La marcha convocada por el gobernador Luis Miguel Barbosa (LMB), como ya lo han señalado diversos observadores y periodistas, es la más grande que ha tenido lugar por lo menos en los últimos diez años. Se calcula que asistieron alrededor de cien mil personas. Fue un acto en verdad impresionante. Algunos comunicadores y miembros de la clase política aseguran que entre los asistentes predominaron los “acarreados”, pero incurren –no sé si de buena o mala fe—en un error: a quien esto escribe le consta que se trató de un evento rebosante de vitalidad, de espontaneidad y de entusiasmo. Tal vez –supongamos, sin conceder— hubo algunos sectores que acudieron bajo presión de determinadas autoridades, pero estamos seguros de que fueron la excepción.

Lo que sobresalió en primer término fue, aparte de la impresionante organización, la presencia de enormes contingentes del interior, no pocos de los cuales acudieron acompañados por bandas y grupos de danzas de sus pueblos, los cuales le confirieron un rasgo distintivo. Todo mundo lanzaba consignas de apoyo a AMLO y a Barbosa, al tiempo que bailaban al son de los cantos enarbolados por las bandas. Imposible desprender la idea de que se trataba de “acarreados”: éstos no son difíciles de identificar, dado que están muy lejos de rezumar alegría. Y, reitero, la gente se veía a todas luces alegre, cascabelera.

Arribé al Paseo Bravo desde las 11 am y me llamó la atención que ya había miles de personas en el Gallito y las calles aledañas. De ahí que me percatara que no era un evento característico de la izquierda tradicional –de la que formo parte—, misma que se distingue por su impuntualidad y, sobre todo, por su falta de convocatoria.

La marcha del domingo 4 fue, sin duda, una “jugada de tres bandas”, como se dice en la jerga política. Por un lado, LMB envió un mensaje inequívoco a quienes dudaban (tanto al seno de Morena como entre los adversarios de ésta ) de su capacidad para organizar un evento de tal magnitud: para comprobar esto, bastaría leer los mensajes que lanzaron en las redes diversos connotados miembros de la clase política, no pocos de los cuales auguraban el fracaso de la marcha. Los destinatarios de este mensaje serían tanto los partidos de oposición como sus críticos de Morena. A estos les dijo: “a ver, a ver, amigos, ¿cuánta gente pueden convocar ustedes?… yo reuní a cerca de cien mil almas, ¿podrían ustedes juntar siquiera a diez mil?”

El otro golpe de la carambola fue dirigido al gobierno federal, con el siguiente mensaje: “Quien gobierna en Puebla se llama Luis Miguel Barbosa Huerta, y es él quien debe decidir lo concerniente a su sucesor en el gobierno del Estado”.

Finalmente, el golpe final de la bola de billar llevaría el siguiente mensaje: “Puebla es un territorio de la 4t y de AMLO. Si el PAN y el PRI –u otros partidos—creen que pueden disputarle el poder a Morena pues prepárense bien, porque están muy lejos de contar con el apoyo de la mayoría de los poblanos”.

En síntesis, la marcha del domingo fue un triunfo inobjetable de Barbosa: ¿significa esto también un triunfo de Morena? No necesariamente, en primer término porque esta organización está totalmente paralizada, inmersa en el lodazal de la división, del oportunismo y de la falta de iniciativa. Y esto no es culpa del gobernador, tal como pretenden hacerlo creer diversas personalidades y núcleos morenistas.

Algunos compañeros me dicen que sucede algo semejante a nivel nacional: si algo puso de relieve la marcha del 27 de noviembre fue el fortalecimiento de AMLO, no de Morena. Hay algo de verdad en esto, pero también un gran error de apreciación: López Obrador no deja de exhortar a sus correligionarios a que fortalezcan su partido, mientras que el ejecutivo poblano da la impresión de no preocuparse por la debilidad del mismo. Es más: a veces -espero equivocarme—parece ver con cierta satisfacción la incapacidad de Morena de superar su letargo.

En ese sentido la marcha del domingo, como dice el columnista Carlos Figueroa, fue “una marcha de Barbosa” (Vid. E-Consulta, 6 de diciembre de 2020). De esto no hay duda: lástima que Morena no pueda compartir el mérito.

Ahora bien, surge la interrogante: ¿asegura el fortalecimiento del actual gobernador poblano que la entidad marchará por el camino de las transformaciones que enarbola la 4t?

La respuesta se la dejo a nuestros lectores.

*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7.

incendios forestales