no se vigila solamente al cuerpo (biopolítica) como decía Foucault, sino se le asesina estratégicamente; es la necropolítica ya denunciada por Mbembe.

México entra en estas dinámicas y las reproduce lamentablemente. Tenemos un país polarizado, pero no por partes iguales. Una mayoría está a favor del presidente y sus políticas públicas. Y con esta realidad espera mantener su proyecto en la siguiente presidencia con su relevo. Veremos entonces una lucha, primero disimulada y después abierta y franca para ser la o el elegido. Habrá movimientos y estrategias políticas que tendrán consecuencias sociales.

Su apuesta por el Tren Maya, el nuevo aeropuerto y la refinería serán proyectos que la próxima presidencia utilizará políticamente. Ubiquemos que la mente del presidente es todavía la del capitalismo industrial, no preocupado por la contaminación o cambio climático; sino su preocupación es proveer circulación y trabajo en el sur pobre de México que vive del turismo con el Tren Maya; y con la refinería se juega, por diez años aproximadamente, regresar a los buenos momentos de PEMEX.

Son apuestas económicas y políticas con un tremendo daño ecológico, pero su jugada es mantener a México en esa dinámica mientras se transita a un capitalismo verde, que sigue siendo capitalismo.

Por tanto, el tema de los recursos naturales será central en este año y los siguientes. Esto implica, desde negociaciones en el TLC, hasta la lucha por la defensa del territorio por el extractivismo criminal imperante hoy.

Otro tema semejante, que tiene central importancia y que se discute desde el TLC hasta políticas de vigilancia, es la migración. El cuerpo de los migrantes cada vez vale menos desde los gobiernos y cada vez más en el capitalismo criminal que vende sus órganos y cuerpos en redes bien estructuradas.

Las esperanzas, mínimas pero reales, son los grupos civiles que defienden su territorio, los cuerpos de sus familiares; sobre todo, buscan a sus desaparecidos y desparecidas. Son la gente común que se organiza para resolver sus problemas; pero también para hacer de este mundo un lugar más seguro, menos injusto y sobre todo más fraterno/sororal. Ellos y ellas son nuestra esperanza.

*Doctor en Educación por la Universidad Iberoamericana Puebla. Maestro en Teología y Mundo contemporáneo por la Universidad Iberoamericana Ciudad de México y Licenciado en Administración de Empresas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es miembro de Amerindia Continental (asociación de teólogos y científicos sociales a favor de la teología latinoamericana), del grupo latinoamericano de ASETT-EATWOT (Asociación de Teólogos y Teólogas del Tercer Mundo) así como del Grupo Latinoamericano del Proyecto Internacional sobre la Recepción del Vaticano II en el Mundo. Desde hace 14 años trabaja en la Universidad Iberoamericana Puebla, actualmente es el coordinador del Área del Servicio Social

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