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AMLO y el narco

Héctor De Mauleón en su columna En Tercera Persona, publicada en El Universal, indica que el video ha circulado viralmente desde el fin de semana previo al Primer Informe de Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. Durante una gira por el sur del país, un grupo de ciudadanos se acercó a la camioneta del mandatario para pedirle que enviara al Ejército a detener la ola de violencia que desató el crimen organizado.

—No se dialoga con agresores. Se garantiza un derecho inmediato. Manden al Ejército inmediatamente. No tenemos armas… —le dijo al presidente un hombre desesperado. Una mujer lloraba detrás de este. López Obrador contestó:

—El Ejército no se usa para reprimir al pueblo.

—¡Carajo! —reviró el ciudadano escandalizado— ¿El narco es pueblo?

La respuesta de AMLO fue: —Sí, es pueblo, todos son seres humanos.

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La columna Frentes Políticos, publicada en Excélsior, señala que 1. Intocable. Rápido se movió Emilio Zebadúa, uno de los principales y más cercanos colaboradores de Rosario Robles en la Sedesol y en la Sedatu. Un juez federal le concedió una suspensión definitiva, por lo que la FGR no podrá detenerlo. Es investigado por supuestos desvíos de recursos de dependencias federales a través de universidades públicas y medios de comunicación estatales, cuando fue oficial mayor. En su demanda de amparo, tramitada desde el 19 de julio, Zebadúa alegó omisiones de la Fiscalía para citarlo en calidad de imputado, el no darle acceso a constancias relacionadas con el caso. Durante la audiencia en que Rosario Robles fue vinculada a proceso y enviada al penal femenil de Santa Martha Acatitla, los fiscales revelaron que Zebadúa firmó la mayoría de los contratos. En México, de la justicia, nadie se escapa. ¿O sí?

2. Cuentachiles. El diputado Óscar González Yáñez, del Partido del Trabajo, mostró que está hecho de mala calaña. Advirtió en tono de bravucón de barrio a Mario Delgado, coordinador de la bancada de Morena, que, pese a ser aliados, no apoyarán el recorte del 50 por ciento del financiamiento a los partidos, y adelantó que “nosotros no vamos ni de buena fe a regresar ni un solo peso, ni por ley”. Dejando en claro que los principios del PT son económicos, aclaró que comparten la agenda “del señor Presidente, pero también tenemos nuestra propia agenda”. Sí. Para eso quieren las siglas: para lucrar.

3. Sálvese quien pueda. La nave se hunde. Y saltan de ella magistralmente Alejandra Barrales y Juan Zepeda. Su renuncia al Partido de la Revolución Democrática se anunció con bombo y platillos, como si alguien les fuese a aplaudir. La exdirigente del partido y el excandidato al gobierno del Estado de México y actual senador lo informaron mediante una carta a su exinstituto político, en donde mencionaron la disyuntiva de los cimientos para construir una nueva propuesta. Alejandra Barrales, la gestora de la alianza PAN-PRD que desembocó en el peor resultado electoral de la historia perredista, y Juan Zepeda, quien colaboró en la derrota de su partido a favor del PRI en la elección a gobernador y de consolación le tocó una curul. Se van otros dos del sol azteca y ¡la nota es que aún exista el PRD!

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AMLO y Morena ¿sana distancia o distancia a secas?

Salvador García Soto en su columna Serpientes y Escaleras, publicada en El Universal, indica que aunque muchos no creyeron y otros aún lo dudan, el presidente Andrés Manuel López Obrador no se está metiendo en los asuntos internos de Morena y cada vez es más claro que, contra la tradición del sistema —lo mismo en la era priista que en la panista— el Ejecutivo morenista renunció a su papel de “jefe máximo” del partido que él mismo creó y que hoy gobierna al país. El inquilino de Palacio Nacional ni siquiera arbitra las pugnas y pleitos surgidos entre los grupos que quieren controlar al partido gobernante, y por momentos incluso parece distante y desencantado del rumbo de la fuerza oficialista.

Hay dos versiones que comentan en las élites de Morena para explicar el alejamiento y la distancia que López Obrador le ha impuesto a su partido. La primera, y la más dura, dice que AMLO “se desencantó de Morena”, que ya no tiene mucho y que hasta ha llegado a comentar a sus más allegados que el movimiento “ya no sirvió porque no supo estar a la altura de la transformación que estamos haciendo en el país”. La otra versión dice que Andrés Manuel, una vez en el poder, decidió no replicar viejos modelos de control político en los que el jefe de la Presidencia era también el jefe máximo y cacique de su partido que decidía todo en la fuerza política, desde candidatos, hasta dirigentes y su vida interna.

¿Cuál de las dos versiones explicaría mejor la distancia que el presidente López Obrador le ha impuesto a Morena? Y la duda que todo genera es si podría funcionar y subsistir Morena sin el liderazgo y la guía del lopezobradorismo que le dio origen y sentido.

Los ejemplos de que el presidente ha dejado a su partido en el libre albedrío están a la vista: desde la estridencia en las recientes decisiones de las bancadas del Congreso, como la definición de la presidencia del Senado, donde el encontronazo y la división entre Ricardo Monreal y Martí Batres se agudizó por el berrinche y el capricho reeleccionista del líder ceuísta, hasta la actual definición de la mayoría morenista en la Cámara de Diputados, donde los grupos más duros no quieren ceder la presidencia de la Mesa Directiva al PAN y analizan la reelección del actual presidente Porfirio Muñoz Ledo en algo que se define este próximo sábado en la sesión previa de la Cámara.

Y si en las decisiones internas de la bancada no pone orden, López Obrador tampoco interviene en la ruda disputa que ya comenzó por el control de la dirigencia nacional de Morena. Son cada vez más fuertes e intensos los enfrentamientos entre al menos tres grupos que se alinean y que ya sacan las armas para intentar quedarse con la presidencia del partido gobernante: la dupla Marcelo Ebrard-Ricardo Monreal, con Mario Delgado como su candidato; el grupo de Bertha Luján con el apoyo de varios secretarios del gabinete y del súpercoordinador de los súper delegados y de los padrones sociales nacionales, Gabriel García Hernández; y por supuesto Yeidckol Polevnsky con el rebelde Martí Batres y otros personajes que buscarían la reelección de la actual dirigente.

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El secretario que “metió la pata”

Francisco Garfias en su columna Arsenal, publicada en Excélsior, señala que entendemos la angustia de los padres de niños con cáncer. Vemos incluso con simpatía la manifestación que realizaron en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México a fin de reclamar medicamentos para sus hijos en el hospital infantil.

Lo que francamente no digerimos son las declaraciones que hizo el titular de Salud, Jorge Alcocer, cuando le preguntaron sobre la escasez del medicamento Medsatrexate, que se utiliza para tratar menores con esa terrible enfermedad.

No sólo dijo que es un problema de los laboratorios Pisa, que lo distribuyen, sino que lo minimizó a niveles que provocan indignación. Lo citamos textual:

“Existe una cantidad suficiente (de Medsatrexate) de inmediato. Ya la tienen ahora. Tienen inclusive varios otros compuestos que hacen que se pueda sustituir.

Y la segunda cosa es que si no se da una dosis, puede esperarse unos días, o sea, no hay ninguna urgencia”.

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Ominoso récord

La columna Pepe Grillo, publicada en La Crónica de Hoy, indica que con toda seguridad, el PRD posee el triste récord mundial de ser el partido político al que le han renunciado más exdirigentes nacionales.

Es algo como una enfermedad contagiosa que contraen quienes se han sentado en la silla del líder nacional.

La lista es larga y comienza nada menos que con el nombre de Cuauhtémoc Cárdenas, su fundador, pero también aparecen Porfirio Muñoz Ledo, Andrés Manuel López Obrador, Rosario Robles, Amalia García, Agustín Basave por citar los nombres de algunos personajes conocidos.

Alejandra Barrales es otra exdirigente nacional que renuncia al partido sin tentarse el corazón. Ayer dijo adiós. Todavía el año pasado fue candidata del PRD a la jefatura de Gobierno de la CDMX.

El PRD sufre una larga y penosa agonía política. Ni siquiera quienes lo han dirigido quieren ser parte del funeral.

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La columna Trascendió, publicada en Milenio, señala que si bien algunos personajes andan movidos con el arranque del próximo periodo ordinario, uno que se la ha pasado más bien calladito es el senador con licencia Manuel Velasco, del Partido Verde, quien, se dice, también perfila volver a su escaño en medio de todos los cambios que conlleva el 1 de septiembre en esa cámara.

En cambio, en otros frentes ya empezó el frenesí, como la salida de Alejandra Barrales y Juan Zepeda de lo que queda del PRD, con lo que se prevé que él se sume al partido de Dante Delgado y Enrique Alfaro, después de que Morena le hizo el feo al de Nezahualcóyotl.

QUE los miembros del cártel de Tláhuac deben ser unos fumadores de mota empedernidos a juzgar por la respuesta que dio el jefe de la policía capitalina, Jesús Orta, quien dice que son “caseros” los sembradíos de la yerba en aquella demarcación, es decir, para consumo personal, para echarse un churrito si acaso.

Por tanto, vaya exageración de estos narcos que incluso techaron una gran extensión en el territorio que dominan para que no se detectara desde el aire su invernadero. ¿O no les gustará que los vean desde los drones con sus porros?¡Qué fijados!

QUE en los pasillos del Congreso veracruzano se platica que la morenista Mónica Robles Barajas, presidenta de la Comisión de Justicia, planea proponer como magistrado del Tribunal Superior estatal a su esposo, Iván Hillman Chapoy, ex priista que dejó su cargo como delegado de Conagua en 2017 después de conocerse una serie de señalamientos de la Auditoría Superior de la Federación.

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