A la 1:30 de la mañana del 10 de enero pasado, un numeroso grupo de malandros bien armados (según testigos eran entre 200 y 250) llegó a un predio ubicado en el bulevar Carmelitas y la avenida 137 Poniente, al sur de la ciudad de Puebla, con la intención de desalojar de ahí a los habitantes (niños, ancianos, amas de casa y hombres adultos).

De acuerdo con testigos confiables de los hechos, el rumor del desalojo inició la tarde del día 9 de enero. Para entonces, los habitantes del predio sabían que se avecinaba un desalojo violento. Un buen número de vecinos, sobre todo mujeres y niños, decidió salir del predio y pedir refugio en colonias vecinas en donde hallaron una insólita muestra de solidaridad humana. Ahí pernoctaron. Ante el “pitazo”, algunos pobladores con familiares en los cuerpos de policía preguntaron si ellos tenían previsto un desalojo en la zona: la respuesta fue negativa. No era la policía quien amenazaba. Se trataba, pues, de un desalojo ilegal, sin el amparo de la ley y orquestado por gente con dinero y poder político suficientes para “hacerse justicia” por mano propia y no tener que rendir cuentas a ninguna autoridad. A las 10 de la noche, varios grupos de porros comenzaron a reunirse a las afueras de algunas tiendas de autoservicio. Ya con esa certeza, iniciaron las llamadas al 911 para reportar la inminente agresión. Los servicios de telefonía pueden corroborar la inmensa cantidad de llamadas de auxilio. Nadie, en el gobierno municipal o el estatal, movió un solo dedo. Todas las llamadas eran desviadas o, cuando alguien contestaba, prometía patrullas para “monitorear la zona”… que nunca llegaron. Así pasaron varias horas. El ambiente se tensaba entre los vecinos del predio y decidieron defender su patrimonio ante el cantado desalojo ilegal y la ausencia de autoridad para impedirlo. Así cayó la 1:30 am. Los porros se agruparon y avanzaron en dirección del predio. El resto de la historia se conoce a pedazos: tras una bestial embestida, dos personas quedaron heridas sobre el bulevar y hubo gran número de lesionados de ambos bandos. Los malandros, al verse repelidos por los pobladores, huyeron en taxis dispuestos exprofeso para ello.

¿Quiénes eran los malandros y las órdenes de quién ejecutaban? ¿Quiénes son los vecinos del predio? ¿Son invasores realmente, son defraudados o son dueños legítimos del terreno? Es fácil deducir que “alguien más” se ostenta como dueño del predio, en ese caso ¿quién es? ¿Y qué tanto poder tiene como para montar, por sus pistolas, un operativo de desalojo a todas luces ilegal y criminal? ¿Qué tan altos son sus contactos como para suplantar, al parecer con consentimiento, las funciones de la autoridad? ¿Por qué la policía no actuó, a pesar de las insistentes llamadas de auxilio de los vecinos? ¿Quién tiene tanto poder que es capaz de frenar la acción policiaca? Por tanto, ¿quién es el responsable de todo el problema? ¿Qué dice la presidenta municipal morenista Claudia Rivera Vivanco? ¿Qué dice el Gobierno estatal? Todas esas, son preguntas sin respuesta.

Sin embargo, el día 10 de enero los antorchistas nos amanecimos con la noticia de que los habitantes del predio eran, según la versión de varios medios radiofónicos y televisivos, ¡invasores antorchistas! Sin más investigación, los agredidos se convirtieron en invasores y fueron bautizados como antorchistas. Con semejante nombre y apellido, todas las dudas se disiparon: la culpa de la supuesta invasión, la agresión y los heridos, cayeron como montaña de lodo sobre el Movimiento Antorchista. A nosotros ni nos preguntaron. Y surgen nuevas interrogantes: ¿quién ordenó culpar a Antorcha? ¿A quiénes tratan de ocultar? ¿Quiénes compraron o gozan del favor de la impunidad?

El ejemplo más burdo y grosero de la manipulación de la información vino por boca de Juan Carlos Valerio, de Imagen Televisión. Revisemos cronológicamente sus comentarios del jueves 10 de enero y descubramos cómo enredó todo para que al final Antorcha sea la culpable. Dice Valerio, a las 6:11 am: “Otro enfrentamiento, pero éste entre dos grupos que buscan el control de un pedazo de tierra en la zona de bulevar Carmelitas. Uno de estos grupos, Antorcha Campesina, que llega como paracaidista a la zona, otro grupo que llega también como paracaidista y entonces empieza la rebatinga”. Juan Carlos Valerio no duda: los paracaidistas son antorchistas. ¿Cómo lo sabe? ¿Con qué sustenta su información? Con nada. Acusa porque tiene boca. Según esta narración, los rebautizados antorchistas (por gracia de las aguas bautismales de la Iglesia de San Valerio) llegaron primero (ojo, este dato es importante) como paracaidistas y otro grupo llega después para tratar de hacerse con el predio. Valerio subraya el “antorchismo” de unos y oculta bien el nombre de los otros.

Sigue Valerio, a las 7:02 am: “Ya sabe usted… (¿y como por qué habría de saberlo la audiencia don Juan Carlos?) Antorcha Campesina apropiándose de predios que no le pertenecen, el tema de los paracaidistas (¿así nomás, porque usted lo dice? La acusación contra Antorcha no se constriñe ahora al bulevar Carmelitas, sino que se generaliza, y busca mañosamente que la gente crea que sabe a priori lo que él apenas le va a decir). Ahora -sigue Valerio- en bulevar Margaritas (¡sic!) se agarraron, pero con todo, se dieron hasta con la cubeta (¡Qué ligereza! ¡Es sorprendente que, ante un hecho tan grave, todavía se quiera hacer el gracioso!), porque se están peleando dos grupos de paracaidistas, ¡porque ambos lo son! (pero guarda bien el anonimato del “otro grupo”, que sigue siendo un misterio para la audiencia), porque ambos están despojando de tierra a personas que son propietarias legítimas (tanta seguridad confunde; díganos, pues: ¿y quiénes son los dueños de esos predios que usted defiende como perro con cólera?)”. En esta narración de las 7:02 am, Valerio ya no hace diferencia temporal entre la llegada al predio de “los antorchistas” y “los otros”: ambos llegaron al mismo tiempo y buscan quedarse con el terreno.

Veamos, finalmente, lo que dijo el noticiero de Valerio en su edición vespertina, a las 2:37 pm: “La madrugada de este día (el jueves 10 de enero), se registró una riña campal entre habitantes que viven aquí desde hace varios años con la organización Antorcha Campesina”. Es claro el cambio de versión: el enfrentamiento, según Valerio, ya no es entre los primeros en llegar, “antorchistas”, y el “otro grupo”, que llegó después, sino entre “antorchistas” y vecinos del lugar. Es grotesca la forma en que se manipula la opinión de la audiencia. Sigue la nota: “el problema es que Antorcha Campesina (…) mandó a un grupo de choque a pedirle a cada familia 4 mil pesos y que desalojaran estos terrenos”. ¡Ya no llegamos primero al terreno! ¡Ya no somos paracaidistas! ¡Ahora somos el grupo de choque que llegó a desalojar y a pedir dinero! Por tanto, la agresión, los heridos, etcétera, son entera responsabilidad nuestra, según Valerio. ¿Por qué? Nomás por qué él, y quienes le escriben lo que él lee frente a la pantalla, dicen que así debe ser.

Pero no. No lo aceptamos. Y denunciamos públicamente que Juan Calos Valerio es pico de ganso de los verdaderos criminales que maquinaron el desalojo. ¿Quiénes son esos criminales? ¿Qué tanto poder mediático tienen? ¿Hasta dónde llegan sus nexos políticos? ¿Quiénes son, pues, esos “otros” que desaparecen en la narración final de Valerio? Esos “otros” son quienes le pagan para quitarles reflectores. Valerio es muñeco de ventrílocuo de gente poderosa que busca obtener ganancias mal habidas con el famoso predio.

Nosotros reiteramos, como lo dijimos el jueves por la mañana en un comunicado que algunos medios honrados retomaron, que el Movimiento Antorchista no tiene nada que ver con los supuestos paracaidistas ni con los malandros. Lo que Valerio et al. ocultan es que los agresores y una parte importante de los agredidos son un mismo grupo escindido, al que gente poderosa usa para lucrar.

Insistimos en que los Gobiernos municipal y estatal deben investigar quiénes están detrás del intento ilegal de desalojo y, por tanto, quiénes deben hacerse responsables de las consecuencias funestas que tuvo. Dejar sin castigo e investigación este hecho va a provocar que los malandros regresen a terminar la tarea pendiente. Ante un hecho tan grave, no pueden sólo guardar silencio, como ha ocurrido después de que la maniobra mediática para culpar al Movimiento Antorchista fracasó. Es su responsabilidad y su deber. De nadie más.

*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7.

incendios forestales