Por: Dra. Laura Angélica Bárcenas Pozos

Estoy sorprendida de que la Secretaría de Educación Pública (SEP) ha decidido hacer todo presencial, después de los meses de confinamiento y encierro. En el fondo entiendo la disposición, pues los programas en su gran mayoría están declarados ante la SEP como escolarizados y eso significa que los estudiantes y los docentes se encuentran en el mismo espacio físico para llevar a cabo el aprendizaje. Además, muchos estudiantes de todos los niveles educativos no cuentan con condiciones de infraestructura para mantener esta conexión y para realizar los procesos educativos de forma virtual, haciendo más grande la brecha entre los que tienen acceso a internet y los que no lo tienen.

Sin embargo, lo que más preocupa a la SEP es la cantidad de conocimientos, habilidades y actitudes que millones de estudiantes con débil acceso o sin acceso han estado perdiendo en estos meses. La distancia en ese sentido todavía es grave y tendrá terribles consecuencias para la generación que la está viviendo. Muchos niños no lograron aprender a leer y a escribir en su primer año de primaria. Muchos niños no aprendieron las operaciones aritméticas básicas, ni a resolver problemas con ellas. Muchos niños no comprendieron los hechos históricos en toda su dimensión para identificar las consecuencias de ellos en el presente. Muchos niños no lograron aprender los ritmos de la naturaleza, los efectos que la vida cotidiana tiene en ellos y los efectos que se están teniendo por la pérdida de diversas especies.

En contraste, muchos de sus coetáneos que, por contar con mejores condiciones, con padres y madres más preparados, por tener acceso estable a internet, entre otras cosas, sí lograron mejores aprendizajes, que hará más ancha la brecha entre los que saben y los que no. Entonces la pregunta es si volviendo todos a la presencialidad, esa distancia se hará más corta. Considero que será un elemento fundamental para lograr aminorar la distancia, pero no será la única condición.

Por otro lado, hay que dar prioridad a esos contenidos que son esenciales para que los estudiantes puedan avanzar al siguiente nivel educativo, y desde mi punto de vista son tres contenidos en la educación básica; aprender el manejo y uso de la lengua, lo que significa no sólo aprender a leer y escribir, sino aprender a realizar una lectura crítica al término de la educación básica y a realizar escritos descriptivos, explicativos y argumentativos. Y en el mejor de los casos se tienen 12 años para lograr esto, si se tiene menos, organizar los planes de estudio en el desarrollo de la lengua para cada generación.

Lo mismo debe pasar con las matemáticas, al término de la educación básica los estudiantes deben saber aritmética de números naturales, fraccionarios y enteros, así como álgebra y principios de trigonometría, un poco de estadística y también algo de lógica y conjuntos. Pero esto debe suceder a lo largo de 12 años o bien, reestructurar los planes de estudio a partir del punto en que se encuentra cada grupo de alumnos.

Finalmente, el tercer conocimiento que deben tener los estudiantes al egresar de la educación básica es conocimiento de su entorno inmediato y cercano. Conocer su comunidad, su forma de gobierno, su población, su entorno geográfico. También que sepan a qué municipio pertenecen, a qué estado y su país en qué continente se encuentra. Hechos históricos fundamentales y tal vez de una historia reciente. El resto lo podrán aprender con el tiempo.

Para lograr esto hay que reorganizar los contenidos, dar más tiempo a las asignaturas de español y matemáticas, que los estudiantes realicen muchos ejercicios y que ellos y ellas propongan otros. Que inventen sus problemas con situaciones cotidianas para ellos, que describan lugares, vegetales, actividades sociales, propias de su comunidad, que las y los docentes diversifiquen y crucen contenidos en las actividades de aprendizaje para consolidar estos.

Y claro, la presencialidad se vuelve fundamental en la educación básica, pero podría ser otro asunto en la educación media y superior. Ojalá lo revise la SEP.

La autora es académica de la Universidad Iberoamericana Puebla.

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