Jean Francois Revel (1924-2006), en sus Memorias (intituladas “El ladrón en la casa vacía”), escribió : “La gran batalla del siglo XX, aquella de la cual depende el resultado de todas las demás, es la batalla contra la censura. Cuando cesa la libertad para expresarse libremente, en el seno de una sociedad o de una institución cualquiera, todo lo demás comienza a descomponerse. No sólo desaparece la crítica, sin la cual todo sistema u organismo se tulle y corrompe, sino que esa deformación es interiorizada por los individuos como una estrategia de supervivencia y, consecuentemente, todas las actividades reflejan el mismo anquilosamiento. Todo poder es o se vuelve de derecha….Sólo lo convierte en izquierda el control que se ejerce sobre aquél….y sin libertad no hay control” (Editorial Fundación, España, Fundación Faes, 2007, pág. 57).

Imposible estar en desacuerdo con esas palabras (a menos que uno simpatice o coincida con la necesidad de la censura).

Tales Memorias aparecieron en 1997, cuando Revel se encontraba en el cenit de su prestigio como escritor y periodista. Como escribe Mario Vargas Llosa en el prólogo de dicho libro, después de la muerte de Jean Paul Sartre y de Raymond Aron, aquél se convirtió en el líder indiscutible de esa institución típicamente francesa que es “el mandarinato” (esto es, la élite intelectual . Página IX).

Ahora bien, nos surge la interrogante : tomando en cuenta la honestidad proverbial de Revel, ¿qué hubiese escrito de haber fallecido unas décadas después, en las que asistimos al fenómeno inverso de la censura, esto es, la degradación de los medios informativos (en particular las cadenas más poderosas), fenómeno a nivel mundial que se destaca por la falta de ética de no pocos de los mismos, quienes en su afán de complacer al poder (económico y político) llegan a extremos inefables en el manejo de las noticias y la información en general?

Hace unos días comenzó a circular en las redes un video del Papa Francisco en el que señala que los principales “pecados capitales” de los medios de comunicación son cuatro. El primero es la desinformación, es decir, la tendencia a informar sesgadamente : “te doy la noticia, la información, pero sólo la mitad….la otra mitad no la doy”. Esto vulnera, subraya el Papa, nuestro derecho a informarnos cabalmente. El segundo pecado es la calumnia. Hay no pocos medios que calumnian sin ningún problema, sin obstáculo alguno. Los medios tienen tanto poder frente a las masas, que no pocos sectores de éstas creen totalmente lo que aquellos afirman. Así, la gente dice : “Lo creo porque lo vi en la TV, o lo leí en tal o cual diario”. El tercer pecado (más sutil) es la difamación, que consiste en la tendencia de los medios en empañar el prestigio de tales o cuales individuos, difundiendo “algún resbalón” en el que incurrieron varios años atrás. Pese a haber superado dicho “resbalón” (porque purgaron la pena correspondiente), no pocos medios manchan impunemente la reputación de tales individuos, como si estos no fuesen personas libres, que ya superaron la falta que cometieron. El cuarto pecado, dice el Papa, es la “coprofilia”, esto es, el amor a las cosas sucias, o literalmente, a la caca. Hay medios que viven del escándalo, que se limitan a difundir hechos violentos y sangrientos. Comenta al respecto que su antecesor en la curia de Buenos Aires, le comentó en cierta ocasión : “yo no leo tal diario porque en cuanto lo agito ‘chorrea sangre’” (sic).

¡Vaya agudeza del actual Pontífice, que sin recurrir a un enfoque teológico, describe de manera tan sencilla los grandes males que caracterizan en nuestros días a los medios de comunicación! (reitero, en particular los más poderosos).

Véase, por ejemplo, el modo como las principales cadenas televisivas y la mayoría de los principales diarios del país manejan lo que está sucediendo en Ucrania. Parecen haber entablado una batalla por ver cuál logra difundir más hechos sangrientos, aunque sea a costa de deformar la información, o arreglándola a su modo (por ejemplo, trucando imágenes, videos y fotografías).

A los pecados mencionados por el Papa Francisco yo agregaría otro : esto es, la tendencia a editorializar las noticias, cuestión que en la nueva ley de comunicación se busca sancionar, provocando, por cierto, el enojo de la CIRT, institución que agrupa a los dueños de los principales medios de comunicación del país. ¿Qué opinarán estos de las opiniones vertidas por el jefe del Vaticano, tomando en cuenta que les gusta presentarse ante la sociedad mexicana como los representantes de la “decencia y las buenas costumbres”?

Ha llegado la hora de que pongamos fin a los excesos y aberraciones mencionados por el Papa Francisco.

Desde luego, nos congratulamos de que existan decenas de medios y comunicadores honestos, sobre todo en las redes, que se esfuerzan denodadamente por abrirle paso a un periodismo más apegado a la verdad, como es el caso de nuestro huésped, Ángulo 7, a quien agradecemos nos permita escribir en su espacio.

*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7.

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