biografia-columnista-Carlos-Figueroa-Ibarra

Buena parte de mi niñez y adolescencia, aun de mi primera vida adulta, la viví bajo una dictadura militar, la de mi patria de origen Guatemala. Y bajo esa dictadura militar la propaganda anticomunista era pan de todos los días. Por eso me resultó impresionante ver a la botarga de Ricardo Salinas Pliego, el conductor Javier Alatorre, repetir como loro un discurso anticomunista en contra de los libros de texto. Según expresó Alatorre, México está viviendo un nuevo virus, “el virus comunista, su resurgimiento está en la educación comunista que la Secretaría de Educación Pública busca imponer a las niñas y niños de México”.

Repitiendo la paranoia, el conspiracionismo y la xenofobia conspicuos del anticomunismo, Alatorre denunció una “conspiración fraguada por comunistas trasnochados” como el director de materiales educativos de la SEP Marx Arriaga, el subsecretario Luciano Concheiro y el “exfuncionario chavista traído desde Venezuela”, Sady Arturo Loaiza.

Por anticomunismo no entiendo una postura crítica tanto teórica como práctica, con respecto a partidos y organizaciones que se rigen por un ideal anticapitalista inspirado en el marxismo. Considero legítimo tal posicionamiento, siempre y cuando se practique en el marco del respeto a los derechos humanos y a las reglas de la democracia.

Entiendo por anticomunismo a una postura política que hace uso del término comunista para realizar una práctica anatematizante, estigmatizante y violenta tanto en términos físicos, psicológicos como simbólicos, práctica que además usa el sustantivo comunista como un adjetivo que aplica indiscriminadamente a todas a aquellas posturas políticas e ideológicas que buscan un cambio. El anticomunismo es pues una concepción y práctica política de carácter extremista y fanático. En la actualidad el anticomunismo forma parte sustancial de un ideario político de la derecha que se articula con el autoritarismo, el clasismo, el racismo, la misoginia, la aporofobia y la homofobia. Este ideario político que se traduce a una práctica política es el neofascismo.

Estoy convencido de que en un país como México la derecha neofascista expresada a través de personajes como Gilberto Lozano de Frena o Eduardo Verástegui del partido México Republicano es minoritaria. Y que es mayoritaria la derecha neoliberal que se expresa en la corriente dominante del PAN o en el PRI y en los últimos años, en lo que queda del PRD.

Por ello no es menor que un personaje como Ricardo Salinas Pliego, dueño de uno de los medios de comunicación más importantes de México como TVAzteca, esté dando muestras cada vez más evidentes de ser expresión de esa ultraderecha de carácter neofascista. La virulencia y la sociedad de Salinas Pliego en sus comunicaciones, revelan un neofascismo que resulta alarmante porque es síntoma del crecimiento de esta vertiente ultraderechista.

Más allá de las críticas que se le pueden hacer a los libros de texto y a los manuales para lo/as maestro/as que los usarán para la enseñanza, resulta hilarante que como repite Alatorre -según el guion que le pasó Salinas Pliego-, tales textos buscan convertir a lo/as niño/as de México “en esclavos sumisos de una dictadura comunista, son las guías de la educación comunista que busca que no lean, no aprendan matemáticas, lógica ciencias, ética”. Es un verdadero disparate propio del fanatismo, pensar que la reforma educativa que se está expresando en México a través de los nuevos libros de texto, hace a un lado la formación académica de la niñez porque lo que realmente le interesa el adoctrinamiento comunista.

Los nuevos libros de texto evidencian una concepción pedagógica verdaderamente avanzada: parte de la educación como derecho humano, la comunidad como núcleo integrador y la autonomía profesional del magisterio para integrar curricularmente los conocimientos en cuatro campos formativos y siete ejes articuladores. Los cuatro campos formativos son lenguajes, saberes y pensamiento formativo; ética, naturaleza y sociedades; de lo humano y comunitario. Los siete ejes articuladores son inclusión; interculturalidad crítica; igualdad de género; artes y experiencias estéticas; apropiación de las culturas a través de la lectura y la escritura y vida saludable. No es el objetivo de este artículo, pero resulta claro desde el principio que los libros de texto buscan una nueva forma de aprendizaje, una ética sustentada en la comunidad y no en el individuo, un respeto por la naturaleza, un respeto a la diversidad y a la igualdad.

No estoy de acuerdo en reducir el ataque feroz a la SEP y a los libros de texto como algo motivado por la perdida de jugosos contratos de edición por 1,500 millones de pesos, como una argucia electorera de cara a los comicios de 2024, o como un resentimiento personal de Salinas Pliego por tener que pagar los impuestos que debe. Detrás de esta embestida reaccionaria está el creciente espíritu neofascista que invade al mundo y en particular a la derecha mexicana. Salinas Pliego tiene un ADN neofascista, basta recordar como ya se ha hecho quien fue su padre: Hugo Salinas Price, reputado ultraderechista y animador del Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO), temible organización de choque ultraderechista surgida al calor del entusiasmo provocado por la revolución cubana.

El neoliberalismo y el neofascismo son activos propagandistas de sus ideas, pero parten de que éstas no son expresión de una parte de la sociedad sino de lo que es correcto y razonable para la humanidad entera. Cuando surge una visión del mundo que cuestiona ese afán totalitario, su reacción es violenta. Esto es lo que han desencadenado los libros de texto.

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