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Los poemas con un toque singular,

tienen una vibración que nos cimbra y reconectan

la cabeza con el corazón: la mentecorazón.

Abel Pérez Rojas

Para muchos, entre ellos yo, el tránsito por la reciente pandemia fue más llevadero gracias a asirse a la poesía.

La poesía fue una especie de refugio en los días aciagos de incertidumbre, miedo generalizado y confinamiento.

El primer año de la enfermedad ha sido uno de los periodos en los que más he asumido el estado poético permanente.

La pandemia me inspiró a escribir decenas de artículos en torno a la poesía y piezas que están en mi lista de favoritos.

Uno de esos poemas a los cuales acudo frecuentemente como piezas de reflexión e inspiración es Un no sé qué (noviembre 2020):

Ese poema tiene un no sé qué, / que lo leo y lo leo / y cada vez algo me da, / no me deja el mismo, / me siento diferente / en cada ida y vuelta, / como si fuese una especie de río / que al atravesarlo / un poco se lleva de mí / y una pizca me deja de sí. / No sé si sea yo / o sea él, / o quizá se trate de una sintonía, / un acoplamiento / o una conjunción invisible / la que hace posible / el acomodo de piezas, / el cambio de tornillos, / el refrescamiento de tuercas. / Cada palabra es precisa, / cada alegoría es potencia, / cada figura también / y el ritmo cuasi imperceptible / te pone a la distancia correcta, / en el ángulo exacto / para que el lector / –en funciones de diana–, / sea receptor seguro / de cuanto misil lírico le sea disparado. / No sé qué tiene ese poema, / que lo he convertido en mi bandera, / en mi divisa, / en mi escudo de armas, / en mi lema, / en mi portavoz en el mundo de las letras. / Algo tiene ese poema / que cada vez que lo leo / está más en mí, / muy cerca de ti / y más alejado del mundo de afuera.

La composición hace referencia a las piezas que tienen ese toque que les hace especiales para el lector y también para el autor en funciones de creador/lector.

Ese es el mensaje central y en él trato de desmenuzar en dónde radica la potencia que le da su naturaleza.

La sustancia potenciadora la denomino como “un no sé qué” y trato de hacerla visible por sus efectos íntimos y externos.

“Un no sé qué”, puede ser un verso, una figura, tiempo, contexto, silencio, ritmo, musicalidad o todo eso y mucho más que por ser inefable, pero sí vivible —¡muy vivible!—, simplemente le llamamos poesía.

¿Qué es poesía?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. / ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? / Poesía… eres tú. (Gustavo A. Bécquer)

Sustancia vivible que es en sí vida.

Vida a lo lejos y vida de cerca, la propia vida, la vida misma, la vida de uno, lo que nos da vida.

Me pregunta qué es poesía. / Poesía, le respondo, es un rebaño / de vacas cruzando mansamente un puente / por encima de una autopista de montaña. / Y me mira, y me sonríe, y eso / (lo lleva puesto y no lo sabe) / es poesía –y de la buena- también. (Poesía. Robert Wolfe)

Si bien el poema Un no sé qué hace referencia a las piezas que tienen ese toque que les hace especiales para el lector y también para el autor en funciones de creador/lector, también es cierto que, poner la mirada en ello deriva en un camino de lucubración interminable.

En ese ejercicio reflexivo sobre la poesía, con el riesgo de ser extremadamente racional, recientemente he caído en los terrenos de lo que he llamado las unidades de consistencia poética.

En un poema las unidades de consistencia poética son los versos que dan profundidad, fuerza y belleza a un poema. Individualmente pueden conformar aforismos, hiperbreves o breves líricos.

Las unidades de consistencia poética son las que dan a un poema solidez, cohesión, belleza y potencia.

Se trata de aquellos versos sin los cuales un poema no sería lo que es, no tendría la belleza que tiene, y que, por sí mismos, conllevan tal fuerza lírica, estética o filosófica que tienen vida propia, pero a su vez son una especie de pilar para el poema del cual forman parte.

Traigo a manera de ejemplos los siguientes versos de la autoría de Jaime Sabines, Pablo Neruda y Sor Juana Inés de la Cruz:

Me encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se toma en serio. A él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna o nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe con las manos. (Me encanta Dios. Jaime Sabines)

Me moriré besando tu loca boca fría,

abrazando el racimo perdido de tu cuerpo,

y buscando la luz de tus ojos cerrados.

(Si alguna vez tu pecho se detiene. Soneto XCIII. Pablo Neruda)

Hombres necios que acusáis

a la mujer sin razón

sin ver que sois la ocasión

de lo mismo que culpáis:

(Hombres necios que acusáis. Sor Juana Inés de la Cruz)

En el mismo poema de partida de este artículo, Un no sé qué, una de las unidades de consistencia la ubico en los versos iniciales:

Ese poema tiene un no sé qué, / que lo leo y lo leo / y cada vez algo me da, / no me deja el mismo, / me siento diferente…

Claro está que cada quien ubicará la fuerza poética en los versos que más resonancia le hagan con su mundo interior y sus búsquedas, por ello, la unidad de consistencia variará, o quizá, no sea ninguna para algunos, porque el poema no le merezca la más mínima atención.

He experimentado que tener presentes las unidades de consistencia poética, permite al creador focalizarse en el sentido y dirección de lo que está tratando de expresar, y, por otra parte, de crear más unidades de ese tipo en cada uno de sus poemas.

Cada unidad potencia el significado, el efecto en el lector y la experiencia creativa del autor.

Hace casi un año, en mi artículo Hay poemas que tienen un no sé qué (Agosto 2022. Sabersinfin.com), externé una afirmación que bien podría describir los efectos o la vía de acción de las unidades de consistencia poética:

Pensándolo bien, esos poemas con un toque singular, tienen una vibración que nos cimbra y reconectan la cabeza con el corazón: la mentecorazón.

Desde la mentecorazón todo es más profundo, sentimos que una venda cae y nos reconectamos con la vida. Con el río de la vida.

Los poemas con un no sé qué nos anclan a la vida, a nuestra sacralidad íntima, nos despiertan, nos cobijan frente a la desnudez de la ignorancia y la fragilidad humana.

En fin, la ignorancia es atrevida y arrojada, desde ese desconocimiento poético que sin disimular asumo, léase lo que aquí he compartido.

Abel Pérez Rojas ([email protected]) es escritor y educador permanente. Dirige: Sabersinfin.com  #abelperezrojaspoeta

*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7.

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Nació en Tehuacán, Puebla, el 6 de enero de 1970. Es poeta,conductor de programas de radio, académico y gestor de espacios educativos. Funda y coordina Sabersinfin.com