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Por Nahir González Sosa

Llamamos conocimientos a las experiencias y datos adquiridos a lo largo de la vida. Toda la gente los posee en mayor o menor medida y los usa de una u otra manera, puesto que ellos son el recurso primario para la supervivencia de los individuos y para el desarrollo en general de toda sociedad. Sin embargo, los conocimientos especializados no producen nada por sí mismos, sólo pueden considerarse productivos cuando son llevados a la práctica por elementos humanos.

En el ámbito de las organizaciones, y particularmente de las empresas, el conocimiento ha sido concebido tradicionalmente como un recurso o insumo fundamental para la operación y el desarrollo. Ha pasado también a ser un activo estratégico en las entidades innovadoras, ya que éstas necesitan utilizarlo para reforzar su posición en el entorno; por lo que este elemento debe ser obtenido de medios sumamente diversos, para así fungir como una fuente enriquecedora y generadora de importantes ventajas competitivas.

De acuerdo con Lundvall y Johnson (especialistas en economía y negocios), es necesario distinguir entre distintos tipos de conocimiento para poder aplicarlos mejor a la empresa, para ello propusieron la siguiente taxonomía:

Saber qué (Know – what): conocimiento acerca de los “hechos”.

Saber por qué (Know – why): conocimiento acerca de los principios y leyes de la naturaleza, la mente humana y la sociedad.

Saber cómo (Know – how): habilidades o capacidades que se poseen para poder realizar algo.

Saber quién (Know – who): tener información respecto a quién sabe algo y quién sabe hacerlo, involucrando también las relaciones sociales.

Esta clasificación puede complementarse con propuestas de otros teóricos de la administración contemporánea, quiénes también afirman que se necesitan otros dos saberes para poder hacer uso adecuado del conocimiento:

Saber cuándo (Know – when): capacidad de actuación oportuna para la toma de decisiones y el logro de resultados.

• Saber dónde (Know – where): capacidad para determinar el lugar o espacio más adecuado para realizar algo.

Las mencionadas taxonomías no sólo facilitan el análisis del entorno organizacional, sino también, la administración del conocimiento en las compañías; la cual es entendida como “el arte de creación de valor desde los activos intangibles de una empresa”.

El conocimiento dentro de las corporaciones, es resultado de procesos humanos organizacionales. No sólo los referentes al aprendizaje, a la solución de problemas, a la toma de decisiones, a la organización de actividades y a la ejecución de procedimientos; también se deben incluir los procesos relacionados con la creación, transmisión y uso de los saberes. A esto último es a lo que se le denomina: “administración del conocimiento”. Cuando se hace referencia a este término, se habla en realidad de un conjunto de actividades ordenadas; relacionadas con la creación, adquisición, organización, transmisión y explotación de diversos tipos de conocimientos y sapiencias, para su utilización en el incremento de la competitividad de las organizaciones.

Existe cierta polémica sobre la viabilidad de que el conocimiento pueda ser administrado, dada su naturaleza y características. Algunos teóricos están a favor y otros en contra de esta postura. No obstante, es notable que la administración del conocimiento puede llevarse a cabo con la participación y el apoyo de todos los individuos que laboran en la entidad, sea cual sea su jerarquía. Para ello, se deben tomar en cuenta dos reglas importantes:

1. Claridad sobre el alcance de la administración del conocimiento en la empresa (ser realistas en las metas planteadas al respecto).

2. Cumplir ciertas condiciones en cuanto al conocimiento, que se reflejarán en procesos organizacionales, como: creación de conocimiento (promover su existencia), adquisición externa e interna de conocimiento (buscar experiencias y fuentes de información), organización del conocimiento (clasificar la información adquirida), transmisión del conocimiento (compartir el conocimiento adquirido), explotación del conocimiento (puesta en práctica del mismo) y generación de un contexto adecuado (crear las condiciones propicias para la incubación y reproducción del conocimiento).

La concepción que se tiene del conocimiento, determina de alguna manera su importancia y utilidad en las organizaciones, por lo que el objetivo y significado de su administración, resulta trascendente; ya que el uso del mismo, debe cumplir con dos acciones fundamentales: por un lado, generar una ventaja competitiva sostenible en el tiempo, y por el otro, añadir valor a los activos de la entidad, así como fomentar la capacidad empresarial para conseguir los objetivos corporativos. La importancia del conocimiento, sea cual sea su clasificación, radica en lo que verdaderamente se puede hacer con él en la práctica organizacional; siempre enfocando las acciones a impulsar una honesta competitividad, que se traducirá en un elevado posicionamiento dentro del entorno al que se pertenece.

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