Mientras los cambios sociales van a pasos acelerados en el mundo, la realidad de Acción Nacional va en sentido contrario: es bastante lenta y con discusiones irrisorias de entre quienes se autodenominan tradicionales o neopanistas. Ambas corrientes tienen visiones del pasado, ya sea cercano o lejano, pero que fungen como anclas de un barco que no puede zarpar para afrontar la nueva realidad social, y que por lo tanto no puede cuajar como alternativa, en estos momentos de incredulidad ciudadana hacia la política.

El reto que tenemos en frente es inventar con imaginación una nueva etapa en la historia del PAN sin anclas fanáticas como brújulas. Esto implica, por ejemplo, dejar a un lado la veneración a los perfiles apolillados que sobreviven de la inercia de los triunfos del pasado, pero no saben cómo afrontar actualmente el rechazo social a toda la clase política.

Hoy sin duda debemos desterrar las verdades absolutas que quieren poner en blanco y negro las posturas institucionales; no se puede estar sólo a favor y en contra, los matices deben ser parte de la nueva partitura que marque los tiempos para tener rumbo hacia un horizonte realizable, que concluya en ofrecer una mejor patria a todos nuestro conciudadanos.

Tenemos que aprender a tener un pensamiento de autocrítica sana, sin buscar la ofensa interna, debemos salir a reconocer que en el PAN dejamos de luchar contra el “Ogro filantrópico”, y por el contrario, lo engordamos y domesticamos, confundimos el gobernar con halagar al gobernante en vez de halagar a los ciudadanos, quienes solamente esperan que seamos agentes para mejorar su vidas, no para dominarlas.

Asimismo, debemos reconocer que mientras gobernábamos, basamos nuestra acción política en la consolidación de pirámides humanas en las dirigencias partidistas, o en su caso en intoxicar del gasto social la vida partidaria como mecanismo de control de los electores.

El PAN tiene una carencia grave de propuestas a la ciudadanía: estamos discutiendo una reforma estatutaria que regula cómo mantener o sostener las relaciones internas entre panistas, pero hemos dejado de lado un programa de acción política que logre convencer a los ciudadanos que es tiempo de volver a creer en la política. Sin este instrumento no podremos conquistar a los estudiantes de las universidades, profesores e intelectuales que pueden ser fermento político y moral para afrontar los nuevos retos.

No podemos confrontar y contrastar con la transformación de cuarta con argumentos simplones y rapaces, necesitamos entrar de lleno a la discusión de la agenda pública y a las conversaciones del barrio y la comunidad.

De rumbo al 2021 la realidad es que no podemos apostarle a la paralización o exclusión de ningún militante o simpatizante por más modesto que se le considere, pues la inactividad es dejar de hacer para bien o para mal; por tanto, no puede ser determinante para recomponer la distribución de los votos que necesitamos para ganar posiciones como partido.

Hay que ir sacudiendo la soberbia y los rencores si es que aspiramos al menos a sentarnos a buscar entendimientos, aún sabiendo que no compartimos del todo la misma visión.

Si nuestro partido continúa en el extravío, seguiremos igualándonos a lo que tanto detestamos: basta de dilapidar la bondad.

Necesitamos ahora más que nunca más diálogo y menos monólogos.

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