*Por: Mtra. Mercedes Núñez Cuétara

Tengo la dicha y el privilegio de ser profesora universitaria desde hace 8 años. En este tiempo de trayectoria fue sumamente significativo aquel 18 de marzo del 2020, hace 17 meses ya, cuando nos anunciaron que nos retirábamos de la universidad y de las aulas durante un tiempo mientras se valoraba la evolución de la pandemia por Covid 19. Ese tiempo, increíblemente en México, se convirtió en un año y medio sin pisar las aulas.

En ese año y medio estudiantes y profesores, de los estratos socioeconómicos más privilegiados de este país, pudimos continuar el proceso de formación universitaria a distancia. La adaptación a la educación virtual fue rápida, es la ventaja de trabajar con adultos jóvenes con acceso a toda herramienta tecnológica que de manera inmediata se apropiaron de su proceso de aprendizaje. La experiencia que narro parte desde esta postura de privilegio que tienen las instituciones educativas privadas. Sin embargo, debo puntualizar que para la gran mayoría de estudiantes mexicanos esta migración a lo virtual no fue posible perdiendo no sólo un año y medio de clases, sino incrementando las cifras de deserción escolar de jóvenes, niños y niñas en México.

Si aquél 18 de marzo del 2020 fue significativo el 30 de agosto del 2021 lo fue aún más. Con toda la incredulidad e incertidumbre retomamos la presencialidad en las aulas en todos los niveles educativos, con cupos reducidos, horarios rotativos y todas las medidas sanitarias para prevenir contagios. En el caso del grupo de estudiantes universitarios que acompaño compuesto por 15 personas, 10 de ellas y ellos decidieron asistir presencialmente y 6 siguen las sesiones en directo a través de una plataforma de videoconferencia. Cabe mencionar que, respetando el principio de sana distancia, el cupo máximo del aula es precisamente de 10 personas. Si había incertidumbre sobre los deseos de regresar a la presencialidad, esta se disipó el primer día de nuestro regreso ante un salón ocupado a su máxima capacidad.

El primer día de regreso a clases había deseos de estar, presencia física, contenido teórico, material virtual, conexión en línea con el resto de estudiantes, pero no había conexión de miradas estas estaban divagando por toda el aula. Me movió mucho verme de nuevo al frente de un grupo, hablando, compartiendo, escuchando las participaciones, pero sin conectar a través de las miradas. Tanto las y los estudiantes como yo misma no sabíamos cómo volver a mirarnos, si ver al frente, si mirar a las y los compañeros presentes, si ver a la cámara o computadora que nos mantiene en línea con el resto de la clase. Caí en cuenta, que llevábamos año y medio relacionándolos desde la palabra y la escucha, a través unas computadoras que siguen sin ser capaces de conectar miradas y presencia y todas las bondades que esto trae a los procesos de enseñanza aprendizaje.

Cuando mis colegas me preguntaron ¿cómo había sido el primer día de vuelta a la presencialidad? la respuesta inmediata que di fue: “ya no nos miramos”. Reconecté con esta necesidad, más natural y humana, de recuperar las miradas y que a su vez en clase son una devolución indispensable que permite identificar si el grupo está comprendiendo, ver si están de acuerdo o en desacuerdo con el conocimiento que se va construyendo incluso saber si están disfrutando del proceso.

Este 30 de agosto me percaté que hay factores en el aula que damos por hecho, tan naturales como el brillo y la conexión de las miradas, y que cuando estos se ven trastocados es cuando se hace evidente su importancia y el papel indispensable que tienen en el proceso de aprendizaje. Estoy segura que de manera natural y con la presencia física iremos recuperando las miradas, este elemento silencioso e indispensable en el aula.

*Maestra en Intervención Social por la Universidad Pública de Navarra y Licenciada en Psicología por la Universidad Iberoamericana Puebla. En el ámbito profesional se ha desempeñado como investigadora y docente. Actualmente trabaja en la Universidad Iberoamericana Puebla como Coordinadora de Desarrollo Comunitario e imparte asignaturas de investigación, elaboración de tesis y psicología social comunitaria.

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