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Una pregunta tan delincuencial como filosófica, dependiendo de las circunstancias específicas en que se haga, es la que la pandemia parece estar formulando a cada sociedad donde se presenta. Hasta donde se alcanza a ver, son los países con sistemas de salud de acceso universal a cargo del estado los que con mayor éxito están enfrentando al virus; en contrapartida, en aquellos donde se ha privilegiado el dominio de la medicina privada con detrimento de la pública, los traspiés políticos, médicos y científicos se han hecho evidentes, y los costos sociales en pérdida de vidas entre la población –sobre todo la más pobre- son desgarradores.

El contraste más impactante en la solución que los países están dando a este dilema lo están mostrando dos sociedades, por infinidad de razones, disímbolas: Estados Unidos y Cuba, con sus respectivos mecanismos sociales de atención médica para enfrentarla. Dos sociedades cuyas asimetrías económicas sociales y culturales están a la vista de todos, históricamente determinadas por las diferentes maneras de concebir y diseñar la organización de su población; la preferencia del dinero como asiento de la vida social del imperio, y la elección de la vida como condición social en la isla; la violencia y el despojo para acumular riqueza del poderoso, y el trabajo productivo honrado para vivir, del débil; la riqueza fruto de la ambición que colma a Estados Unidos, y la pobreza material que dignamente enfrenta la patria de José Martí; atizadas por el inhumano bloqueo económico que aquél país mantiene sobre éste tratando de asfixiarlo desde hace 60 años, en afán de cobrar la osadía que los isleños tuvieron al independizarse en aquel año 1959.

El problema de preservar la salud de la población en estos países no llegó apenas con la pandemia. Cómo enfrentarlo con las herramientas organizativas de la sociedad que brinda el estado, fue una decisión política fundamental tomada por el régimen político dominante en cada nación atendiendo a sus particularidades históricas y sociales. Dentro de un año, cuando el fantasma de la pandemia haya desaparecido, tal vez podamos hablar con admiración de China por la capacidad científica y organizativa mostrada por su sistema social de salud para enfrentar al mal; y de Estados Unidos con decepción por su lerda actuación frente a la misma circunstancia. Sería una comparación simple entre dos economías gigantes que poseen distintas formas de organización política y social. Pero, ¿cabría hacer comparación entre Estados Unidos y Cuba en esta situación de pandemia? Creo que no; se corre el riesgo de entrar en confrontación de los modelos político y económico que rigen en cada uno, cuando la cuestión central que plantea el contagio pandémico tiene carácter eminentemente humanitario.

Una terrible confusión entre humanitarismo e ideología ha ocasionado que la diplomacia norteamericana emprenda una serie de descalificaciones contra la ayuda internacional que prestan brigadas de médicos cubanos a diversos países en tareas de combate a la pandemia, acusando al gobierno isleño de cometer abusos laborales contra sus brigadistas. Es un argumento contra la organización interna de Cuba, y no contra la pandemia. Siendo ésta el desafío de nuestra época, como señala el Papa Francisco, para enfrentarla se requiere de poner en práctica soluciones innovadoras, que dejen atrás el egoísmo, y lleven al mundo a encontrar fórmulas para vivir en paz. La gran enseñanza que está dejando la pandemia es que de ella, como de otros males sociales, nadie se salva solo. El costo social en pérdida de vidas humanas es ya, para Estados Unidos, el peor del mundo entero en un hecho social objetivo del que tendrá que hacerse el balance respectivo para conocer sus causas y deslindar las responsabilidades humanas que influyeron en la fatal dimensión del resultado final. En 2019, Brasil, Bolivia, Ecuador y El Salvador prescindieron de la ayuda médica cubana.

Toda una concepción filosófica del mundo rodea a los mecanismos puestos en práctica para enfrentar la llegada de la pandemia a EU. Son de dos tipos: los ya existentes o estructurales, y los habilitados para la circunstancia o gubernamentales. Estructurales serían tres básicos: a) Poca infraestructura hospitalaria pública, por estar privilegiada la medicina privada; b) escasez científica en la materia, por volcar la investigación científica y tecnológica a las áreas de armamento, aeroespacial, y químico farmacéutica baja; c) desigualdad distributiva de la riqueza social entre la población. Gubernamentales –que deben tomar, forzosamente, como base de sostén a los estructurales- serían: a) Manejo empresarial del estado que, necesariamente, excluye la visión de estado de la problemática; b) desdén y displicencia hacia las alertas sanitarias; c) desatar conflictos bélicos a la par de la embestida del virus; d) traspasar dinero público –“rescate”- a arcas privadas para calmar mercados financieros y bolsas de valores; e) mantener intactos los mecanismos estructurales. El resultado: no hay plan para enfrentar al virus desde el sistema de salud pública.

La ideologización de los conflictos de baja intensidad que el gobierno de Estados Unidos mantiene y recrudece hacia países de signo político distinto al suyo, está teniendo el efecto social de mostrar al presidente Trump como un gobernante carente de sentido humanitario, no solo hacia el sufrimiento de los pueblos de Venezuela y Cuba, sino al del propio pueblo estadounidense al que su gobierno no presta la atención debida frente a la pandemia, por distraerse en sostener conflictos geopolíticos con amenazas militares a pueblos pobres, evidenciando la imprudencia y miseria moral que caracterizan al fuerte que quiere pelea contra el débil. Sostener el bloqueo económico contra Cuba y la amenaza de invasión contra Venezuela con propósitos de dominación, en tiempo de pandemia, representa el aprovechamiento de una desgracia y del sufrimiento de esos pueblos para intentar someterlos.

El caso de la isla es verdaderamente digno de atención y encomio pues sus habitantes, en medio de la pobreza material, han cultivado la riqueza del espíritu para labrar sus relaciones humanas internas y con el resto de los pueblos del mundo. Sólo en materia de medicina, a pesar de todas las carencias de intercambio comercial que le representa el bloqueo, Cuba ha desarrollado cuatro renglones que le ganan la admiración del mundo: un impresionante avance científico y tecnológico, altísima calidad de su medicina social, solidaridad médico sanitaria con todos los pueblos del mundo que buscan su ayuda, y poner generosamente su conocimiento científico al servicio de la humanidad, sin comerciarlo. En todo caso la pandemia ha puesto en evidencia los dos mecanismos sociales con los que, hasta ahora, el mundo la enfrenta. Dos visiones de las relaciones humanas que tendrán que ser valoradas para poder encaminarnos hacia un mejor futuro. Solo hay que responder su pregunta.

Heroica Puebla de Zaragoza, a 14 de abril 2020.
José Samuel Porras Rugerio

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