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La asunción de Leticia y su casi inmediato traspié Gracia, podría quedar de lado si maestras, maestros y demás interesados en el quehacer educativo, se abocasen a cumplir con la tarea que planteara la nueva titular de la oficina educativa del gobierno federal; la tercera en turno, Gracia. El Boletín SEP no. 212 recuperación matricular en todos los niveles, principal reto del sector y de la sociedad: Leticia Ramírez Amaya, publicado el pasado viernes 2 de septiembre, un día después de que asumiera formalmente su “nueva” responsabilidad en la Secretaría de Educación Pública, fijaría el rumbo. Adicionalmente, la publicación incorporaría labores de combate estratégico a “la corrupción, la impunidad y la desigualdad” y que así planteado, podría referirse lo mismo, a la cruzada que emprendiera USICAMM para combatir la compraventa de resultados de diferentes exámenes de ingreso y/o promoción y la persecución de malos burócratas usicamitas que trafican con la asignación de lugares de trabajo, que a la fiscalización de los recursos ejercidos por los Comités Escolares de Administración Participativa y que podrían ser auditados tras 5 años de ejercido el gasto; tiempo en el que los comprobantes deberían ser resguardados por las direcciones escolares (ojalá doten a las escuelas de archiveros de diferentes colores). A la par que a Leticia le interesaría recuperar a las y los menores desertores, destacaría su otra preocupación: los docentes. 

La profe Leticia querría, -que, tras la pandemia y sus efectos, a los que pronto deberían sumarse los que generaría una inmisericorde inflación (desterrada de léxico común hace 5 sexenios hasta que resucitaría de entre los muertos)- “que los niños asistan a las escuelas, aprendan, jueguen, convivan, compartan y sean felices […] no por una cuestión de estadística, sino porque no hay nada más importante para ellos y para nosotros”. Recuperar la matrícula de las y los escolapios de todas las edades que desertarían obligadamente de la escuela pública y/o privada, infantes, niñas y niños, adolescentes y universitarios -incluiría posgrados-, aunque centraría su compromiso en las y los menores a quienes debería brindarse educación laica, gratuita, obligatoria y universal.  

No obstante, la importancia que el reto tendría para la reanudación del ciclo escolar 2022-2023 para la actual administración, la referencia reciente dataría de dos fuentes: El Comunicado de Prensa Núm. 185/21 INEGI presenta resultados de la encuesta para la medición de datos del impacto COVID-19 en la educación (ECOVID-ED) datos nacionales, publicada el 23 de marzo del 2021 y, los datos que al respecto se mencionarían en el 4º Informe de Gobierno de la administración de Andrés Manuel López Obrador. 

De los datos del Instituto Nacional resaltaría la siguiente información: 740 mil (2.2%) no habrían concluido el ciclo escolar en 2020 y, no se inscribirían 5.2 millones de personas (9.6% del total de 3 a 29 años) al ciclo escolar 2020-2021 y de ellos, 2.3 millones de personas no se matricularían “por motivos asociados directamente a pandemia por la COVID-19 y 2.9 millones, por falta de dinero”. Sumados arrojarían un total para el año de referencia de casi 6 millones de personas (5 940 000); cifra a la que deberían sumarse las que no se habrían incorporado en 2020-2122. Cifras que con algunas variantes se reconocería en el Cuarto Informe de Gobierno como señalaría una nota del periódico El Universal (shorturl.at/ATY08 ): “Más de 483 mil estudiantes de educación básica dejaron las aulas” a las que de acuerdo a la misma fuente se añadirían 520 mil alumnas de educación básica que no se habrían inscrito en los dos pasados ciclos escolares y 123 mil adolescentes que desertarían de la educación media superior”. 

Aunque su otra preocupación serían las y los maestros, cabría hacer notar Gracia, que en la pendencia que se ha echado a cuestas, debería auxiliarse -de antemano y sin preguntarles- de las y los trabajadores de la educación que se desempeñarían en la docencia y en la administración escolar; maestras y maestros a quienes conminaría para que lo mismo previeran posibles nuevas deserciones al tiempo, que buscasen a los ausentes y si fuese necesario, acudieran a sus casas, aunque de realizarse estas tareas precisarían de tiempo adicional y voluntario, fuera de las horas de trabajo pactadas en un contrato suscrito con anticipación.

A las anteriores inquietudes se sumaría el generado por el dislate ¿cómo la nueva propuesta pedagógica le enseñaría matemáticas a un niño de segundo año? La respuesta emergería de la mano de la nueva propuesta pedagógica cuya “construcción simultanea” sería calificada como histórica por Lety; promesa que daría sustento al ofrecimiento que nacería de las hipótesis que plantearía la Nueva Escuela Mexicana. Si bien se requeriría de un periodo de transición que tornara los ojos a la recuperación de los saberes perdidos y/o no aprendidos y cuya finalidad sería dotar de herramientas útiles para la vida, a las niñas, niños y adolescentes afectados que serían tildados por la UNESCO como generaciones perdidas. Sin duda, el trabajo es arduo y más después de un yerro que afecta al timón y al piloto que debe conducir a buen puerto un proyecto que se encuentra en ciernes. Hasta la próxima semana Gracia.   

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