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La demagogia, es la hipocresía del progreso…

En medio de una pandemia mundial, una problemática ambiental, un trance de identidad social y una crisis económica internacional, parece que los grupos hegemónicos empresariales, religiosos y políticos, se aferran a las viejas y antiguas prácticas que los llevaron a obtener y mantener su poder a lo largo de la historia de la humanidad.

Si bien es cierto que la política actual y antigua no tiene nada de ficticia, el resultado comparativo del discurso que utiliza la hace ser así.

La realidad tiránica de la política practicada en busca del poder y que instala constitucionalmente a los gobiernos, es una cruel realidad retrograda, perversa y ficticia.

La política es una práctica antigua. En toda la historia humana se encuentran antecedentes de ella en el hacer diario de subsistencia del individuo. En todo momento se hace política y en la entraña del concepto, es una práctica noble y necesaria.

Pero los intereses, la practicidad y funcionalidad han hecho que la política como la conocemos sea el escenario perfecto en donde la honradez y ruindad se confunden deliberadamente por sus participantes.

Todo lo que escriba a continuación puede ser contradictorio, pues la política en la práctica humana lo es. La demagogia tiene un papel fundamental, pues es la base retorica que adoctrina la mentira en el discurso casi perfecto del político.

Demagogia política

El historiador y ensayista Enrique Krauze, describió en su artículo para la revista Letras Libres “Los griegos lo sabían”, que cuando los estados son gobernados democráticamente de acuerdo a la ley no hay demagogos y los mejores ciudadanos se hallan firmemente al mando; pero donde las leyes no son soberanas, aparecen los demagogos. El pueblo se vuelve un monarca y como tal, no siendo controlado por la ley, apunta al poder único y se vuelve autoridad”.

Durante siglos la demagogia ha sido el arma de los grupos de poder, así como también ha resultado un arma importante para los grupos minoritarios. Desde los grandes movimientos hasta los más pequeños han sido víctimas de ella. El discurso ha sido el elemento donde se vertebra el arte de la mentira, una retórica que adoctrina y edulcora al mensaje y a sus receptores.

La demagogia, según el filósofo Aristóteles es la degradación o corrupción del proyecto de nación y consiste en ser una estrategia utilizada para alcanzar el poder político. Esta se lleva a cabo mediante apelaciones a prejuicios, emociones, miedos y esperanzas del público para ganar apoyo popular, frecuentemente mediante el uso de la retórica y la propaganda.

La demagogia es utilizada por encima de cualquier proyecto democrático. Es la degradación de la intención y el cáncer de la política social, debido a que es la forma más segura de concebir el poder por el poder.

La Constitucionalidad, la democracia y la demagogia.

La constitucionalidad de una nación en teoría es sin duda fundamental para desarrollar la organización de una comunidad humana, de manera que sus miembros puedan vivir bajo la tranquilidad que ofrece la existencia de un marco jurídico estable que, por un lado, proclame y garantice el ejercicio pleno de los derechos sustanciales de los individuos y que, por el otro, organice los poderes y órdenes de gobierno bajo los principios de autonomía, división y control recíproco.

Fuera de una dictadura, la disposición de una carta magna es inocua en ausencia de estado de derecho, dispersión del poder, instituciones libres y mecanismos de participación y manifestación de la opinión y del descontento por parte de los ciudadanos. Asimismo, la práctica del sufragio constituirá una falsa democracia ante la proscripción de la deliberación ciudadana y del debido control de la sociedad sobre el poder otorgado a sus representantes.

Dicha práctica que desmátela la Constitución de cualquier país, crea una potestad política suprema, propiedad de la comunidad política que genera valores políticos sustantivos cuya consagración articula los fines hacia los cuales ha de dirigirse la acción del poder político derivado. Este poder político práctico de los gobernados es siempre ilimitado y se mantiene a través de la demagogia.

Esto hace que la soberanía popular diste de traducirse en el poder omnímodo del pueblo, no solo por la posibilidad enorme de configurarse en un poder tiránico aplastante de las minorías, sino, en esencia, por ser contrario a la libertad.

La Libertad y la demagogia del poder.

Desde mi punto de vista la sociedad vive una libertad aparente. Si bien, las condiciones de libertad han mejorado al paso del tiempo, en realidad creo que es el concepto y percepción lo que ha evolucionado realmente. Para mucho es mejor vivir una libertad aparente que una esclavitud evidente y eso es lo que ofrece la demagogia del poder.

El derecho del hombre a la búsqueda de la libertad es inducida. Conforme se fue entendiendo las formas fueron cambiando, pero el fondo sigue siendo el mismo, con la ausencia ética por antonomasia, se reconoce los intereses particulares y se convierten al interés general y como consecuencia el hombre tiene asimismo la responsabilidad de su libertad.

Su medida y concepción de su independencia fue ya definida para que él lo entienda de una manera y lo busque conforme a esa condición, condición que fue diseñada por la educación pública de cada comunidad, entidad y nación y el egoísmo de los hombres en el poder.

Finalmente quiero señalar que el discurso demagogo es solo discurso hasta que la gente que lo escucha lo hace su verdad, en ese momento deja ser solo discurso para convertirse en el auspicio de una realidad cruda ignorada por la mayoría (El Pueblo). Para sostener dicha mentira, se advierte una serie de fenómenos, además de la demagogia, tal como la virulencia potenciada de las pasiones ciegas e ignorantes, y en la actualidad engrandecida por las redes sociales y todos los medios de comunicación.

El enlace entre la ética y la política es una tesis fundamental para que la sociedad entienda la mentira en la que está viviendo, y más aún, la mentira que el mismo hace verdad. La vida en sociedad debería reflejar la virtud individual para fortalecer en el imaginario colectivo la importancia la unidad y defender entonces la verdad.

La demagogia no es peligrosa en el oído de los individuos, ni en la necesidad de escuchar lo que quiere por verdad. La demagogia es peligrosa en la ignorancia y desidia de las personas. Es peligrosa en las diferencias propias de los escuchantes, en los intereses escondidos de cada ciudadano, en la unidad aparente de los paisanos.

Al final demagogia hace que la sociedad se divida, lo vacía trastornando la naturaleza del bien y haciendo que sus ciudadanos aspiren a una vida sin libertad.

Es necesario, de urgencia construir un liderazgo prudente, responsable y ético, resistir la intemperancia de los demagogos, transparentar la palabra, limitar el poder absoluto en manos de un ciudadano, defender el orden constitucional y defender los derechos individuales y colectivos .

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