La cultura democrática y de participación que existe en México fue resultado de un proceso desarrollado por décadas y se consolidó con la última gran alternancia política, que ocurrió en las elecciones de 2018; sin embargo, ha tenido mayor relevancia en la población joven.

En el caso de las elecciones federales y locales destacó la aportación de los jóvenes de 18 años, que superaron el promedio nacional de participación ciudadana, con un índice del 64.7 por ciento.

En la elección de este año participó el 63.1 por ciento de la lista nominal nacional, cifra superior a la registrada en las votaciones de 2012; y Puebla superó el promedio con un índice del 68.2 por ciento, lo cual demuestra que los valores de participación ciudadana adquirieron mayor relevancia, no solo en el discurso social sino a la hora de tomar acción.

Los jóvenes están presentes en los procesos electorales porque al tener acceso a información casi ilimitada los convierte en sociedades más críticas, y las herramientas digitales les permiten tener capacidad de organización para exigir resultados y derechos. La muestra fue la marcha estudiantil ocurrida en febrero de 2020, la más importante de los últimos 60 años, porque convocó entre 50 mil y 150 mil personas, de acuerdo a cálculos oficiales y de organizadores.

Para las elecciones de 2021 tres de cada 10 votos posibles provendrán de los jóvenes, cifra equivalente a la que definió la elección extraordinaria de Puebla. Hasta el mes de octubre, el Instituto Nacional Electoral (INE) reportó una lista nominal para el estado de 4 millones 607 mil 442 personas, de las cuales 29.36 por ciento tiene entre 18 y 29 años de edad, es decir, cifra que representa a un millón 352 mil 686 de ciudadanos jóvenes con credencial de elector vigente.

La participación electoral de este sector poblacional el siguiente año podría ser definitorio y fundamental, porque permitiría seguir consolidando la cultura democrática, y también rechazar o aceptar la forma de Gobierno existente.

Sin duda las marchas multitudinarias evidencian exigencia de derechos o incumplimiento de obligaciones y sirven para presionar cambios en las políticas públicas; sin embargo, es a través del voto como las peticiones pueden cristalizarse eligiendo otras opciones políticas.

En diversos momentos de la historia, los jóvenes han aportado a los procesos de democratización, desde sindicatos tan importantes como el SNTE, hasta alcanzar la autonomía de la BUAP.

No debe subestimarse la fuerza de la juventud, ni su capacidad de organización y crítica, pues incluso con resistencias han alcanzado cambios radicales que no siempre son positivos, por lo menos, al principio.

@MaritzaMena7

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