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Por: José Teódulo Guzmán Anell, SJ.

El 28 de abril de 2017, el papa Francisco decía en la Conferencia Internacional para la Paz, celebrada en El Cairo, que es posible dialogar con todas las culturas desde nuestra identidad cristiana con tal de que se observen tres principios: el deber de respetar la propia identidad y la de los otros; la valentía de aceptar las diferencias: y la voluntad de reconocer la sinceridad de las intenciones del otro.

Vivimos y convivimos como personas y como grupos sociales, en entornos pluriculturales y con diferentes modos de concebir la ciencia, la cultura y los derechos de las personas. Y en nuestro entorno de trabajo, en la universidad, y en otros espacios de convivencia social y familiar, el diálogo para vivir en paz es absolutamente necesario.

Con frecuencia, lamentamos con impotencia que proliferen los hechos de violencia y muerte que destrozan la vida y causan dolor, tristeza y odio en varias regiones de México y de otras naciones del mundo. Y nos preguntamos hasta cuándo disminuirá esta situación que parece agravarse día con día.

Desde los comienzos del cristianismo, los creyentes en la fe de Jesucristo de todas las denominaciones, se han visto expuestos y confrontados con diversas corrientes de pensamiento que incluso provocaron discriminación social, persecución y guerras. La fe se confundió y contaminó con las ideologías. El papa Benedicto XVI afirmaba el 12 de septiembre de 2006, en la universidad de Ratisbona, que la violencia es incompatible con la naturaleza de Dios y con la razón humana. En esta misma línea de pensamiento, el papa Francisco ha exhortado, en varias ocasiones, al pueblo cristiano a que deseche como contrarios a la verdadera fe cristiana, tanto el fundamentalismo de unos como el sectarismo de otros, en la Iglesia católica. En este sentido, nadie puede considerarse ni erigirse como intérprete único y absoluto de la palabra de Dios ni del evangelio de Jesucristo.

El “logos” de la fe cristiana, ha dicho recientemente el Papa, ha de estar dispuesto a dejar de lado toda forma de cristalización y rigidez; y volverse cada vez más un proceso de discernimiento en el mundo y en las culturas humanas. La jerarquía de las verdades, la evolución de la doctrina y la fe viviente, son tres principios que debemos tomar en cuenta en el diálogo ecuménico para la construcción de la paz, de la reconciliación y de la contención de la violencia.

Anuncio, servicio y testimonio deben ser los signos por los cuales se manifiesta la palabra de Dios en el mundo posmoderno; contrarios a todo tipo de dogmatismo, autoritarismo y presunción individualista en la Iglesia católica. El diálogo, la aceptación y la convivencia pacífica y cordial con toda clase de personas en el trabajo, en la sociedad y en la comunidad de creyentes en Cristo son las prácticas más eficaces para disminuir la violencia social y la criminalidad; y para reconstruir el tejido social y la paz con libertad para caminar y trabajar sin miedo en el campo y en la ciudad.

*Sacerdote Jesuita. Licenciado en Filosofía y Letras por el Instituto Libre de Filosofía, Licenciado en Teología por el Colegio Máximo de Cristo Rey; y Maestro en Educación Teachers College por Columbia University New York. Directivo y asesor en la Ibero Puebla desde 2011. Fue docente en filosofía y teología en el Seminario Arquidiocesano de Xalapa; así como Coordinador en el Secretariado Diocesano de Pastoral Social de la Arquidiócesis de Xalapa.

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