*Por: Mtra. Alejandra Alpuche Vélez

El progreso de la humanidad a lo largo de la historia siempre ha sido resultado de situaciones de crisis, es decir, de momentos decisivos que marcan la diferencia entre el desarrollo o no de una civilización. En la actualidad, se puede decir que estamos en un momento de crisis en todos los niveles, tanto local como mundial. En el mundo, se vive crisis por la guerra: la escala del discurso a una amenaza nuclear y la crisis humanitaria y migratoria que conlleva cualquier conflicto bélico; por una pandemia que sigue cobrando vidas todos los días y que también ha implicado un impacto económico, social, educativo y personal significativo en todo el mundo; y por el cambio climático que constituye una amenaza constante de destrucción de la vida.

En el país, existe crisis por la delincuencia organizada, donde la violencia y la impunidad crece todos los días, aunque no se diga; por la puesta en duda de la democracia y los organismos autónomos que la regulan; por la pobreza y la desigualdad creciente en medio de inflación, violaciones a los derechos humanos, aeropuertos, trenes y demagogia política.

Entre éstas y muchas otras circunstancias, la realidad está demandando cambios, los cuales deberían ser producto de un proceso de conciencia que lleve a una actitud y acción de cuidado.

Conciencia porque no se puede atender y enfrentar algo que se ignora, porque es responsabilidad de todos informarse, verificar esa información y tomar conciencia de lo que sucede. Por ejemplo, implica caer en cuenta de que los incendios en cualquier zona del país afecta a todos los mexicanos y a todo el mundo; que las cavernas, ríos subterráneos y cenotes posiblemente afectados por la construcción del tren maya, impacta a todos los mexicanos independientemente de su lugar de residencia o el partido político al cual apoyen, así como al ecosistema y a los seres vivos que habitan en él; que el último feminicidio y/o asesinato de algún periodista incide en la paz y garantía de derechos de cada uno de los mexicanos y mexicanas, motivando flujos migratorios que también afectan a los lugares de origen y de acogida.   De la misma manera, que la explotación de los recursos naturales de países en vías de desarrollo, el consumo desmedido y la cultura del descarte, pone en peligro la vida de todos y todo, o que una organización mundial basada en el poder de unos cuantos sobre otros y regida por el capital, solo genera más conflictos y vulnerabilidad para todos y todo.  Es decir, si se quiere responder a estas crisis de la mejor manera, es necesario empezar a tomar conciencia del impacto que nuestras decisiones y acciones diarias tienen, de que no se es únicamente miembro de una localidad o un país, así como que el ser humano no es el dueño del mundo, sino que somos un integrante más de una casa común que es la Tierra.

Por ello, como fundamento de cualquier acción que se emprenda ante esta realidad, desde cualquier trinchera, la actitud de cuidado será esencial, ya que como señala Leonardo Boff en sus diversos textos al respecto, sin cuidado, la humanidad no existiría, ya que lo que existe es resultado de una articulación cuidadosa de todas las fuerzas.

Para este mismo autor, cuidado significa poner atención, mostrar interés y preocupación por algo o alguien, así como, actuar en consecuencia.  Por ello habrá que preguntarse ¿qué es lo cuidamos? y ¿por qué lo hacemos?, ya que solo cuidamos lo que nos parece importante. Si al responder estas preguntas los asuntos locales, nacionales y mundiales como los descritos anteriormente no aparecen en la lista, implica entonces que nuestra visión es reducida y probablemente velada, ya que, si se cree que al cuidar solo lo más cercano estaremos bien, se pierde de vista que, aunque uno no se involucre en lo que sucede, la realidad terminará cargando también con nosotros. Por lo tanto, es necesario ampliar la mirada, tomar conciencia, cuestionar qué es lo importante y a partir de ahí, cuidarlo.

*Maestra en Administración y Gestión de Instituciones Educativas por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Licenciada en Educación por la Universidad Iberoamericana Puebla. Se ha desempeñado profesionalmente en el acompañamiento y asesoría pedagógica a estudiantes, docentes y equipos de trabajo en los niveles de educación básica y media superior. Actualmente colabora como subdirectora de la Preparatoria Ibero Puebla, además de ser docente en la Licenciatura en Procesos Educativos de la Universidad Iberoamericana Puebla.

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