columna-invitada

Por Martín Antonio Escamilla Meza, colaborador del seccional Tehuacán

Por desgracia, desde antes de la pandemia por el coronavirus, la educación en México no ha sido prioridad para el gobierno. Según informes de 2018, dada esta falta de interés, de cada 100 niños que nacen en México, 87 se inscriben en secundaria, solo 66 llega a educación media superior y 17 logran entrar a la universidad. De acuerdo con la última prueba PISA, resulta que 45 de cada 100 estudiantes no entienden lo que leen y, según el Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes (Planea), 61 de cada 100 no aprenden lo suficiente en matemáticas. En cuanto a la infraestructura educativa de un total de 145 mil 704 escuelas de educación básica, 45 por ciento no están conectadas al drenaje y 20 por ciento no están integradas a una red de agua potable. Las peores condiciones las tienen las telesecundarias y escuelas comunitarias, así como los telebachilleratos comunitarios, de los que 99.4% carece de laboratorios de ciencias y 84 % no tiene una biblioteca.

Con el gobierno de la 4T el panorama es más crítico. Para muestra, dos botones: México invierte aproximadamente el 5.37 por ciento del presupuesto total, por debajo del 7 por ciento que recomienda la Unesco. Invierte un 0.40 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) para ciencia e investigación, lejos del 2.5 por ciento del PIB que en promedio invierten otros países en desarrollo.

Ahora, con la pandemia, las cosas en materia educativa han empeorado. Las escuelas están en pleno deterioro, los alumnos interrumpiendo realmente su aprendizaje, aislados, estresados, expuestos a una mayor violencia intrafamiliar, sin contacto social con sus maestros y compañeros, casi sin actividad física ni artística; los alumnos que acudían a escuelas de tiempo completo ya no comen igual, ha aumentado el abandono escolar; los padres, que no están preparados para desarrollar el papel de maestros, sufren y se angustian, porque, además, a veces no tienen televisión o computadora, o se ven ante la disyuntiva de comer o comprar datos para internet, etc. De las consecuencias más graves de la mal manejada pandemia, por el encierro, el estrés y la crisis económica, son los embarazos de adolescentes que han aumentado 20 por ciento, mientras que los suicidios en México, donde la población más vulnerable es la más joven, van al alza en un 20 por ciento.

Por lo tanto, es un clamor de toda la sociedad la atención que debe prestar el gobierno a la educación en general; es un clamor popular el regreso a las clases presenciales, para impulsar una educación de nuevo tipo. Una educación que sirva para ir creando a los científicos y sabios del futuro, que hagan de sus conocimientos una forja de inventos y de creaciones que tiendan a la modernización del aparato productivo, con la finalidad de hacerlo fuerte, competitivo y por tanto no dependiente de las potencias extranjeras; es decir, una educación que tenga como propósito producir la riqueza material en cantidad y en calidad suficientes para toda la población, pero poniendo a salvo la soberanía nacional.

Los estudiantes deben convertirse en personas educadas y formadas integralmente para que contengan todos los valores necesarios para una convivencia social armónica: respeto, libertad, tolerancia, bondad, justicia, igualdad, amor a su pueblo y al trabajo, responsabilidad, honradez, nobleza, solidaridad, verdad, valentía, amistad, honor y paz, entre otros. Los alumnos deben cultivar el amor a la disciplina, a la limpieza, a las bellas artes. Para ello es necesario que en las escuelas, aparte de los conocimientos científicos, se enseñen todo tipo de actividades deportivas y artísticas; que se fomente el futbol, voleibol, basquetbol, etc., así como la música, el baile, la danza, la poesía, el teatro, la oratoria, el canto, la pintura, entre otras; para lo cual es necesaria la estancia de tiempo completo de los educandos en las escuelas; los estudiantes deben convertirse en ciudadanos críticos y conscientes, políticamente activos y partidarios de los grupos más desprotegidos de la sociedad y dispuestos a participar en la lucha por una sociedad más justa, y en la solución de los grandes problemas de la humanidad como la pobreza, la desigualdad social, la contaminación, la discriminación, etcétera.

Ahora, el gobierno de López Obrador, aparentando una gran preocupación por la educación, sostiene que es necesario el regreso a clases presenciales, pero no se propone, ante la falta de suficientes vacunas, priorizar a los estudiantes para ser vacunados, los deja hasta el último, hasta dentro de 5 o 6 años, de acuerdo con el ritmo de vacunación que se lleva. Regreso a clases sí, dice el gobierno, pero sin proteger a los niños y jóvenes que acudirían a las aulas, exponiendo al contagio y a la posible muerte a millones de jóvenes y a sus familias.

Los estudiantes del país entero deben alzar la voz, organizarse, unirse, protestar, exigir y demandar al gobierno la vacunación inmediata de todos, absolutamente todos los alumnos y la totalidad de maestros y trabajadores de las escuelas, para el regreso a clases presenciales urgentes para no seguir perdiendo a las jóvenes generaciones en el atraso, la ignorancia, en la malformación. Ante la falta de vacunas, los más viejos deberíamos esperar y permitir que los más jóvenes se vacunen, para darle paso y preferencia al futuro de la nación. Por eso saludo, desde esta sencilla tribuna, a la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios “Rafael Ramírez” y me solidarizo plenamente con su lucha que enarbola esta urgente y justa demanda.

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