biografia-columnista-Carlos-Figueroa-Ibarra

Conocí a Saúl Huerta Corona en la primavera de 2017 en el contexto de los trabajos organizativos que Morena estaba realizando para enfrentar el reto de las elecciones del 6 de julio de 2018. Meses antes, en una sesión del Comité Ejecutivo Nacional de Morena, su entonces Presidente, Andrés Manuel López Obrador nos había indicado a los restantes 20 integrantes de dicho CEN que deberíamos escoger un distrito electoral federal para organizar los comités seccionales que deberían promover y defender el voto. La mayor parte de los integrantes del CEN escogimos el distrito electoral en el cual vivíamos o mejor conocíamos. Dos urgencias al menos nos atenazaban en aquel entonces: hacer realidad las amplias alianzas que había argumentado el propio López Obrador y organizar a la ciudadanía en las miles y miles de secciones electorales de los 300 distritos electorales federales. Fue en el marco de esa atmósfera de temor al fraude, que un integrante de Morena me presentó a Saúl Huerta y los tres nos tomamos un café. El compañero de Morena me había expresado que Saúl traía un trabajo organizativo importante en las juntas auxiliares y poblados aledaños a San Francisco Totimehuacan y la Laguna de Valsequillo.

Rápidamente advertí las características del personaje que recién se me presentaba. Se trataba de un típico militante del PRI y por lo tanto fiel representante de la cultura política de dicho partido. Después de una rápida argumentación de las razones por las cuales abandonaba el partido en el cual había militado por años (como muchos de los recién llegados, argumentaba que había cobrado conciencia de la necesidad de un cambio de régimen) me relató de su trabajo organizativo en toda la zona referida y que se plasmaba en una asociación civil llamada “Valor y Fuerza”. También con franqueza me expresó sus intenciones de ser candidato a la Presidencia Municipal de la ciudad de Puebla. Para entonces ya estaba curado de espantos y sabía que eso de que “en Morena no se estaba por cargos sino por un cambio de régimen” era el discurso de todos y convicción de pocos. Poco tiempo después tuve una plática con Alejandro Armenta Mier y también con franqueza me dijo que llegaba a Morena y que quería ser su candidato a Gobernador. Le recordé cómo en el PRI había pasado más de dos décadas y no le habían dado tal candidatura. Pero la marea de chapulines era incontenible. Más aun, las ambiciones también se habían desatado entre la militancia más auténtica de Morena.

En las giras organizativas que hicimos en la zona trabajada por Saúl, pude observar que en efecto tenía gente organizada y que le tenía gratitud por las labores sociales de “Valor y Fuerza”. Militante priísta desde temprana edad, Saúl había tenido poca fortuna en el PRI. Habiendo ocupado algunos cargos a nivel municipal, había sido fallido precandidato a la Presidencia Municipal por el PRI en 2010 (la ganadora fue Blanca Alcalá) y fallido candidato a una diputación federal en 2012. Abogado y alto empleado en una Notaría, parecía Saúl gozar de una buena posición económica. Era hombre de familia y padre orgulloso de dos hijas de las cuales me relataba eran muy buenas estudiantes. En la sala de la casa paterna en Totimehuacan había un gran retrato de su padre, hombre de trabajo cuya memoria Saúl veneraba y respetaba. Habiendo ganado la candidatura de Morena -la presidencia municipal se le alejó aún más cuando la tómbola decidió que una mujer sería la candidata- tuve una relación constante con él durante la campaña electoral de 2018 y luego esporádicamente en el segundo semestre de ese año y en la segunda campaña electoral para la gubernatura en 2019. Con el aporte de brigadistas extraordinarios de Morena, el trabajo de “Valor y Fuerza” y sobre todo montado en el tsunami López Obrador, Saúl Huerta logró ganar la diputación federal con una abultada votación en el Distrito 11 federal.

Salvo eventuales comunicaciones telefónicas que terminaron en octubre de 2019, ya no lo volví a ver. Saúl ya no me necesitaba y habiendo ganado Andrés Manuel y luego Luis Miguel Barbosa, yo tampoco lo necesitaba. Así es la política, no es lugar auspicioso para amistades y afectos aunque haya espacios para ellos. Fue una sorpresa desagradable saber la mañana del 21 de abril el escándalo en el que estaba envuelto. Víctima de una ofensiva mediática propia de la temporada electoral, las evidencias en contra de Saúl Huerta aumentan diariamente. A diferencia del PRI con Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, Morena rápidamente se desembarazó de Saúl. He empezado a recibir relatos estremecedores de compañeros y habitantes de San Francisco Totimehuacan. Historias, testimonios y testigos han empezado a florecer. Todo ello se da en un momento en el cual no pocos de lo/as candidato/as designado/as por la Comisión Nacional de Elecciones resultan moralmente cuestionables. En un momento distinto al de 2018, cuando podríamos haber tenido una mayor libertad para escoger a militantes y personajes representativos de la ética que Morena postula en sus principios. No puedo sino pensar que Morena empieza a tener una deuda moral con la ciudadanía, militancia y simpatizantes que han creído en el partido. Como lo hemos observado con el PRI y el PAN en México o con el FMLN en El Salvador, cuando un partido es derrotado moralmente difícilmente se vuelve a levantar. Espero que esto no nos suceda.

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