¿Ajolote vs. Pejelagarto?

En un trabajo sobre José Revueltas, Roger Bartra observaba (refiriéndose al libro del anterior, Un proletariado sin cabeza) : “A todo le falta algo, nada está terminado: a los escritores mexicanos les falta con frecuencia la palabra, al país le falta democracia, al marxismo le falta leninismo, a la conciencia le falta organización y, para colmo de males, al proletariado le falta la cabeza (Vid. “ ¿Lombardo o Revueltas?”, Nexos, No. 54, junio de 1982).

A nuestro parecer le faltó agregar: a los intelectuales mexicanos les falta sentido del humor.

Ciertamente, a excepción de Carlos Monsiváis (cuya desaparición hoy, más que nunca, se revela como una verdadera desgracia para nuestro país) el sentido del humor brilla por su ausencia en las confrontaciones ideológicas y políticas que tienen lugar en nuestros días. Digo esto principalmente a propósito del debate entablado entre el presidente Andrés López Obrador y el sociólogo Roger Bartra, si es que podemos llamarle así a la caterva de anatemas y acusaciones recíprocas que se han arrojado desde hace algunos meses.

Según Bartra (en su libro Regreso a la Jaula, Editorial Debate), AMLO pretende retornar a modelos políticos y económicos de los 60 y 70 lo cual traería consigo, subraya, el retorno de “viejas prácticas autoritarias”. Y remata asegurando que aquél “es un populista de derecha de manual”. Por su parte, AMLO asegura que Bartra “se cansó de ser de izquierda, decidiendo pasarse a la derecha, al lado de personajes como Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín”.

No reproduciremos aquí –por falta de espacio—el desarrollo de dicha confrontación. Tanto uno como otro no enarbolan argumentos ni tesis sólidas : se limitan solamente a pontificar y a descalificarse mutuamente. Iba a decir también que se “ningunean” (parafraseando a Octavio Paz, que tanto ha influido en el pensamiento de Bartra), pero sucede todo lo contrario : exageran demasiado en la valoración o des-valoración que tienen de sus personas, o mejor dicho, de su pensamiento.

Así las cosas, es imposible tomar partido….a menos que uno carezca totalmente de sentido del humor, o un desconocimiento total de la trayectoria de ambos personajes.

¿Acaso Bartra desconoce o pierde de vista el papel fundamental que ha desempeñado AMLO en la transformación del país, sobre todo en lo que respecta al combate a la corrupción? Este tema (el de la corrupción) siempre ha estado presente a lo largo de sus escritos sobre el sistema político mexicano. En una entrevista con Hugo Vargas, señalaba: “aunque la función sociopolítica de la corrupción es de la de ‘aceitar’ y ‘acelerar’ los mecanismos burocráticos y políticos… es preciso notar que el ejercicio cotidiano de la corrupción acaba saturando de inmundicias y detritos los vasos comunicantes del sistema. Hoy es tan grande la cantidad de mierda acumulada (sic), que el aparato político ya no es capaz de procesarla eficientemente” (Vid. Hugo Vargas, “El radicalismo posible”, Nexos, 1 de octubre de 1993).

¿Dejó atrás Bartra tal repudio a la corrupción, o, simplemente no reconoce el mérito de AMLO en lo que concierne a la lucha contra este cáncer social?

En lo que se refiere a la valoración del autor de La Jaula de la Melancolía por parte del actual Presidente de la República, ¿acaso este desconoce o pierde de vista las enormes aportaciones que aquél ha hecho al desarrollo del pensamiento de la izquierda, sobre todo desde sus tiempos como director –de consuno con Enrique Semo– de la revista Historia y Sociedad, que desde los años setenta se convirtió en uno de los principales promotores del pensamiento crítico en nuestro país? No lo creo, máxime tomando en consideración que AMLO realizó su carrera en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, en la cual dicha revista ejercía una influencia considerable.

Aunque AMLO Y Bartra no tuvieron un papel protagónico en el movimiento estudiantil de 1968 —el primero aún no sobresalía como líder social, y el segundo se encontraba, si no me falla la información, en Venezuela—-, es un hecho incontrovertible que tal hecho influyó de manera decisiva en su formación ideológica y política.

Aunque López Obrador en su juventud estuvo afiliado al PRI, no tardó en romper con el mismo, una vez que decidió abanderar diversos movimientos sociales en su tierra natal, Tabasco.

Bartra, por su parte, en los ochenta contribuyó de manera fundamental a la modernización del Partido Comunista Mexicano (PCM), una vez que se hizo cargo de la revista El Machete, en una época en que la mayoría de los militantes se resistía denodadamente a abandonar los sacrosantos principios de la dictadura del proletariado, del centralismo democrático y del papel central de la clase obrera. Al calor de las grandes transformaciones y debates que estallaban en el campo socialista, en el PCM surgieron dos grandes bloques: “los dinos” (dinosaurios) y “los renos” (renovadores); los primeros (encabezados por Arnoldo Martínez Verdugo), pugnaban por la desaparición de los principios de referencia, y los segundos (encabezados por Enrique Semo), defendían la preservación de los mismos.

A través de El Machete, Bartra fue implacable : haciendo gala de una ironía punzante, demostró que “los Dinos” eran los promotores del cambio que necesitaba el PCM, mientras que “los Renos” eran los epígonos de la resistencia a la transformación, o sea, eran restauradores.

Gracias a ese debate (en el que la revista citada cumplió un papel de gran relevancia), el PCM se abrió a la modernidad, lo cual permitió que surgiesen vientos de cambio entre la mayoría de las fuerzas de izquierda de la época, que habría de culminar, cerca de 40 años después, en el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).

En ese sentido, aunque hoy aparezcan como adversarios, tanto Bartra como AMLO han abrevado en el mismo proceso histórico.
Tarde o temprano, ambos habrán de comprender que el ajolote está hermanado en más de un aspecto con el pejelagarto.

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