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Cuando Vicente Fox se preparaba para la toma de posesión a fines del año 2000, muchos mexicanos creyeron que México se encaminaría, por fin, hacia un rumbo prometedor; sin embargo, dentro del panismo también había escépticos; uno de ellos, Carlos Castillo Peraza -considerado su más prominente ideólogo contemporáneo- además de mirar con desaliento el triunfo electoral, era un crítico implacable de Fox por su fobia al conocimiento y su inopia política sin rumbo. En 2004, cuarto año de gobierno de la alternancia democrática, el panista Germán Martínez Cázares escribía: “La brújula del PAN no funciona. El rumbo, el horizonte del país que proponemos los panistas a los mexicanos está deslavado. Nuestras banderas, con muy poco decoro, ondean en un mitin junto con las del PRI en la actual campaña electoral en Tlaxcala. En el gobierno federal…se disculpan frivolidades. El partido se abre -¿se prostituye?- de par en par a oportunistas y se cierra a ciudadanos con compromiso y liderazgos sociales. La fuente orientadora del PAN está atrofiada. Su discurso distinto y distinguible tiene sordina. Al parecer, los panistas solo estamos encaminados por el apetito de ganar la Presidencia de la República en 2006. Debemos recordar que caminar sin horizonte es deambular.” Otro panista, Javier Corral Jurado, cuando el primer presidente de la república salido de las filas de un partido distinto al PRI terminaba su gestión en medio del repudio de millones de mexicanos, sostenía: “El deterioro de la Presidencia de la República a manos de Fox fue brutal. Prostituyó la palabra, y quien prostituye la palabra lo prostituye todo.”

Al término del sexenio, incluidos los episodios del desafuero de López Obrador y las maniobras para que Calderón ganara la presidencia; Fox quedó convertido frente a los mexicanos en un personaje ficticio, inventado por el poder, de ambiciones grandes y pensamiento corto. Mark Twain no lo conoció, pero pareciera haberlo adivinado: “Si su cerebro fuese proporcional a sus piernas, haría que Salomón pareciese un ignorante; si su modestia fuese comparable a su ignorancia, a su lado una violeta parecería altanera; si su educación igualase a su vanidad, Von Humboldt parecería tan iletrado como el reverso de una lápida; si su estatura fuese proporcional a su conciencia, sería una gema para el microscopio; si sus ideas fuesen tan grandes como sus palabras, le llevaría a un hombre tres meses dar la vuelta alrededor de una de ellas; si hubiese que contratar a una audiencia para que escuchase todo lo que él quisiera hablar, esa audiencia moriría de vieja; y si tuviese que hablar hasta decir algo, todavía estaría perorando cuando sonase la última trompeta. Y tendría la cara suficientemente dura como para esperar a que volviese la calma y poder continuar.”

El panismo ha olvidado los señalamientos que, sus militantes distinguidos, hicieron al gobernante que ofreció cambiarlo todo y falló a quienes en él confiaron; a quien encumbró la ineptitud como método de gobierno, envileció la institución presidencial en binomio matrimonial, y arrojó al cesto de basura las expectativas de millones de mexicanos que creyeron que con la alternancia de partido algo cambiaría en bien de nuestro país. De haber sido el partido de oposición al PRI, con Fox, el PAN se vino desdibujando, decolorando, hasta llegar a la mimetización. Si durante la vigencia de los gobiernos priistas se autoproclamó “referente de ética en la política”, al paso del tiempo dejó de serlo. En ejercicio del poder abandonó sus principios fundacionales y su ideología formada en el humanismo, sustituyéndolos por el pragmatismo que da la ambición de poder y riqueza. En septiembre de 2006, conocidos y cuestionados socialmente los mecanismos políticos y electorales que hicieron posible el triunfo de Felipe Calderón, Javier Corral advertía: “Estamos perdiendo fuerza moral: con mucha frecuencia la gente no distingue, al llegar a acuerdos, en qué se diferencian el PAN y el PRI.” Finalmente, la cesión de la estafeta presidencial con Fox apoyando abiertamente al candidato Peña Nieto, y Calderón comprando el nuevo avión presidencial y haciendo el trabajo sucio de la reforma laboral –de 30 de noviembre de 2012- que cercenó los derechos laborales de los trabajadores; acreditaron la aceptación del PAN de asumir los costos políticos de esos actos, para no estropear la imagen del PRI en su retorno a la cúspide del poder.

Estos hechos confirmaron algo que los mexicanos ya tenían claro: la existencia de una intrincada e imbricada red de intereses políticos y económicos visibles, para la generalidad de la población, como negocios al amparo del poder, en los que la asociación y confabulación de priistas y panistas culminó con su caracterización de prianismo que los viste, como traje a la medida, hasta la fecha. El descubrimiento de esa alianza de intereses dio suficiente explicación al posterior apoyo de Fox al candidato del PRI, José Antonio Meade, en la elección de 2018; y terminó por desnudar al ranchero ladino con mentalidad gerencial que se convirtió en emblema de corrupción impune, con el PAN entre las manos.

Sin embargo…Fox parece estar de regreso. Llama públicamente al panismo a ¡darle en la madre a la Cuarta Transformación!, y el partido, en su asamblea anual de ochenta aniversario festeja la arenga en un lance que tendría diversas lecturas: a) el partido no tiene mejor líder; b) se reconoce como álter ego del PRI; c) hace suyo el objetivo planteado; d) Fox encarna su pensamiento e ideal político en estos tiempos; e) todas juntas. En entrevista a un medio impreso.(https://www.eluniversal.com.mx/nacion/mexico-esta-hecho-un-desmadre-vicente-fox) Fox ha presentado su ideario y plan de acción. Su diagnóstico político es intenso: “México está hecho un desmadre”; “El país es un erradero y tenemos que salvarlo”; “Para salvar a México del ‘altísimo serenísimo’ se tiene que trabajar el denominador común de las ideas de México libre; PAN, PRI, PRD y otros partidos y organismos de la sociedad civil, y sumarse en torno a ella.” Fiel a su desconocimiento de la historia nacional, dice: “El país ha pagado sangre, sudor y lágrimas a lo largo de su historia por ‘altezas serenísimos, por mesías iluminados como López Obrador’; así tuvimos a Antonio López de Santa Anna, el mismo Benito Juárez se reeligió una y otra vez, como también lo hicieron Porfirio Díaz y el PRI.” El corolario de su análisis social es: “López engaña, echa piruetas y marometas, avienta mentiras y con eso ha salido adelante. Esto puede terminar en un Venezuela.” Fox está obligado a aclarar, para certeza de los mexicanos, qué entiende por “denominador común de las ideas de México libre”. La elección de 2021 dirá, si Vicente Fox es líder o charlatán; salvador o remedo de Guaidox.

Nota: De Álvaro Delgado, El engaño, prédica y práctica del PAN (México, Grijalbo, 2007) saqué la parte medular; de Mark Twain, Antimperialismo, patriotas y traidores (España, Sol90, 2010) tomé la parte importante; el resto es mío.

Heroica Puebla de Zaragoza, a 29 de septiembre 2019.
José Samuel Porras Rugerio

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