Me voy y no me voy, paradoja que sólo se explica cuando algo se ama.
Abel Pérez Rojas.
Cumplí una semana en Mar del Plata, Argentina, pero parece que es mayor el lapso que he pasado en esta hermosa ciudad.
No he tenido tiempo para conocer a pie sus atractivos turísticos, porque mis queridos amigos encabezados por Aurora Olmedo y Esmeralda Longhi Suárez satisficieron cabalmente mi petición inicial: mi viaje es de trabajo y el propósito es interactuar con el mayor número posible de escritores, gestores culturales y artistas.
La solicitud se cumplió de sobremanera y a las charlas, exposiciones y encuentros dialógicos se sumó una serie de entrevistas con los medios de comunicación más importantes de la región y de más allá.
Siento como si hubiese vivido en una semana lo que me hubiera llevado años. No es para menos, en todos los encuentros que sostuve brotan inmediatamente preocupaciones comunes, interrogantes sobre poesía y una necesidad que nos uniforma: ser escuchados.
Sé que nada es para siempre y que, hay que estar preparados para dejar ir cualquier situación, aun aquellas en las que quisiéramos fueran los días de setenta y dos horas.
Mañana partiré rumbo a Buenos Aires y atrás quedará el cariño de todos los marplatenses quienes me recibieron con el corazón en la mano.
Aún recuerdo la primera petición de autógrafo que atendí en vida, de eso ya varios años, pero aquí he vivido algo muy especial, he sido tratado como una celebridad.
Sí, en el país sobre el que existe el prejuicio de que todos sus habitantes son engreídos he sido tratado como en ningún otro.
Aquí me han tratado con mucho respeto, me han cuidado y en todo momento se han ocupado en que esté lo mejor posible.
He tratado de responder a la altura.
He atendido todas las peticiones de dedicatorias, fotografías, entrevistas y, principalmente, en ser muy honesto con mis contribuciones.
Luis Epul, quien desde ahora ha pasado de ser mi amigo a ser como un hermano, me hace ver que esto no es gratis ni generalizado. Haber dedicado en los tres años más recientes cientos de horas de mi vida para entrevistar a creativos argentinos, especialmente marplatenses, rinde sus frutos.
Coincido a medias con Luisito, como le digo cariñosamente a Luis Epul, pero no me detengo mucho en pensar el porqué, sino trato de avizorar el para qué.
Creo que la respuesta a la duda me llegó hoy por la noche cuando veo algunos videos sobre los posibles efectos del inevitable desplome del dólar y la reestructuración del nuevo orden mundial -¿nuevo orden mundial?, parecen teorías conspiracionistas, pero no lo son-, y la emergente geopolítica que es ya una realidad.
Me sorprendo distraído por todas las ideas que me ha removido este viaje. Regreso al punto inicial.
Estoy a punto de irme de Mar del Plata y me lamento no haber dialogado más con Raúl D’Alessandro “Viejo Lobo” y el genial cantautor Franco Barberón.
Me voy y en mis recuerdos quedará la magistral interpretación de Pinocha Bertinetti de la canción favorita de mi extinta madre: Cucucurrucucú Paloma.
Me voy y me llevo la imagen de Olga Vázquez preparándome en silla de ruedas unas deliciosas empanadas.
Me voy y me llevo el amor del querido Carlos Pereira a su adorada Esmeralda.
Me voy y me llevo el recuerdo de los abdómenes rostizados de Ferreyra y “Viejo Lobo”, ocasionados por la exquisita parrillada que prepararon para el convivio de mi bienvenida.
Me voy y me llevo la imagen de la dedicación en la conservación del folclore argentino de Mabel Luna, Daniel Ceci y Rogelio Lamenza.
Agradezco con mi poema ¡Vadam, et non Lux! (¡Me voy y se hace la Luz!) a Mar del Plata su cobijo y a todos mis amigos marplatenses sus atenciones y deferencia:
Me voy de estas tierras, / pero mi corazón dejo, / los verdes campos quedarán, / queda el agua cristalina / y el amanecer pinto de neblina. / Me voy y quedan mis palabras, / queda mi esperanza, / dejo parte de mis sueños, / ideas revoloteantes de un mundo mejor. / Me voy, marcho y la nostalgia me inunda, / queda el pájaro alegre, / la ardilla escurridiza, / las mariposas tan escasas en las urbes. / Me voy y dejo más amigos, / seres ávidos de sabiduría, / mujeres sonrientes y varones briosos / coincidentes en la nobleza del futuro. / Aún no me voy, / pero siento que algo de mi se queda, / dejo dos disparates, / tres dardos programados / e incontables provocaciones al pensamiento. / Me voy y no me voy, / paradoja que sólo se explica cuando algo se ama, / declaro que amo la vida, / amo educar… educarme, / amo el sudor de quien lucha para mejorar, / en fin, que se sepa: amo el amor. / Amo aunque me cueste decirlo, / amo a pesar de mis pesares, / amo no obstante mi ignorancia / amo porque me nutre, / amo porque es gratis y sana, / amo porque en alguna parte aún hay Luz, / amo porque me duele la sangre de mi pueblo, / amo una y otra vez porque el manantial no se seca, / amo la esperanza de un mundo mejor… / Ratifico: amo el amor, / amo lo que me llevo y lo que dejo, / agradezco pisar estas benditas tierras / y me dispongo a gozar bellos recuerdos. / ¡Vadam, et non Lux!
Hasta pronto, Mar del Plata, te llevo en el corazón.
Abel Pérez Rojas ([email protected]) es escritor y educador permanente. Dirige: Sabersinfin.com
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