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Cartas a Gracia

Las autoridades educativas federales y sus pares en las entidades de la república mexicana emplearían proyectos educativos cuya finalidad sería –en su momento- prevenir el abandono y la deserción escolar Gracia, de acuerdo a declaraciones atribuidas a Esteban Moctezuma Barragán, encargado del despacho educativo y compartidas por el Boletín SEP 169 (25-06-20) en las que señalaría que no habría un “abandono masivo” para el ciclo escolar 2020-2021. En ese documento se daría cuenta del diseño de una “aplicación electrónica para instalar en las escuelas públicas un Sistema de Alerta Temprana (SisAT)” cuya finalidad consistiría en detectar al alumnado susceptible de abandonar la escuela y caer en una situación de rezago escolar. La estrategia federal daría pie para que autoridades educativas en Puebla, anunciaran el 21 de enero pasado y con seis meses de retraso, la campaña “Nadie afuera, nadie atrás”; cruzada que buscaría, “disminuir los índices de deserción escolar en educación básica y media superior” (Sep. Puebla, 21-01-21).

Empero, la efectividad de las estrategias para evitar la deserción escolar y el incremento del rezago educativo estarían por verse Gracia, pues a falta de la publicación de los datos del formato 911, tal como comentaran investigadores al portal Animal Político (shorturl.at/gtBGU) los resultados serían inciertos; maestras y maestros validarían las estimaciones que sobre el particular, al tiempo en que voceros de las organizaciones gremiales externarían -en agosto de 2019- que la deserción escolar alcanzaría hasta un 30% del estudiantado (shorturl.at/fvLUZ). Entre las causas mencionarían y en esas coincidirían con los investigadores, las socioeconómicas que incluirían, desde la falta de electricidad hasta el hecho de que uno de cada dos hogares cuente solo con una computadora y que solo 2 de cada 5 tengan acceso a internet -datos corroborados en términos gruesos por el Censo Nacional de Población y Vivienda 2020-, el alto costo de la recarga de datos para quienes disponen de un teléfono o, carezcan de un espacio adecuado para estudiar, entre otros factores entre los que se incluye el tamaño de la vivienda y el hacinamiento en muchos domicilios; hasta las socioemocionales, que comprenderían falta de acompañamiento académico paterno o materno por diversas causas: o bien porque los padres que deben forzosamente trabajar a pesar del alto contagio del Covid 19, o porque las madres jefas de familia deban realizar tres o más actividades al mismo tiempo y/o los propios infantes deban colaborar en la manutención de la familia; la agudización de los conflictos en las casas originado por el largo encierro, el estrés provocado incluso por la carencia de recursos para sobrevivir, la violencia intrafamiliar, el aburrimiento por la monotonía de las clases a distancia –cuando se toman-, entre muchas más.

La publicación del Banco Interamericano de Desarrollo: Los Costos Educativos de la Crisis Sanitaria en América Latina y El Caribe (noviembre 2020) permitiría forjarse una idea aproximada de lo que sucederá, ante la falta de información oficial y oficiosa que, sobre el indicador deserción escolar, debería trascender a los interesados y a la opinión pública. El segundo párrafo del prefacio, coincidiría con lo que hemos platicado y es que más allá del número de maestras y maestros que han muerto -la CNTE habría condenado la falta de información oficial, también en este rubro y señalado que al mes de octubre y solo en 3 Estado se contagiaron más de 6 mil 750 docentes y fallecieran 350-, “el cierre de las escuelas afecta a millones de estudiantes que están perdiendo oportunidades de aprendizaje y vínculos con su comunidad educativa” y afectado a “las dinámicas familiares, económicas y sociales, que involucran a sectores de la población que van mucho más allá del alumnado, docentes, y escuelas”; aunque en este mismo documento reconoce que el cambio de modelo educativo, ha impactado favorablemente al desarrollo de la innovación tecnológica, sujeta a la disponibilidad en cada país y desagregando la aseveración, se acotaría: en cada ciudad, región, localidad y familia.

Las consecuencias: la tasa de exclusión para América Latina retrocederá 4 por ciento revirtiendo el avance que habría tenido en los últimos 10 años y estimaría que el “incremento de la exclusión educativa para jóvenes entre 6 y 17 años, como porcentaje de la exclusión prepandemia, se incrementaría -en el caso de México- hasta ubicarse en el 26 por ciento de total, originado por causas económicas (15 por ciento) y académicas (9 por ciento), respectivamente. Prevé que el 72 por ciento de quienes abandonen, 44 por ciento pertenecerán a las clases medias vulnerables y el 38 por ciento a los “estratos pobres”, frenando en los próximos años, la movilidad social. El estudio estima que, como consecuencia de la pandemia, el número de ninis se incrementaría en un 21 por ciento (de 18 a 21 años de edad) en los próximos años.

“La conclusión principal del estudio” implicaría “poner la escuela en el centro”, como pregona un eslogan institucional por cierto, heredado de la administración peñanietista, la que lo adoptara a la vez, de instancias internacionales, “de la agenda de recuperación post-Covid” y evitar los recortes presupuestales que detienen futuras inversiones para las escuelas más vulnerables, afectadas por compartir el recurso del programa la Escuela es Nuestra con el de las Escuelas de Tiempo Completo, por mencionar un ejemplo o, el de disminuir el financiamiento para la modernización de las escuelas normales y la desaparición de programas que afectan la impartición de una educación de excelencia en todos los rubros. Ni modo Gracia, no le queda de otra, la actual administración deberá invertir más y mejor en el sector educativo si quiere revertir los efectos de la pandemia y evitar sus consecuencias.

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