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Durante la historia del ser humano y sus diferentes estados naturales de convivencia, la palabra creer le ha permitido avanzar hasta donde hoy hemos llegado. Sin embargo, en este largo camino, la fe del ser humano ha pasado por distintas etapas desvirtuando su sentir respecto a lo que acepta en un principio y termina creyendo.

Considerar una cosa como verdadera o segura o pensar que existe, sin tener pruebas de su certeza o un conocimiento directo de la misma, es una condición que durante miles de años el hombre basó su creencia y que resultó en una gran parte en lo que hoy conocemos como las religiones.

Pero para hablar del creer humano no solo se abarca el concepto religioso o mitológico de una cultura o civilización.

En la compresión de la necesidad de aceptar una idea como verdad del ser humano le es necesario en todo momento y lugar, utilizar sus sentidos para enfrentar situaciones tan cotidianas como especiales o extraordinarias, dicho de otra manera, la necesidad de creer va desde que es mejor hacer dentro o fuera de su zona de confort o zona de dominio.

Su necesidad crece desde creer en uno mismo hasta creer en un ser supremo, dependiendo de la situación o necesidad en la que se encuentre.

Sin embargo, desde miles de años y siglos, la naturaleza del ser humano le permitió desarrollar de manera impecable la doble moral y por ende el doble discurso, resultado de una doble vida.

Para comprender la crisis de la creencia humana es necesario entender dicha doble moral que trajo por consecuencia el quebranto de la verdad.

Por siglos las circunstancias político-culturales de las configuraciones sociales, que fueron desde la formación de una tribu o aldea, hasta un imperio o civilización, hoy en día naciones o países, sus crisis económicas derivadas de intereses oscuros y de unos cuantos que están en el poder, llevaron a la decadencia a las autoridades máximas, a los gobiernos e instituciones religiosas.

A esto se ha sumado más actores y entes sociales que conforman y sostienen la estructura social.

La política sin duda ha sido la madre profana de la decadencia humana. La política tiene brazos y aliados en todos lados y la religión no fue la excepción. Tocar los tejidos más finos de la institución aparente y supuestamente más noble como lo es la iglesia, tuvo sus consecuencias graves las cuales hoy la humanidad padece.

Durante siglos la posibilidad de creer del individuo abrió puertas para la manipulación social. La manipulación de la iglesia fue fundamental para el dominio del individuo sobre otros individuos. Dicha manipulación estaba basada principalmente en condicionamientos y mentiras.

Los condicionamientos y mentiras estaban y están encaminados a provocar miedo entre la población y a través del miedo definir su percepción de la realidad. Todo esto se puede detectar en la historia antigua, media y moderna.

La era moderna no escapó de la tendencia antigua, la forma sufrió ciertos cambios, pero en el fondo todo iría empeorando.

El siglo XX se caracterizó por sus constantes convulsiones políticas y sociales: se desataron dos guerras mundiales y sucedieron diversos episodios de genocidios y guerras civiles. Esto contrasta con los enormes avances de la ciencia y con las mejoras en las condiciones de vida de la población. No obstante, como lo dice el filósofo naturalizado mexicano, Bolívar Echeverría “dichos avances que caracterizan al momento histórico actual, no se viven con gran celebración por parte de la humanidad”.

La preocupación sobre el presente y futuro de la humanidad debido a la creciente desigualdad socioeconómica y al deterioro del medio ambiente, producto del modelo modernizador adoptado en el sistema capitalista de producción acaba con las esperanzas expansivas de la sociedad.

El híbrido que vivimos por cotidianidad rompe con la certeza de saber el valor real de lo que contamos por nuestro. La seguridad social está perdida a pesar de los avances modernos y esta contradicción ha puesto en aprietos la convicción de lo que se espera y la certeza de lo que se tiene.

Durante toda la historia de las civilizaciones y sus gobiernos, sus tiempos se caracterizan por dos situaciones: tiempos de escasez y de abundancia.

En los tiempos de escases que hay de los medios de subsistencia, en estos se retira el derecho a la vida de las capas más bajas de la población mundial, y las clases dominantes logran apropiarse del excedente productivo de la fuerza de trabajo haciéndoles creer a las personas que su obediencia y dedicación al trabajo son necesarios para mantener un pacto mágico con un “Dios salvador” y un “Gobierno preocupado y esforzado”.

En su momento, la Revolución Industrial superó la escasez, pero solo la escasez alimentaria y material, pero lo que hoy se vive es una escasez artificial y dicha virtualidad confunde a la humanidad respecto que si es verdad lo que ha creído durante siglos y miles de años.

A todo esto, hay que sumarle el descontrol del manejo de la información secreta de los gobiernos y grupos de poder, con la que han manejado y manipulado a la humanidad.

El control general se había logrado mediante un discurso fundamentalista sobre lo que se tenía que hacer y creer, esto permitía sostener un régimen económico y social, haciendo concebir a la inmensa mayoría de las personas que “la mano invisible” del mercado y de Dios, lo controla todo, su vida y su destino.

Pero los avances tecnológicos irrumpieron de manera determinante en la velocidad en lo que tal vez es el segundo elemento más importante de vida después del oxígeno: la información.

De esta manera, los principios del control informativo que manejan los mensajes de manipulación social, se vieron afectados en sus conductos habituales sin que puedan en su totalidad ser recuperados. Sin embargo, estos conductos modernos y principales siguen estando en manos del poder.

Los gobiernos y las élites mantienen una defensa a ultranza de la modernidad “realmente existente”, banalizando la información y rompiendo los márgenes de acción de la población, esto como una medida de contraataque ante la posibilidad que hoy un pequeño o mediano grupo de la sociedad tiene acceso a la verdad.

Dicho acceso influyó en el sistema de creencias. La oportunidad que hoy se tiene de acceder a información de la que antes no se podía, convierte a las nuevas generaciones en las más informadas de la historia, a pesar de esto, no es la generación con el mayor idealismo definido.

Sus creencias respecto a algo o alguien son volátiles. La estabilidad de sus ideas o emociones lo son también. Esto determina e influye la actitud de una sociedad en el comportamiento del individuo hacia uno mismo, hacia los demás y lo que lo rodea.

Nuestro sistema de creencias actualmente está roto y descontrolado, afectado directamente nuestros pensamientos y sentimientos, esto desemboca en nuestra actitud y define nuestros hábitos y estilo de vida. Nuestra vida es el resultado de lo que creemos saber, de cómo percibimos y asumimos de cierto lo que nos rodea.

En este camino de creencias fueron nuestros padres los responsables de gran parte de lo que creemos; cuando a través de sus creencias nos educaron, los maestros siguen en la escuela, en nuestros estudios; antes o después nos influirán nuestros amigos y vecinos y líderes de opinión, pero todos ellos, no olvidemos fueron inducidos y educados a creer bajo los intereses de un sistema socio-político.

A todo esto, no podemos olvidar que nuestras experiencias también van dando forma y reforzando nuestras creencias, como consecuencia de todo esto, los humanos somos como pensamos, pensamos como creemos y creemos como nos enseñaron para actuar como somos, pensamos y creemos.

La pregunta es si realmente somos como queremos ser, pensamos bajo las ideas correctas y creemos en lo que realmente es verdad. A todo esto, se pone de manifiesto, entre otras cosas, la subjetividad que va implícita en el concepto de creencia. Es decir, que una persona admita, afirme, asienta, de crédito o muestre su conformidad respecto a algo no significa, ni mucho menos, que ese algo o esa idea sea verdadera y, aunque lo será para esa persona o un grupo de personas, no tiene por qué ser una verdad universal.

De la misma manera, nos podemos encontrar a menudo con personas que expresan pareceres contrarios y difieren en algo, o sustancialmente, sobre una misma idea o cuestión. Esta diversidad de pareceres sobre una misma cosa o pensamiento nos permite afirmar que toda creencia es susceptible de ser revisada o cambiada y sustituida por otra, incluso, aunque sea contraria a la primera.

La otra gran pregunta es bajo que elementos o fundamentos está basada la verdad que defiende cierta persona o grupo y que es motivo de su creencia. Me parece que ahí está el gran dilema de la actualidad, pues con tanta información nacen nuevas verdades, nuevos fundamentos y más aún concepciones duales.

La cuestión fundamental es tener la capacidad de antes de hacerlas propias, revisarlas, analizarlas y fundamentarlas con nuestro sistema de valores universales, para identificar con mayor precisión su confiabilidad y veracidad.

Ante la diversidad de información en situaciones desordenadas, es necesario también una vez que se hicieron propias, revisar si estas nos están perjudicando o beneficiando en el desarrollo de nuestra vida singular o plural si de ser necesario moldear o modificar nuestras creencias.

Pues bien, lo debemos hacer por una sencilla, pero pocas veces identificada razón: somos lo que creemos y las creencias condicionan nuestra forma de actuar. Para bien o para mal.

“Las cosas no se ven como son. Las vemos como las creemos que son”.

Cuaderno Para Invenciones por Jorge García Gtez.
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