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La asignación ha sido encomendada; leer las palabras escritas que forman con sus once párrafos un texto que nos someta a la reflexión de las dudas que le han surgido al profesor en torno a “Corazón y cabeza” de Ortega y Gasset. El cuestionario ya ha sido dado y únicamente se externa el deseo de que se conteste, más mi espíritu insurrecto y revolucionario que me otorga lo pueril de mi juventud, hizo que transformara el cuestionario ya previamente determinado por una labor más cercana a mis intereses y al sentir de mi alma. He permutado las cuestiones interrogativas por un texto de mi autoría que ronde a la transversalidad de “Corazón y cabeza”. Dada ya está pequeña introducción comenzaré la perorata literaria a la que he referido antes.

Hay una propiedad intacta en la humana raza, en la mismidad de la especie, en el compendio del asedio de la promisoria cultura que acuñada con un significante disimil del que se le da en el vocablo mundano que ocupa el ciudadano corriente; el perfume del alma, la entera composición del hombre de calma; aquel que es el único que puede ser catalogado como valeroso y prodente, confeccionado bajo el justo medio de Aristóteles.

Será que el hombre lleva inserta en la matriz de su vertiente médula de las entrañas del intelecto, a la cultura, o es la cultura quien lleva en su brío espectral de duende aparecido, encajada a la criatura de existencia terrenal? La única certeza es que la cultura discurre humanidad y la humanidad se discurre en la cultura, y el hombre en su humana proeza por comprender el mundo que lo circunda, la esencia que le rodea, equivoca el rumbo porque no sabe explicar lo que observa. Observamos con equivoco porque más bien lo que hacemos es solo pestañear unas miradas que se quedan en la epidermis amoral del suceso, exterior que no penetra el arché del fenómeno y ante aquel ver insulso nos conformamos con retóricas difusas que no van más a allá de sofismas mal augurados. Y si no siquiera podemos observar con claridad y agudeza, mucho menos adquirimos el don del pensamiento, que siendo asunto de vital importancia, es poco aludido en los preludios de nuestro pensamiento arcaico que se proclama erróneamente como progresista y contemporáneo.

Hombre, mujer; humanidad dividida en roles de sexo impuestos bajo un estigma que denota poca permutabilidad. Sociedad de pensar inerte y cultura apócrifa; individuo que se debate en un mundo que se le transforma hostil dado su corta templanza, su falta de pensar, su corto intelecto. No me queda más que clausurar mi disertación, escribiendo, diciendo letras con la mano que provienen de oraciones confabuladas en el pensamiento; que somos entes temperamentales que actúan con poco raciocinio y enfocados en el actuar proveniente de la carne, seres vicerales que ensimismados en el egoísmo y la vanidad, son indisociables de la cultura, y forman en su conjunto eso que resuena bajo el apelativo “humanidad”.

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